La pantomima de la lista más votada

Cuaderno de campaña

Los dos grandes partidos han dado un extraño lavado de cara a la Ley Electoral obviando sus reformas más perentorias

Francisco Sánchez Zambrano

05 de mayo 2011 - 10:01

CUANDO se celebraron las elecciones municipales de 2007 mi hija mayor aún no había cumplido los siete años. Y pese a su corta edad, recuerdo que aquellos días me acribilló a preguntas sobre los candidatos a alcaldes que se presentaban en su pueblo y el mío, en San Fernando. Quería saberlo todo: quiénes eran, a qué se dedicaban, cómo eran, qué prometían, cómo se hacía una lista electoral, la diferencia entre izquierda y derecha y a quién iba a votar yo. Salvo esta última pregunta, que no le he querido responder en estos cuatro años, le di nociones de todo. Bendita curiosidad la suya, pensé. Sin embargo, esa atracción por lo nuevo, ese imán en que se había convertido para ella tanta lluvia de información, de propaganda y de parafernalia electoral, se tornó en desorientación la mañana siguiente a la noche electoral. Lo primero que hizo nada más despertarse fue preguntarme quién había ganado. Y recuerdo su cara de extrañeza cuando le comenté que el candidato que había ganado tenía todas las papeletas para no ser elegido alcalde, como así se confirmaría 20 días después.

sin solución

Han pasado cuatro años y aquel candidato ganador pero destronado sabe que hay muchas opciones de que el 11 de junio pueda suceder lo mismo, sin importar si gana o pierde en las urnas dentro de 17 días. Es más, esta misma semana ha lanzado un órdago para reclamar a uno de sus principales oponentes que se comprometa a respetar la lista más votada. Respetar la lista más votada. Suena bonito, ¿verdad? Pues es una pantomima. Porque tanto él, como yo como cualquier lector sabe que eso no se va a producir ni en San Fernando ni en muchos otros sitios. Y no se va a producir porque ni su partido, que manda ahora en casi todas partes, ni el otro partido que dicen las encuestas que de aquí a un año va a gobernar en muchas instituciones, quieren cambiar lo que realmente habría que cambiar de una Ley a la que llaman Electoral pero que menosprecia a los electores.

No les quepa duda: todos los dirigentes y militantes socialistas han hecho ya sus cuentas para, sumando con los representantes que obtenga IU o algún partido localista, asegurarse el poder en aquellas poblaciones donde el PP no alcance la mayoría absoluta. Lo hizo hace cuatro años en Sevilla, en Jaén, en Córdoba... Y son exactamente los mismos cálculos anti-PSOE que han hecho los del PP sumando sus cargos electos a los de andalucistas, independientes y potenciales díscolos de IU, como ya experimentaran en 2007 en Chiclana, en San Fernando, en Ubrique... Qué pena. Todo se limita a restarle poder al otro. Es como ese aficionado madridista o culé que se alegra más de la derrota del rival que de un triunfo propio. Son los vicios adquiridos de una democracia que va para cuarentona y a la que los todopoderosos se niegan a hacer un simple retoque.

Este país necesita como el comer una reforma de la Ley Electoral. La necesita desde hace tiempo. Porque no hay nada más democrático que unas listas abiertas en las que podamos elegir a los mejores para que nos gobiernen. Pero creo incluso que es más perentorio implantar la segunda vuelta, para que allí donde no haya mayorías absolutas los votantes de las minorías (y no sus o a veces su único representante) puedan decidir entre los candidatos preferidos por el resto.

Creo que fue en las municipales de 1999. Aquel año el único concejal que obtuvo un determinado partido se convirtió en alcalde de Tarifa. Detrás tenía el respaldo de menos de 500 votos. Todo legal, evidentemente. Vergonzosamente legal. Y lo peor es que aquello se ha convertido en usual, sin que nadie se decida a cambiarlo. Ha pasado en ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas... ya sólo nos queda ver que un partido gane unas elecciones generales, se quede a un diputado de la mayoría absoluta y todos los demás partidos se unan para apartarlo del poder.

De momento, no hay solución a la vista. Los partidos grandes se niegan a cambiar lo que realmente hay que cambiar y se han preocupado en hacer un extraño lavado de cara que impide ahora durante un mes y pico que haya publicidad y propaganda, concentrándolo todo en dos semanas y recortando así el margen de maniobra de aquellos partidos minoritarios que no encuentran la fórmula de hacer llegar sus mensajes. Es como si uno tiene un fuga en las tuberías de su casa y se preocupa antes por cambiar la mirilla del portal.

Esta noche arrancará una nueva campaña electoral y nuestros políticos volverán a decirnos que el 22-M elegiremos a nuestros alcaldes. Falso. Ese día elegiremos a unos concejales que tres semanas después acatarán lo que decidan sus partidos y votarán por quien sea más favorable para sus siglas. Y los ganadores destronados, que los habrá y muchos, volverán a jurar en arameo. Pero después no protestarán ante sus partidos.

Por cierto, a la altura en la que estamos mi hija no me ha preguntado nada sobre estas elecciones municipales. Lógico.

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