Perros tras el rastro de droga en la Sierra de Cádiz
Un adiestrador y guía ubriqueño ofrece a los pequeños ayuntamientos un proyecto de perros detectores de sustancias estupefacientes como ayuda para combatir el creciente menudeo
Cae un clan familiar que movía cocaína, heroína y metanfetamina por la Sierra de Cádiz
El ubriqueño José Luis Rubiales es un ferviente amante de los animales y al mismo tiempo una persona con una profunda animadversión hacia el submundo de la droga. Quizás por ello, por este doble sentimiento, no es difícil de entender que se haya especializado en la lucha contra el tráfico de estupefacientes valiéndose de la poderosa herramienta en la que se han convertido los perros detectores. No pocas veces en un operativo de las Fuerzas de Seguridad del Estado en el que se incauta hachís, cocaína o cualquier otra sustancia se observa la presencia de algún perro, decisivo para encontrar alijos en grandes aprehensiones que se desarrollan, por ejemplo, en un puerto como el de Algeciras. ¿Pero qué ocurre con el tráfico a pequeña escala, el que concluye en el último escalón de esta perversa pirámide con la venta de reducidas cantidades al consumidor, sobre todo en municipios con menos población y, por consiguiente, con menos control policial?
Este adiestrador y guía canino está convencido de la conveniencia de incrementar las medidas para combatir lo que él denomina el “trapicheo”. Por esta razón elaboró hace ya más de tres años un proyecto en el que se expone la necesidad de incluir a perros detectores como recurso para disuadir a los narcos de actos delictivos por menudeo en espacios públicos, vehículos, viviendas e incluso en las inmediaciones de centros escolares. “Creo que los ayuntamientos deben hacer todo lo que tengan a su alcance para concienciar a los más jóvenes a través de las aulas educativas y a la ciudadanía en general aprovechando los medios de comunicación como vías efectivas por su interés informativo y disuasorio”, reflexiona en voz alta.
La importancia de la prestación del servicio que se detalla en su proyecto viene dada fundamentalmente por el aumento del menudeo y trapicheo de drogas y por la inquietud y la incertidumbre social. “Sobre todo, por el fácil acceso que tiene el menor a la droga y por la localización de sustancias en general sin necesidad de cacheos previos”, apunta José Luis. En efecto, los datos que expone en su estudio, oficiales por cuanto proceden del Ministerio del Interior, alertan en los últimos años del aumento de consumidores en la población más joven, con especial énfasis a partir de la pandemia del Covid-19.
Llegados a este punto, surgen dos preguntas. ¿Por qué centra este ubriqueño su atención en los pueblos de la Sierra y por qué su pretensión de que sea tenida en cuenta la herramienta de los perros detectores?
Las ciudades con más habitantes, las que entre sus infraestructuras cuentan con puertos o grandes estaciones de tren o autobús, disponen de medios suficientes. Policía Nacional y Guardia Civil incluso incluyen unidades especializadas en las que, por supuesto, aparece la figura del perro detector. Sin embargo, en localidades de menor entidad, como los pueblos de la Sierra de Cádiz, la seguridad ciudadana se reduce a escasos efectivos de la Policía Local y de la Guardia Civil, cuerpo este último que atiende en ocasiones a varios municipios con contadísimos medios de personal. En estos casos el apoyo canino se antoja una quimera.
En cuanto a las cualidades de los perros detectores como incomparable ayuda para el rastreo de drogas, basta con destacar el relativamente fácil adiestramiento y el desarrollado sentido del olfato de estos animales, que tienen 220 millones de receptores olfativos frente a los 6 millones de receptores del ser humano. Resulta casi imposible burlar la capacidad olfativa de un perro bien entrenado para estas labores. Su capacidad para distinguir un olor determinado entre otros muchos es lo que ha permitido demostrar su eficacia.
A lo largo de la historia, los perros se han convertido en protagonistas por las labores que desempeñan en nuestra sociedad, como el rescate de personas enterradas bajo escombros, la localización de desaparecidos por avalanchas de nieve o tras inundaciones, la localización de dinero ilícito... Incluso han sido un elemento clave en la resolución de muchas investigaciones por homicidios o asesinatos.
“Todos sabemos lo importante que es el olfato canino en la lucha contra el narcotráfico. Sin la ayuda de los perros no sería posible detectar ni una mínima parte de lo que actualmente se llega a interceptar”, recuerda Rubiales, explicando que “cuando se crean hábitos de trabajos hechos durante la formación, los perros detectores son de lo más fiable ante la localización de los olores de referencia. No mienten”.
Máster en psicología aplicada a la clínica y a la educación del perro, José Luis acumula años de experiencia tanto por su formación académica como por el trabajo de campo que ha llevado a cabo junto a su mentor, un policía local de San Fernando del que prefiere salvaguardar su identidad porque desarrolla su labor diaria de paisano. Cursos para adiestrar a los perros en la búsqueda de cadáveres, restos biológicos, narcóticos y explosivos, formación presencial del perro detector en unidades operativas K9, así como acreditación y licencia de adiestrador profesional y también de material oloroso adherida al Ministerio de Interior (ANAP), respaldan a este ubriqueño a la hora de ofrecer un proyecto necesario pero que a la vez genera cierta polémica.
De hecho, por extraño que pueda parecer y pese a que el montante del servicio está perfectamente al alcance de los presupuestos incluso de localidades pequeñas, la realidad es que por el momento ningún ayuntamiento de la Sierra de Cádiz ha cerrado un acuerdo para contar con perros detectores a la hora de combatir el menudeo de drogas.
“Ya me he reunido con varios alcaldes y concejales. La propuesta siempre es bien recibida porque nadie puede ver mal que se luche contra el narcotráfico. Sin embargo, al final no se concreta nada y en ese sentido tengo la sensación de que muchos responsables políticos observan este servicio como un problema porque de algún modo efectuarlo supondría poner de manifiesto que la droga está en la calle, en las plazoletas, cerca de los colegios, junto a los jóvenes… Esa realidad en última instancia puede costarles votos y prefieren escurrir el bulto con la excusa de que en los pueblos es la Guardia Civil el único cuerpo que tiene competencias sobre este asunto. Pero no es así”, afirma sin titubeos.
Rubiales no se corta un pelo. Habla claro y señala a localidades concretas, empezando por la suya: “Hay pueblos que están saturados de droga, como Ubrique y El Bosque, porque hay dinero. Y donde hay dinero hay droga porque hay poder adquisitivo para costearse algo que, por su precio, es un lujo”.
Y pone ejemplos de lo fácil que resulta dar con estas sustancias. “A veces salgo con los perros y no paran de señalarme papelas por el suelo. Este trapicheo se puede frenar, pero no hay voluntad”, lamenta. Una queja que aumenta cuando toma conciencia de que un compañero localizó recientemente nada menos que cinco kilos de hachís en Antequera, municipio con un servicio que también tienen dentro de Andalucía otros como Rincón de la Victoria, Vélez Málaga, la propia Málaga capital, Alhaurín El Grande, El Ejido o Granada capital.
Para finalizar, este adiestrador y guía canino insiste en la eficacia del perro detector también como medida disuasoria. “Se trata también de una estrategia policial. Quienes llevan sustancias estupefacientes, cuando se encuentran con un operativo con perros se las quitan de encima porque saben lo que va a ocurrir después del cacheo. La droga en las manos quema”, concluye.
DOS PROTAGONISTAS, 15 SUSTANCIAS ILÍCITAS Y UN SINFÍN DE RAZONES
Los perros detectores con los que trabaja José Luis Rubiales en su proyecto son Mayka, una hembra de pastor alemán con tres años, y Fiti, un perro de agua con apenas año y medio y que toma el testigo de un cocker spaniel ya fallecido. Pese a su corta edad, sobre todo en el caso del macho, los dos han recibido desde que tenían pocos meses un adiestramiento que les permite detectar hasta ahora 15 sustancias: cocaína, cocaína rosa (tusi), morfina, metadona , fentalino, crack, opio, heroína, LSD, anfetaminas, éxtasis, metanfetamina, marihuana, cannabis y hachís.
Sin duda, una poderosa herramienta en la lucha contra el narcotráfico a gran escala pero también en casos de menudeo o trapicheo, y que cuenta con el respaldo de un marco legal en el que hace hincapié el adiestrador y guía ubriqueño casi como si fuera un jurista.
“El artículo 104 de la Constitución dice que las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, bajo la dependencia del Gobierno, tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana. Las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos pueden y deben participar en este derecho. También abundan en esta cuestión la Ley Orgánica 4/ 2015 de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana, y la Ley Orgánica 2/1986 de 13 de marzo, que establece en su artículo 53 que una de las funciones de la policía local es efectuar actuaciones que tiendan a evitar la comisión de actos delictivos y la de vigilar los espacios públicos. Además, la Ley Reguladora de las Bases de Régimen Local, 7/1985, en su artículo 25.2.a., establece la competencia municipal en el mantenimiento de la seguridad en lugares públicos”, remarca.
Por último, aclara que “la Ley de Régimen de Tenencia de animales peligrosos 50/1999 de 23 de diciembre, en su artículo 1.2, excluye de su aplicación a los perros y otros animales de los cuerpos policiales, aunque ello no es óbice para tener un buen seguro de responsabilidad civil;es incluso conveniente”.