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“La población en general no colabora con la violencia de género para nada”

Sucesos

Olga Charles, agente de la Guardia Civil que se encarga del seguimiento de mujeres maltratadas en la Sierra, relata cómo el perfil de las víctimas ha variado en los últimos años

Más de 3.700 casos de violencia de género se encuentran activos en Cádiz

El golpe más duro para una víctima de violencia de género en Cádiz: "Él nunca me pidió perdón"

Imagen de archivo de un caso de violencia de género con resultado de muerte investigado por la Guardia Civil.

La violencia de género, ese desgarrador tú eres mía que se lleva por delante decenas de vidas cada año, no entiende de comarcas ni límites fronterizos. En la provincia de Cádiz, en pueblos con una baja densidad de población, también se hace patente la necesidad de dotar a las víctimas de herramientas con las que poder sentirse más seguras. Para que esto sea posible es determinante el papel de agentes de la Guardia Civil que llevan años realizando un seguimiento activo a estas mujeres maltratadas física y psicológicamente. Esta pasada semana Olga Charles, responsable del programa Viogén en el Puesto de la Benemérita de Arcos, y que realiza el seguimiento activo de 176 mujeres, habló a este medio de una labor esencial para evitar agresiones y dotar a la existencia de estas personas de un poco más de seguridad.

“Me encargo de Arcos, Espera, Bornos y pedanías. El equipo se creó en 2021 y cuenta con dos personas, aunque yo llevo realizando el seguimiento de las víctimas desde hace 13 años”.

Cuando se crearon los equipos incorporaron a otra compañera, que está destinada en Villamartín. Ella lleva 15 municipios. Cada puesto tiene sus propios comandantes de puesto, que se encargan de hacer las valoraciones de las víctimas y recoger denuncias, “pero luego nosotros nos encargamos de que las valoraciones sean correctas y que a la víctima se le aplique un nivel correspondiente a la denuncia. Si ha recibido amenazas de muerte de su pareja o ex pareja y que, si procede, se ponga un no hay peligro de muerte. Todo tiene que corresponderse”, dice Olga.

Virginia, que así se llama la otra compañera, tiene 180 víctimas y Olga 176, “de las cuales 148 tienen orden de protección en vigor que las llevo yo sola. Con implantación de protocolo cero, el típico caso en el que no había denuncias previas, porque la mujer tapa las agresiones. La patrulla verifica que verdaderamente no haya un delito de violencia. Se activa el protocolo cero y se inician unas diligencias y se procede a la detención del autor”, cuenta.

Relata Olga que en 2011, cuando ella empezó con esta labor, había más mujeres, más mayores. “Llegué a tener una víctima de 85 años. Había vivido 50 años de calvario. El marido traía el sustento y disponía de la economía del hogar. A medida que ha ido pasando el tiempo, la víctima más joven que tengo tiene 15 años. La violencia de género se ha incrementado en chicas jóvenes, y ha pasado a ser algo propio de amas de casa a universitarias, trabajadoras... El perfil no es como el de antes. Puede afectar a cualquier tipo de mujer. A una policía, a una guardia civil, a cualquiera”.

“Hay mujeres que llevan conmigo desde que entré. Yo voy a hacer visitas en las valoraciones de nivel medio o alto. Cuando las circunstancias me lo permiten. Si no puedo las cito en el cuartel. Si alguien tiene dificultades para desplazarse voy yo. Cuando vienen por la mañana la denuncia se las recojo yo. Si procede, tras la investigación, se detiene al agresor. En sede judicial es cuando ya se concede la medida o no. Si se concede se les instala la aplicación Alertcops, con el botón SOS a la víctima, y a su vez se introduce en una lista en la que todas las chicas que tienen valoración nivel medio en adelante están sometidas a una contravigilancia por nuestra parte o Policía Nacional en aquellos lugares de su jurisdicción”.

Al preguntarle si el nivel de víctimas de violencia de género varía por comarcas en la provincia de Cádiz asegura que “es similar en todas. Chiclana tiene 85 mujeres por ejemplo, pero en las zonas de playa el nivel de víctimas se triplica en verano. Si cambian de teléfono nos lo tienen que notificar, si van de vacaciones, si cambian de domicilio... Cuando alguien se va de vacaciones, aunque sea a un hotel en Almería, se da notificación allí y el expediente lo coge Guardia Civil o Policía Nacional de donde sea, para que esta mujer, allá donde vaya, su expediente va con ella. He tenido una chica de la Sierra menor de edad que se iba a un festival en Barbate, y rápidamente dimos aviso a los compañeros de esta localidad para que la tuvieran controlada. Se citaron con ella a la entrada del festival, le ofrecieron teléfonos de interés. Las patrullas estuvieron pendiente de ella, por si tenía alguna necesidad”.

Cuenta Olga que las chicas están muy agradecidas al ver que llegan a otro lugar y tardan nada en sentirse protegidas. “No es que se sientan vigilada, al contrario, se sienten protegidas. Y cuando hay menores, como tengo yo, que mantienes conversaciones con sus propias madres, más. Yo siempre digo, vamos a hablar de madre a madre, y hablo más con ellas que con las nenas. Porque ellas, como tienen esa dependencia emocional y son más pequeñas, me pueden mentir, pero sus madres no lo van a hacer. Y como yo soy madre, ellas me van a decir algo que las niñas me pueden ocultar”.

Pero, ¿existe un perfil del maltratador? “No, lo que sí que es cierto que el 90 y pico por ciento es consumidor. Un porcentaje muy elevado consume droga. El maltratador habitual es consumidor, y los maltratadores jóvenes, gente de 18 y 19 años, son supermanipuladores. El hecho de controlarle el móvil lo asocian al amor. Te controlo el móvil pero para que entiendas que te quiero. Uno de 40-50 años actúa al contrario, siempre va a decir que ella es quien tiene la culpa. Aunque cumple mejor con las medidas de alejamiento que un chico joven, al que tengo que leerle la cartilla más a menudo. Le tengo que decir, no te salgas del sendero, porque no voy a mirar a otro lado y te voy a detener por quebrantamiento”.

El control empieza por la vestimenta y se extiende hasta a sus amistades. “Tengo una chica y él ha metido baza porque dice que no le gustan sus amistades. Decía ella, pero es que yo, yo sé que él me quiere, no soy una mujer maltratada. Es curioso, porque hay campañas, hay información, en los centros escolares, en las calles, y sin embargo, casi todas asocian el maltrato con la violencia física, siguen sin entender que no hace falta de que tu marido te pegue para que haya maltrato”, dice Olga.

Si las chicas son menores suelen ser los padres quienes dan el paso y presentan la denuncia. “Si son mayores dan el paso cuando el problema irradia a los hijos, cuando el miedo se apodera de todo. Ahí temen por sus hijos, no por ellas. Te dicen, yo sé que matarme no me va a matar, pero a los niños tal y cual… Ese miedo es mayor cuando hay hijos. O tiene gente alrededor que les está diciendo ¿pero no ves lo que te está haciendo?

Olga considera que el gran problema es que “la población en general no colabora con la violencia de género para nada. La gente sigue oyendo y no queriendo problemas. Eso de, yo no quiero meterme en nada. Los testigos, cuando se les cita porque son presenciales y te benefician en la testifical, me cuesta que cuenten lo que saben y me tengo que poner en modo serio para que colaboren. Les digo que piensen en su conciencia, que dormir nos gusta a todos, y dormir con la conciencia sucia, sabiendo que a lo mejor le puede pasar algo a la chica, es duro”. Es una lacra que sigue vigente en pleno siglo XXI y en la que hay que implicarse.

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