Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La gaditana Natalia Castaño León es una de las miles y miles de voluntarias y voluntarios de toda España que se han desplazado a los municipios valencianos más devastados por la terrorífica DANA, para remangarse y ponerse manos a la obra. Es una de las Policías Nacionales de Cádiz que de forma voluntaria se ha unido a la caravana de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que el pasado jueves partió de Jerez para incorporarse a primera hora de la mañana del viernes a las cientos de labores que queda por hacer en la denominada zona cero. "Llegamos a Paiporta y aquello es el fin del mundo, es mucho peor de lo que se ve en la tele", introduce. Junto a su novio Adrián Vinardell Calvo, también Policía Nacional de El Puerto de Santa María, no dudó ni un instante en sumarse a estas duras tareas que durante el fin de semana han compartido con otros policías nacionales, locales, bomberos y protección civil de todos los puntos de la provincia gaditana que llenaron un autobús y que viajaron junto a otro autobús de voluntarios y otros tres tráiler completamente cargados de alimentos y de todo tipo de productos destinados a los damnificados.
La solidaridad de todos ellos, del reguero de personas que colman todos estos municipios sumidos en una especie de apocalipsis jamás imaginada ni en la peor pesadilla, es directamente proporcional al horror de cada escena, de cada calle aún colapsada, carreteras cortadas, así como a la emoción de cada gesto bonito, de cada vida regalando vida, de cada anécdota allí narrada. Hay decenas por esquina. "Describir aquello es complicado, hay muchas manos para ofrecer ayuda, están abastecidos porque han llegado toneladas de productos de todos los lugares que se amontonan en naves, pero no hay coordinación oficial, y ni siquiera esos productos llegan a absolutamente toda la población porque a lo mejor los separan unos cuantos kilómetros y no todo el mundo puede ir, no tienen vehículos, aunque siempre aparezca algún voluntario en bici, con carros o andando repartiendo cosas". Y esto es uno de los puntos por afrontar, asegura, "aparte de que hay naves que ellos no tienen como seguras, porque se dedican al contrabando", puntualiza.
Subraya que aquello es "un caos total", pues se organizan entre ellos como pueden, y con algunas "indicaciones del Ejército", eso sí. Un caos que empieza nada más llegar, en los accesos y carreteras a estos pueblos de la zona cero, "y este fue nuestro principal problema, pues no se puede llegar hasta estos lugares más devastados, ni aparcar en cualquier sitio en un autobús. Así que aunque nos escoltaron policías locales y nacionales hasta donde pudieron, tuvimos que andar bastante, tanto a la ida como a la vuelta", cuenta Natalia.
Paiporta, que fue el primer contacto que tuvieron, la impactó profundamente. "Es mucho trabajo el que todavía queda allí y que la mano humana no puede hacer porque falta la maquinaria necesaria para retomar la normalidad en todo el pueblo". Se dedicaron a adecentar viviendas, vaciarlas de piedras, mobiliario, desaguar barro hacia el alcantarillado, que realmente no hace su función, claro. Porque en Paiporta, explica, "no hay acceso a la mitad de las calles, está todo por medio, todo encastrado en todos lados, lo que te diga es poco, no es imaginable".
Aparte de tanta devastación, recuerda con horror el ruido de las sirenas, los helicópteros pasando todo el rato sin cesar, y se queda con lo mejor del talante humano del que estos días ha sido testigo. "Comimos y bebimos gracias a ellos, en una calle medianamente adecentada tienen una especie de mercadillo montado con todo, con comida, cafetera, agua, guantes, gel hidroalcohólico..., y los damnificados te abren la puerta de su casa para lo que necesites, como hacer pis, por ejemplo". Ante la desorganización, se organizaban en grupos pequeños para ayudar a quienes lo necesitan en sus viviendas, y la respuesta no podía ser más emocionante, "la gente se asomaba en los balcones aplaudiendo, llorando, están muy mal muy mal. A Paiporta le puede quedar más de un año, es imposible que vuelva a la normalidad a medio plazo", dice emocionada.
Las donaciones sí que han llegado al Polideportivo Municipal de la Pobla de Vallbona donde se alojaron, a unos 8 km de Paiporta, donde prepararon a los voluntarios colchones, almohadas y edredones nuevos, además de agua caliente, la cena y hasta una cervecita fresquita en nevera, "no nos faltó de nada", avisa a los futuros voluntarios que tanto harán falta en cualquiera de estos lugares habilitados para ellos.
El nuevo día lo afrontaron en Catarroja tras el sueño reparador, "otra odisea, donde llegamos a las dos horas de salir en autobús, estando a unos pocos kilómetros". Un municipio que está algo mejor porque parece que ha llegado más maquinaria pesada y porque no fue tan terrible el paso de la DANA. Allí, junto a su grupo, ayudaron a Antonio a adecentar su casa, "lo hicimos, afortunadamente", y también se nutrieron de la solidaridad de los vecinos y voluntaros que ofrecían comida, aunque el café lo ponía una empresa de Barcelona que instaló unas carpas. Porque la zona cero es zona de catástrofe, de devastación, pero también de solidaridad, de amor, de entrega y de la mucha ayuda que como la de Natalia, Adrián y este enorme grupo de voluntarios gaditanos va a hacer falta durante un largo periodo de tiempo en Valencia para que el caos sea menos caos y el fin del mundo llegue a su fin.
Temas relacionados
También te puede interesar
Lo último
1 Comentario