¿Qué pasa en el PP de Cádiz?

El PP de Cádiz, entre el continuismo y la renovación

Radiografía de un enfrentamiento inédito en este partido protagonizado por dos líderes claros: un Antonio Sanz refugiado en la Junta y un José Ortiz que ha hallado en la sede de Génova a su 'primo de Zumosol'

José Ortiz y Antonio Sanz, durante la campaña electoral de las andaluzas / Román Ríos

Cádiz/¿Qué pasa en el PP de Cádiz? ¿Cuándo surgieron las primeras grietas en ese búnker inexpugnable que era este partido? ¿Y por qué han surgido esas disputas internas precisamente ahora, cuando se supone que los populares deberían estar paladeando el éxito de haber alcanzado al fin la Presidencia de la Junta de Andalucía? Las preguntas se amontonan entre los observadores neutrales e incluso entre la militancia gaditana de este partido. Y muy pocos son los que tienen las respuestas. Además, esos pocos se niegan a airear los entresijos de una disputa interna que, cierto es, no se recuerda en la historia reciente de este partido. Habría que remontarse más de 30 años atrás, cuando el PP ni había nacido como tal, para ver algo similar en los tiempos de la extinta Alianza Popular (AP). Pero pese a tantos misterios, y aprovechando que el nuevo Gobierno de la Junta ya está conformado, igual es un buen momento para subir a la colina e intentar describir desde allí qué es lo que se ve del PP de Cádiz.

Y lo que se ve desde arriba son dos grupos diferenciados que posiblemente difieran mucho en número pero en el que los que son menos tienen un as en la manga, porque cuentan con el respaldo de la autoridad suprema. Y cada uno de estos grupo de militantes tiene al frente a un líder reconocible que, en ambos casos, se niegan a hablar en público de lo que pasa en el PP provincial.

El grupo mayoritario es el de los sorayistas. Llevan la dirección del partido en la provincia y por eso dicen que son los únicos que están legitimados para hablar en nombre del Partido Popular de Cádiz. Al frente está el incombustible Antonio Sanz, que a sus 50 años sigue siendo el indiscutible almamater de este partido y que a última hora, cuando se había quedado sin la Delegación del Gobierno central en Andalucía y cuando se disponía a despedirse ya del Senado, encontró refugio en la Junta como viceconsejero.

Y el otro grupo es el de los casadistas. Son menos, a priori, pero actúan de pregoneros de una dirección nacional que está decidida a dar un cambio de rumbo en todas las provincias. Y en Cádiz ese mando superior ha señalado ya a José Ortiz, alcalde de Vejer desde 2011, como la persona idónea para darle ese lavado de cara al PP gaditano.

Lo que hay hoy en el PP de Cádiz es una lucha de poder en la que el trono es la presidencia provincial del partido pero en la que la meta es renovación o continuismo. Claro que lo que está pasando no se puede comparar con esos enfrentamientos históricos vividos no hace mucho en las filas del PSOE gaditano. Aquello sí eran puñaladas por la espalda. En el PP no han llegado aún a esos extremos, pero podemos decir que a los populares les ha hecho gracia eso de ir poniendo zancadillas a sus compañeros de partido. Y eso es mucho para unos militantes acostumbrados al ‘sí, bwana’.

Pero, ¿cuándo surge el enfrentamiento actual en el PP de Cádiz? Es verdad que Antonio Sanz y José Ortiz ya vivieron un primer choque tras las elecciones municipales de 2015, cuando el primero prefirió darle el último acta de diputado provincial que estaba en juego al candidato derrotado en Chiclana (ErnestoMarín) antes que a un alcalde de Vejer que había ganado esos comicios por mayoría absoluta, un logro que sólo repitió en esta provincia el regidor de Algeciras, José Ignacio Landaluce.

Ortiz salió escaldado de aquella decisión personal de Sanz. Y aunque no tuvo más remedio que acatarla, entre ambos fue surgiendo una brecha cada vez más grande. No es que no se puedan ver, ojo, porque hasta en privado ambos elogian las cualidades del otro. Es en los planteamientos en torno al funcionamiento interno del partido donde surge la controversia.

Y a mediados del año pasado llegaron las primarias, y Sanz y Ortiz cogieron caminos separados. Y arriesgaron, vaya si arriesgaron. Al presidente provincial del PP igual no le hacía faltarte señalarse tanto, pero optó no solamente por posicionarse al lado de Soraya Sáenz de Santamaría sino que se involucró en su comité de campaña. Si todo hubiese salido como esperaba, hoy posiblemente Antonio Sanz podría ser el portavoz del Grupo Popular en el Senado y un miembro destacado de la ejecutiva nacional. Pero el azar (o la segunda vuelta de aquellas primarias) le fue esquivo a Sanz y le sonrió a otros.

No se puede decir que los que apoyaron a Pablo Casado eran los marginados del PP gaditano, porque poca marginación hay cuando es uno es senador, otro portavoz en la Diputación de Cádiz, otro es diputado nacional y otra es parlamentaria andaluz. Pero dirigentes de peso como José Ortiz, José Loaiza, AlfonsoCandón o TeresaRuiz-Sillero se hicieron casadistas entre otras cosas porque se sentían desplazados del principal órgano de dirección del partido. Reclamaban cambios en el partido y sobre todo decían no entender por qué el PP de Cádiz tenía que pivotar siempre en torno a la agrupación de Jerez.

Las primarias, ya se sabe, auparon a Pablo Casado a la presidencia nacional del PP. Y éste premió a Loaiza con un hueco en la junta directiva nacional, y abrió una puerta a la integración con María José García-Pelayo, y reservó uno de sus regalos más valiosos para José Ortiz, a quien hizo secretario general del Grupo Popular en el Senado. Con apenas 34 años, el alcalde de Vejer relevaba nada menos que al mismísimo Javier Arenas.

Y Ortiz corrió carrerilla, y se sintió al fin importante, y apostaba en público por aplicar cambios en el funcionamiento interno del PP gaditano, y se postulaba incluso como futurible presidente provincial si sus compañeros lo aceptaban de buen grado... ¿Y Sanz? Pues de manera inteligente vivió cierto acercamiento con la dirección nacional del partido, que incluso le dio un papel protagonista en la comisión de Interior del Senado, primero como presidente y luego como portavoz del Grupo Popular. La tregua en el PP de Cádiz era una realidad. Pero es que las elecciones andaluzas estaban ya a la vuelta de la esquina y tocaba disimular.

Por lo general se puede decir que el PP de Cádiz se partió la cara en la campaña a las andaluzas. Casado trajo a la plana mayor del partido, Moreno también se desdobló y el PP de Cádiz pareció estar esos días unidos... aunque a los sorayistas no les gustó nada la candidatura que se terminó confeccionando. En esa lista había integración, sí, pero Ana Mestre era relegada a la segunda plaza, Ortiz era colocado a la fuerza al frente de la misma cuando había renunciado en primera instancia, y, sobre todo, se caía sin explicaciones Antonio Saldaña, la mano derecha de Antonio Sanz.

Las urnas hablaron el 2 de diciembre y en ellas se escondía al fin la llave que abría la puerta de la Junta de Andalucía. Y Pablo Casado y su equipo tuvieron que cambiar sus planes sobre la marcha. Porque la dirección nacional jamás pudo imaginarse antes de las elecciones que Juanma Moreno llegaría a ser presidente de la Junta. Bien al contrario, tenían preparada una estrategia en la que dirigentes como Oña, Nieto, Zoido y el propio José Ortiz estaban llamados a liderar el nuevo PP andaluz desde la oposición. Pero al final no se produjo el funeral político de Juanma Moreno sino su boda con Ciudadanos... con Vox de testigo. Y los casadistas plegaron alas. Contentos –evidentemente, porque todo el PP disfrutó viendo a Susana Díaz destronada– pero con el rabo entre las piernas, casadistas de primer nivel como José Ortiz o Zoido renunciaban a sus escaños en el Parlamento andaluz y regresaban a sus cometidos de antes.

Tras involucrarse de manera decisiva para allanar el camino de las negociaciones tanto con Cs como con Vox, la dirección nacional del PP celebró por todo lo alto la investidura de Moreno, por la ola de optimismo que ello podía reportar al partido en clave nacional. Y hasta le dejó que elaborara el Gobierno andaluz a su antojo, aunque con la esperanza puesta en que hubiera un mínimo de integración.

En paralelo, Génova retomó sus planes de renovación de las estructuras provinciales. Y puso sus miras en Cádiz porque aquí, como recuerdan desde el PSOE casi a diario, el PP es hoy la cuarta fuerza política. Y el equipo de Casado no dudó incluso en airear que Sanz se había comprometido en una reunión en Madrid antes del 2-D a ceder la presidencia del PP de Cádiz a José Ortiz sin hacer ruido en cuanto asumiera un cargo público.

Pero pasaron los días y Juanma Moreno no supo conjugar el verbo integrar. Y eligió como consejeros a los suyos, e hizo lo mismo luego con los viceconsejeros... y los partidarios de Casado pusieron el grito en el cielo. Y Antonio Sanz se convertía en viceconsejero de Presidencia y decía que sí, que renunciaría a la presidencia del PP de Cádiz, pero no precisaba ni cuándo, ni cómo, ni a quién. Y en su círculo más cercano dicen que Sanz reconoce la existencia de ese acuerdo con Madrid, pero que considera que ese pacto está desfasado porque se cerró antes de conocer que el PP gobernaría en Andalucía.

Y ante esta negativa el alcalde de Vejer tuvo que recurrir a la sede de Génova, donde encontró a su particular primo de Zumosol, ese protagonista de un anuncio televisivo de la década de los 90 que acudía en auxilio de su primo menor cuando sus compañeros se reían de él o no le dejaban jugar.

Y el primo de Zumosol llamó a Sevilla para insistir en la integración y en el relevo del partido en Cádiz. Y lo que ha conseguido hasta ahora es que José Antonio Nieto sea portavoz del PP en la Cámara andaluza, que Ruiz-Sillero sea senadora, tener un par de delegados del Gobierno andaluz (en Sevilla y Almería) y poco más. Simples migajas, aunque los casadistas dicen que Génova ha evitado que Sanz cediera por su cuenta la presidencia del PP de Cádiz a María José García-Pelayo.

Si Juanma Moreno sigue dejando caer migajas a los casadistas se verá pronto, porque en la provincia el PP debe nombrar como mínimo a tres delegados provinciales de la Junta, a un subdelegado en el Campo de Gibraltar y a dos presidentes de autoridades portuarias. Y queda por ver cuándo se decidirá Sanz a abrir el melón de su relevo, que se supone que se adoptará en una reunión de la junta directiva provincial, como es habitual en este partido.

Mientras, unos seguirán criticando en los foros internos lo que consideran una ambición desmedida del alcalde de Vejer, mientras que los otros reprocharán a Sanz su deslealtad con quienes ahora mandan en el partido en Madrid. Y a los casadistas habría que recordarles que todo lo bueno que tiene el PP de Cádiz lo ha logrado Antonio Sanz por su dedicación al partido durante los últimos 25 años, y a los sorayistas habría que dejarles claro que al PP gaditano no le sobran alcaldes, precisamente, y que tener a uno con mayoría absoluta en Vejer debería ser un lujo para ellos.

Lo bueno del PP de Cádiz es que en poco más de cien días habrá unas nuevas elecciones, unas municipales que los populares encaran con energías renovadas a la vista de lo sucedido en Andalucía. Ahora en el PP no se ve como una quimera recuperar alcaldías como las de Jerez, El Puerto o Cádiz, entre otras. Sólo falta saber si el PP gaditano llegará en paz a esa cita.

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