"Yo no me he quedado con nada"

Las cuentas del obispado

Habla Antonio Casado, el ex párroco de Vejer, apartado cautelarmente por el obispado después de que desaparecieran 300.000 euros de la parroquia

Antonio Casado , en un momento de la entrevista con Diario de Cádiz
Antonio Casado , en un momento de la entrevista con Diario de Cádiz / Julio González
Pedro Ingelmo

22 de diciembre 2019 - 07:35

"A mí si me condenan, será por salvar una vida, como a Jesucristo. Yo estudié filosofía, de números sé lo justo". Y son los números los que han llevado al sacerdote Antonio Casado, párroco durante varios años de la que fue muy rica Parroquia de Divino Salvador de Vejer, a una difícil situación. Ha sido apartado cautelarmente del sacerdocio por el obispado, "una medida que ya dura 18 meses, ¿qué cautelar es esa?", y espera desde hace meses el resultado del juicio eclesiástico celebrado en Sevilla hace meses.

Su 'pecado' tiene distintas ópticas. Durante varios años dispuso de unos 300. 000 euros, euro arriba euro abajo, de lo que se conoce como Fondo del Clero. Ese fondo se proveía, principalmente, de las rentas de las tierras que la parroquia tenía en el municipio y de las cuales, por decreto episcopal, había que entregar al 90% al obispado. Ahora son gestionadas directamente por el obispado y nada queda en la parroquia. Para los defensores de Casado, que son bastantes entre los sacerdotes de la diócesis y los feligreses de Vejer, se vio envuelto en una trama de estafadores a cuenta de la adopción de un niño guineano que vino a España a punto de morir y al que salvó la vida, con el consentimiento del anterior obispo, Antonio Ceballos. Los que le acusan, que son la cúpula del actual Obispado, no le creen. La Guardia Civil, tampoco. Creen que se apoderó de ese dinero y llevó una doble vida. Sin embargo, el obispado no ha denunciado los hechos ante la justicia civil y se ha limitado a abrirle un proceso canónico. La causa abierta en un juzgado de Barbate no viene de una denuncia del obispado, sino que nace de una denuncia presentada por el propio Casado ante la Guardia civil por extorsión.

Quedo con Casado en una venta de El Colorado y aparece con varias voluminosas carpetas donde se encuentran decenas de correos electrónicos impresos y que él considera que son las pruebas de su inocencia. "Se han dicho y publicado muchas historias sobre este asunto y casi todas falsas. Llevo año y medio callado y ya no puedo más".

Su situación es muy complicada. En la actualidad Casado cuida de su hijo adoptado en un apartamento, con una habitación, que le han prestado en Conil. Vive de los 850 euros que mensualmente le paga el obispado y de la caridad de sus compañeros. En todo este tiempo ha cambiado hasta cinco veces de casa, viviendo en los lugares que le dejan. Primero estuvo en la residencia sacerdotal de Cádiz, de donde fue invitado a marcharse por el ecónomo del obispado. Luego el obispo le envió al convento de monjas de la Cartuja de Jerez, de donde también fue invitado a marcharse a los dos meses, a pesar de que él dice que era feliz allí en ese recogimiento. Algunos sacerdotes de Cádiz le buscaron con urgencia una pensión en Puerto Real, de la que tuvo que irse por no poder afrontar el pago de la estancia. Y, por último, fue a una pequeña vivienda en medio del campo, en Roche, alquilada gracias a las limosnas de un grupo de compañeros y feligreses. En todo este tiempo, a pesar de haber pedido al actual obispo, Rafael Zornoza, por escrito, también a través de su abogado, reunirse con él, no lo ha conseguido. Sus peticiones no tienen respuesta.

La historia de Casado arranca en el año 1999. Fue destinado como misionero a la Diócesis de Malabo. Allí se encargó de la capellanía de un orfanato de monjas en Guinea, perteneciente a la congregación de Misioneras de la Inmaculada. "Una de las monjas, Mari Cruz Sibacha, me llevó al hospital y me mostró un niño, apenas recién nacido, en un estado de salud lamentable. Me preguntó si podía llevarlo a España porque en Guinea no había medios ni medicinas para curarlo y en un breve tiempo moriría. Hablé con el cónsul, Hugo Regojo, que me facilitó los documentos para la evacuación a España del niño. Una vez en España, lo llevé al hospital de la Cruz Roja de Córdoba, la ciudad donde vivía mi madre, ya viuda, y mis tías. Pero el estado del niño era tan grave que decidieron trasladarlo al Hospital Carlos III de Madrid, especializado en enfermedades tropicales. Allí, mi familia y yo, pasamos muchos días con él hasta que lograron estabilizarlo. Pero la situación del chico era complicada. Había que repatriarlo a Guinea y yo estaba seguro de que si el chico volvía Guinea, aún muy débil, moriría. Yo tuve que volver a Guinea, y el niño se quedó con mi madre en Córdoba, que fue quien lo crió. Todo esto lo hablé con mis superiores en Guinea, y es cuando me sugirieron la posibilidad de la adopción. En ese tiempo llegó a Guinea una delegación de la Universidad de Alcalá de Henares. En esa delegación estaba una señora, profesora de Derecho, que nos explicó que ella era experta en los trámites para realizar adopciones y que ella misma ya había conseguido varias, así que se podía encargar del caso del niño".

Un informe personal realizado por el salesiano destinado en Bata, Juan Francisco Núñez García, muestra la preocupación de Casado por todo el proceso durante su estancia en Guinea: "Fui testigo muchas noches, paseando con el padre Casado, de las llamadas de la profesora de Derecho presentando la petición de una nueva partida de dinero (...) es así que nunca se llegaba al final de los trámites (...) Antonio enviaba todo su salario como profesor hasta vaciar toda su cuenta bancaria. Antonio decidió volver a España porque la conclusión del proceso de adopción nunca llegaba. El tema de conversación de cada noche ya era solamente el nuevo pago que el Padre Antonio tenía que efectuar".

Habla el salesiano de lo que fue el preludio de un rosario de correos que no figuran en la instrucción del juzgado y que no pudo aportar en el juicio eclesiástico, porque el Juez Eclesiástico los rechazó, a pesar de la insistencia del abogado de Casado, que consideraba que en ellos se encontraban la evidencia del destino del dinero. De hecho, los primeros pasos que Casado dio, los hizo, asegura él, con el conocimiento y visto bueno del anterior obispo, Antonio Ceballos y del vicario. En todos los correos que me muestra hay una petición de cantidades de dinero que en unos casos parecen estar destinados a trámites burocráticos, pero otros pagos parecen claramente destinados a pagar sobornos en Guinea. El soborno en la Guinea de Obiang es algo más que un deporte, es una rutina. Toda esta comunicación se realizó con la intermediaria, que aunque fue llamada a declarar en el juicio de Sevilla no apareció.

Casado justifica todas y cada una de las transferencias realizadas a los lugares indicados por la profesora universitaria. "Yo me fiaba de esta persona y, al principio, no sospeché de los pagos, pero la insistencia de estos y los anónimos con amenazas de muerte que empecé a recibir me hicieron darme cuenta de a quiénes me enfrentaba. Ella se ofreció a ayudarme y yo no puedo decir si ella actuaba o no de mala fe. Yo no me he quedado con nada. La prueba de ello es que no tengo nada. Absolutamente con nada de dinero y esto lo digo muy claro para todo aquel que tenga dudas. Tuve que vender la casa de mi madre para hacer frente a los créditos que pedí para pagar el dinero que me pedía esta mujer por los supuestos trámites de la adopción. He pagado mucho más de 300.000 euros. Toda esta situación no la denuncié mientras el niño era menor de edad porque temía que se lo llevaran a Guinea, y es un lugar peligroso. En cuanto fue mayor de edad y ya estaba todo regularizado lo denuncié. Creo que salvé la vida de un niño, de mi hijo, y lo volvería a hacer. Ante una vida humana no hay precio, y yo de dinero no entiendo. Me hice sacerdote para ayudar a los demás. La daría por cualquier persona que se encontrara en la misma situación que ese menor, aunque me condenen injustamente”.

"No denuncié la extorsión mientras mi hijo fue menor porque temía que lo repatriaran a Guinea"

Casado tuvo acceso a todo este dinero porque, antes de la llegada del actual obispo, la parroquia era la que llevaba la gestión de las rentas de las tierras que tiene en régimen de capellanía (cesiones realizadas por propietarios en los siglos XVI y XVII). Entre estas propiedades, quizá la más sustanciosa sea la alquilada a una empresa fotovoltaica instalada en una capellanía a las afueras de Vejer y que dejaba en parroquia (ahora en el obispado) en torno a los 9.000 euros al mes como renta. Sin embargo, afirma que otra de las fuentes de ingresos de la parroquia era el cementerio, que también es gestionado ahora por el obispado, y de ese dinero, afirma, nunca dispuso Casado. "Si falta dinero del cementerio, habrá que preguntar al obispado, porque en todo momento la gestión del cementerio estuvo primero en manos del sacristán y luego contraté a un gerente para que lo llevara. El cementerio yo no lo llevaba".

Casado se enfrenta a dos procesos por los mismos hechos: el canónico y el que instruye el Juzgado de Barbate. "Se puede dar el caso de que las autoridades eclesiásticas me condenen y que la jurisdicción estatal me declare inocente. ¿Qué pasará entonces? Me habrán juzgado dos veces por el mismo caso".

Casado muestra su agotamiento por todo este tiempo de espera. "No sé qué hacer. He buscado un trabajo alternativo al sacerdocio, pero con 57 años nadie me contrata. Tengo que apañármelas para vivir con la ayuda de la gente. Ahora Juan, el niño adoptado, es mayor de edad, está fuerte, estudia un módulo de educación física y es muy deportista. En ese sentido, pienso que ha merecido la pena todo lo que he pasado desde que estaba con él en el hospital Carlos III. Me siento padre, y ¿qué no hace un padre por salvar la vida de su hijo?”. Al final de la charla aparece Juan, su hijo. Es cierto, un chico fuerte, con una gran sonrisa, ni rastro de los días en que sobrevivió de milagro. Saluda con un simpático acento andaluz. Casado quiere explicarse aún más: “Yo no busqué esta situación. Si he cometido errores, pido perdón. He vivido situaciones de mucho miedo, pero en todo momento he actuado con buena intención y obedeciendo a mi conciencia cristiana y mi vocación sacerdotal. Doy gracias a los que han rezado por mí. Como dijo Antonio Ceballos, obispo emérito de Cádiz ante la juez que le interrogaba por el caso de los Eres: 'Pronto estaré ante el tribunal de Dios y os digo la verdad igual que allí la diré, y Dios la sabe'. En el altar del colegio San José de Roma, donde estudié, había una frase: 'Más brillante o más humilde nuestra vocación sacerdotal es cierta. Estamos llamados a dar la vida por los hermanos y no estamos llamados a salvarnos solos”.

"Yo no busqué esta situación. Si he cometido errores, pido perdón. Pero si tuviera que volver a hacerlo, lo haría"

El juzgado de Barbate, uno de los más saturados de la provincia, tendrá que finalizar la instrucción de este caso y luego se decidirá qué pasó con ese dinero y si lo que pasó con ese dinero es o no delito. Pero ya sabemos que en esta provincia la Justicia puede ser incluso más lenta que la justicia divina.

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