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La reducción de la jornada laboral "partiría en dos a la hostelería" en Cádiz, afirma Horeca

Las pequeñas empresas serían las más afectadas por la medida, apunta el Colegio de Economistas

En Guipúzcoa, sin embargo, el sector ya cuenta con un cómputo de 37,5 horas  

"Es mentira que se ofrezcan malas condiciones en la hostelería en Cádiz"

La mayor parte de los negocios hosteleros tienen un máximo de 10 trabajadores. / Julio González

“Toda revolución industrial–comenta desde el Colegio de Economistas de Cádiz su vicedecana, Cecilia Jiménez– ha supuesto una reducción de la jornada de trabajo”. Lo lógico es pensar que esa sería la traducción de terremoto tecnológico en el que estamos inmersos. Para la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, trazarse un objetivo de una jornada laboral de 37,5 horas semanales es una cuestión de “modelo social. Un modelo aún en plena discusión que –reconocía precisamente esta semana– podría no terminar cuajando: la próxima reunión al respecto entre gobierno, empresarios y sindicatos será este 29 de julio–. 

¿Hasta qué punto puede traducirse una medida así en un sector como la hostelería? Un campo, como señalaba el laboralista Íñigo Molina, conocido por el 12-8-4 (trabajas doce horas, te pagan ocho y cotizas cuatro). Para el presidente de Horeca en la provincia, Antonio de María, la puesta en marcha de las 37,5 horas semanales “partiría por la mitad” al ámbito hostelero, igual que a la agricultura: “No se trabaja como en una factoría, donde puedes reacondicionar la producción –indica–. Si vas quitando media hora al día a los turnos de recepción de un hotel, por ejemplo, te queda una hora y media sin servicio al día:¿vas a encontrar una persona para hora y media? No siempre te va a salir para un puesto”. 

“Como aún no ha salido la normativa –puntualiza–, no sabemos si hay que reducirla en la misma proporción que la jornada. La hora cogerá el valor de dividir 37,5 horas por el sueldo y aumentará”. 

Para el portavoz de los hosteleros gaditanos, otra solución estaría en cerrar una distribución irregular de la jornada, algo a lo que “se puede llegar a acuerdo según convenio con el trabajador, hasta nueve horas al día, sumando el tiempo trabajado que no correspondía en días libres”.  

“Café para todos no se puede hacer –continúa Antonio de María–. El tema es complicado, porque todas estas cosas deben estar en manos de la negociación colectiva: quien entiende cómo funciona un sector son sus trabajadores y empresarios. Hasta en Europa siguen vigentes las 40 horas semanales, nosotros nos vamos a descolocar”. 

“No es correcto que se tomen medidas que afectan al normal funcionamiento de las empresas –prosigue–, constriñendo cosas como la distribución de jornada”. 

Para Íñigo Molina, la aplicación de la reducción de jornada no es un imposible en hostelería: “Como prueba te diré que el convenio de hostelería en Cádiz, Málaga o Madrid marca 40 horas semanales.En Vizcaya tienen 38 horas, pero es que en Guipúzcoa marca 37,5 horas, con lo que a ellos ni siquiera les afecta esta reforma”

“En realidad tu jornada la marca la media de horas que tienes que hacer por semana –explica el laboralista–. Las horas hábiles al año con 40 horas semanales pueden estar en torno a las 1.800 :para cumplir con 37,5, sabes que vas a necesitar que te cubran 800-900 horas. Te da para pillar a alguien a media jornada”. 

Los empresarios –da a entender Molina– no son Rumpelstiltskin: no crean oro de la paja. O de la nada. “Si no, a ver quién es el valiente que en hostelería, por ejemplo, crea puestos de trabajo en temporada baja, cuando vemos que muchos echan la baraja un tiempo, y por eso la mayor parte de la fuerza de trabajo en el sector tiene contratos fijos discontinuos –desarrolla–. Son los turistas los que crean, o te crean, esos puestos de trabajo. El verdadero trabajo de un empresario está en planificar los negocios”. 

Desde el Colegio de Economistas, Cecilia Jiménez añade que, de forma general, la reducción progresiva de jornada habría de incorporarse “de forma aislada” en las mecánicas de trabajo”. ¿Por qué? “Se calcula –indica– que la reducción de jornada podría suponer un descenso del PIB de seis décimas en el año de su implantación y en el siguiente; y una contracción del empleo de ocho décimas. Cuando reduces la jornada y mantienes los costes laborales, aumentas los costes de la empresa de forma indirecta”.

Jiménez comenta que, ante este escenario, las empresas de mayor tamaño tienen más posibilidad de adaptación, reduciendo anticipadamente otros costes o mejorando su productividad. No sería ese el caso del pequeño empresariado –hasta nueve trabajadores–, que constituye el 85% de las firmas de la provincia. De estas, según los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía,un 78,4% pertenecen al sector servicios. Todas ellas entran dentro del sector que, según los economistas, lo tendría más difícil para adaptarse: “Terminaría redundando en los precios o en la pérdida de productividad”, añade Jiménez. De hecho, según fuentes manejadas por el CEC, los sectores en los que la reducción tendría un impacto más negativo serían hostelería, comercio, inmobiliario, agroganadero, tecnología y transporte. 

Para los economistas, la reducción horaria tiene que implicar una mejora de la productividad:un concepto que ha sido, tradicionalmente, una de las quiebras estructurales de nuestro tejido económico: “La productividad por hora trabajada no ha llegado a niveles de 2015, y la hemos reducido un 3,3% respecto al último año –especifica Cecilia Jiménez–. Tenemos que resetearnos en general y asumir que, sin un incremento de la productividad, no habrá una mejora del empleo. Y eso pasa, entre otras cosas, por la digitalización”. Cuestiones como la vinculación de la jornada a los márgenes de productividad; una distribución horaria flexible; el refuerzo del control horario o la apuesta por la conciliación laboral se consideran básicos a la hora de aspirar a una reducción laboral óptima.

El sempiterno arrastre de la falta de productividad de la economía española en general; y andaluza en particular; y gaditana en especial, contrasta con otro de los datos clásicos del tejido productivo:el chorro de horas extra sin computar. 

“La introducción del control horario en la jornada completa –indica al respecto Íñigo Molina– tenía como objetivo paliar los seis millones de horas extra anuales que se calcula ni se cobran ni se registran a nivel nacional”. Una estafa que “hemos estabilizado” tanto a nivel laboral como en su traducción en el erario público. 

En lo que se refiere al sector hostelero, “se asume que un registro de jornada es siempre falso –asegura Molina–. A cualquier juez que le presentes unos turnos por Whatsapp, o unos testigos, y un registro firmado, va a poner a la misma altura todo, o a considerar en último lugar el registro”. 

Para Antonio de María, sin embargo, la introducción del control horario –que ya ha cumplido un lustro– ha funcionado en el sector, “distribuyendo horarios en jornadas”. Una solución que, no obstante –prevé–, podría necesitar de alguna corrección con la implantación del control horario de manera digital y centralizada.

Hombre de 35 a 55 años, principal beneficiario de las 37,5 horas

Desde el Colegio de Economistas de Cádiz apuntan que, según el estudio financiero realizado desde BBVA, la reducción progresiva de la jornada laboral afectaría a unos ocho millones de asalariados. El perfil mayoritario sería el de un hombre de entre 35 y 55 años, de nacionalidad española, dedicado a servicios técnicos y profesionales, con estudios de Secundaria y una antigüedad de, al menos, diez años. Las mujeres estarían representadas en menor proporción dado que copan un mayor número de jornadas laborales menores a las 40 horas, de modo que la medida no les afectaría en muchos casos. 

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