El resbaladizo adiós a la sequía en Cádiz

El relajamiento en las medidas de suministro hace temer por una gestión que siga sin pensar en las ‘vacas flacas’

El índice de precipitaciones registrado en el mes de marzo ha sido similar al que rompió la seca del 95

La Comisión de la Sequía mejora las restricciones al riego en Cádiz pero mantiene las de uso urbano

El embalse del Guadalcacín se encuentra actualmente al 45% de su capacidad, lo que se traduce en 360 hm3.
El embalse del Guadalcacín se encuentra actualmente al 45% de su capacidad, lo que se traduce en 360 hm3. / Vanesa Lobo

Quizá son muy jóvenes para recordarlo pero, hasta hace un mes, contábamos los hectómetros cúbicos que ganaban o perdían los embalses por unidades. Tres más, dos menos. Esta semana sumamos cinco, estamos de suerte. Eso era, claro, antes de que el cielo se rompiera. En un marzo que nos ha dejado ojipláticos, la sucesión de cuatro borrascas seguidas ha dejado a la red de pantanos de la provincia (y de toda Andalucía occidental)a un nivel que se puede considerar histórico. “Los datos pluviométricos –comenta Antonio Amarillo, ecologista y miembro de la Mesa Social del Aguasólo son comparables a los del 96-97, que rompieron la sequía de los 90”.

Aún no habíamos llegado a la mitad del mes cuando la red de embalses del sistema Guadalete-Barbate arrojaba un acumulado de 77 hectómetros cúbicos respecto a la semana anterior –un embalse de Charco Redondo entero–. En los días que van del 18 al 25 de marzo, según datos del MITECO, el acumulado era de 141 hectómetros cúbicos respecto a la anterior semana, que ya parecía brutal –volviendo a la comparación:ahí dentro cabe el embalse de Los Hurones–.

Toda la reserva de la provincia, incluyendo Guadarranque y Charco Redondo, se encuentra actualmente al 56,1 % de su capacidad. “Y eso –apunta Juan Clavero, de Ecologistas en Acción– porque tenemos el embalse de Guadalcacín, que es imposible de llenar y baja la media, pero los pantanos de uso directo están casi llenos”.

El registro de precipitaciones en lo que vamos de año hidrológico ha superado ya la media histórica de muchos de ellos, según arrojan los datos de la Red Hidrosur. Ha ocurrido en Grazalema (1.756,2 mm frente a 1.627,6 mm); en el Guadiaro Majaceite a su paso por Ubrique (587,7 mm/ 658,1 mm) y, por supuesto, en tramos de agua que han experimentado importantes crecidas, llevando incluso a desalojos, como es el caso del Guadalete a su paso por Jerez (630,5 mm/ 547 mm), el río Álamo en Benalup (649,1 mm/ 616,9), la Barca de la Florida (587 mm/ 560,8) o en El Portal (578,6 mm/ 516,2).

Los datos pluviométricos en la red de embalses gaditana muestras cifras parecidas, doblando con facilidad la cantidad de agua recogida en la misma fecha del año pasado, y superando en todos los casos –excepto en el del embalse de Guadalcacín– sus medias históricas.

El enorme "mar interior" de la provincia baja la media del porcentaje en la reserva, pero los embalses de uso directo están casi llenos.
El enorme "mar interior" de la provincia baja la media del porcentaje en la reserva, pero los embalses de uso directo están casi llenos. / Vanesa Lobo

1.200 MM ACUMULADOS EN JEREZ

Este mes, las estaciones pluviométricas de la AEMET en Cádiz capital sumaban 600 mm cuando la media en marzo es de 90 mm (90 litros por metro cuadrado); en Rota, con una media similar, se recogían 630 mm. Pero es la estación de Jerez la que ha roto las escalas, sumando 1.200 mm de precipitación acumulada en este mes cuando la cifra suele rondar los 75 mm.

Una tremenda temporada de lluvias que se ha traducido, como no podía ser de otra forma, en el alborozo generalizado por parte de los primeros agentes afectados (los agricultores) y de la administración que, acabado marzo, ha corrido a levantar casi por completo las restricciones en las cuencas de gran parte de Andalucía. Los productores de mango y aguacate –productos tropicales de gran consumo– mostraron como es lógico su “satisfacción” tras cuatro años de sequía –no pueden decir lo mismo los productores de flor cortada de la costa noroeste, que han visto sus campos anegados–. Los arroceros volverán a cultivar tras dos años de escasa o nula producción.

Las Cuencas Mediterráneas Andaluzas han eliminado sus restricciones en Costa del Sol y Campo de Gibraltar; igual que ha hecho la demarcación del Tinto-Odiel.

Aunque el Sistema del Guadalete-Barbate ha mantenido las medidas de ahorro en consumo urbano e industrial (225 litros por persona y día y un 10% de suministro en la segunda categoría), la Comisión de la Sequía reunida el pasado jueves decidió aumentar considerablemente (de los 67 hm3 que suponía el 60% de suministro a 102 hm3) la dotación al regadío en los embalses dependientes del Guadalete e, incluso, superar la media histórica en Barbate y Celemín.

ABRIR EL GRIFO COMO SI NO HUBIERA UN MAÑANA

Una decisión que no se ajusta, al menos según esos datos, a la recomendación que presentaba el informe del sistema de reducir un 25% la dotación a regadío en el área dependientes de Zahara, Bornos, Guadalcacín, Arcos, Hurones y Almodóvar; y cortar un 20% en el sistema de Barbate.

“Lo que estamos viendo ahora en estos comités de sequía –analiza Antonio Amarillo– es que la Junta está gestionando de forma muy alegre: quizá habría que actuar con más cautela en muchos sitios, pero parece que se estuviera recuperando una visión cortoplacista en la gestión. Lo que tenemos –continúa– es más un problema de fondo, estructural, que se puede cronificar con las excesivas demandas”. Nuestro concepto de gestión del agua es tan voraz que los embalses parecen “centros de transformación, más que de almacenamiento”.

Para Juan Clavero, estos primeros movimientos indican que “seguimos en las mismas, continuando con la pauta de un modelo de planificación que ha fracasado: porque las restricciones son consecuencia del fracaso de la planificación. Y hay que planificar para las vacas gordas y para las flacas: es decir, gastar el 50% cada año de abundancia para no tener restricciones en época de escasez”.

“La gente se ríe mucho cuando lo decimos –continúa–, pero las ciudades tienen que ser permeables: una acera tiene que verter a los alcorques; que el agua de las azoteas, por ejemplo, no vaya a los usillos sino a zonas de recarga... Ahora es el momento de pensar y de planificar si no queremos volver a tener un disgusto, de desarrollar un plan hidrológico que sea sostenible y que garantice el agua cuando llueve y cuando no”.

EL CAMPO, VÍCTIMA Y VERDUGO

En la sequía de primera mitad de los 90 aprendimos la lección, sobre todo, en lo relativo a demanda urbana: por entonces, la zona de abastecimiento gaditano chupaba unos 90 hm3: tras las restricciones, la concienciación fue tal que bajamos a los 70. “Teniendo en cuenta –apunta Clavero– que lo que mayor consumo emplea es el uso urbano en baldeos, jardines, etc. Pero en regadío no aprendimos”. Y no deja de tener un punto sadomasoquista el asunto porque luego, cuando llegan las restricciones, el primero en caer es el campo, víctima y causante a la vez de buena parte del problema.

“No se entiende que las comunidades de regantes y las asociaciones de agricultores no pongan coto al crecimiento del regadío –continúa el ecologista–. Muy al contrario, lo favorecen. Tenemos más hectáreas en regadío de lo que es capaz de abastecer la cuenca. Un agricultor debería gastar su concesión en la seguridad de que no le van a cortar el agua, y eso se consigue adaptando demandas a recursos, y aquí se hace al revés”.

En el BOJA, es raro que no aparezcan cada vez dos o tres solicitudes de concesiones de agua, algunas enormes, y casi todas se conceden. Clavero pone de ejemplo la que se ha dado en los Llanos de Villamartín, más de 100 hectáreas de cultivos en intensivo que necesitarán un volumen de agua suficiente para “abastecer a una población de 5.000 personas, como un pueblo de la Sierra”.

Y eso que Cádiz no es hoy día una provincia que tenga pocos recursos hídricos: cuenta con grandes reservas superficiales pero, sobre todo, tiene un salvavidas subterráneo enorme, constituido por el “enorme acuífero de la zona de Grazalema y al aluvial del Guadalete. De hecho, estos días muchos manantiales han reventado”, señala Clavero. “Pero vivimos al día y después, nada importa, como muestra el trasvase del Guadiaro, que lleva ya 35 años trasvasándonos agua –añade–. Se planifica de forma tramposa eludiendo las sequías, y se ponen sobre la mesa unos consumos que después son mucho mayores, en una práctica que es consentida por la propia administración”.

Un ciclista aprovecha el primer día sin lluvias para fotografiar el estado histórico de los pantanos.
Un ciclista aprovecha el primer día sin lluvias para fotografiar el estado histórico de los pantanos. / Vanesa Lobo

EL MALTRATO A LOS ACUÍFEROS

Hemos metido aguacate en la Janda y en el Campo de Gibraltar, más el olivar intensivo en la campiña de Jerez. “El agua de la depuradora iba al Guadalete y se aprovechaba más abajo, en la costa Noroeste, siendo su principal fuente de agua en verano –explica Clavero–. El acuífero de Villamartín está muy contaminado, y también el de la costa: así que, como no les prestemos atención, lo que es nuestro gran salvavidas pueden terminar inutilizado. Primero, por sobreexplotación; y también por cuestiones como la cementación en Chiclana, Puerto Real, El Puerto... si cementas las calles o las urbanizaciones, y haces que el agua que cae vaya únicamente al usillo, no se recarga el acuífero. Para colmo, tienes un problema de gestionar el agua que cae y no sigue su curso natural, y te gastas la pasta en tanques de tormentas y tal... mientras que, en el acuífero, cada vez más mermado, va entrando agua salada”.

¿Cómo llega un territorio de sed histórica –y con proyecciones nada halagüeñas al respecto– a actuar como si el agua le sobrara? Incluso la exporta, si contemplamos los cultivos como un producto directo de la abundancia hídrica. Pues porque tenemos con el agua una actitud de nuevos ricos. Nuevos y precarios.

“Desde la Ilustración y las ideas regeneracionistas del XIX –desarrolla Juan Clavero–, se ha asociado la riqueza agraria con el agua. En las zonas de secano, como la nuestra, era donde más golpeaban las hambrunas. Franco lanza la red de pantanos con los que nutre los cultivos de la Vega y el Campo de Gibraltar. Y, desde entonces, tenemos la idea de que el campo, si no tiene regadío, no vale para nada: y no es cierto, hay plantas que se adaptan, como el pistacho”.

VIEJOS Y NUEVOS ACTORES

“Pero –apunta– cada vez que se ha pedido agua, se ha traído: lo mismo hay que decir eso, qué quieres, siete años totales y después, restricciones; o regar menos pero no tener recortes. Cuando hay sequía, todos los partidos claman que se hagan infraestructuras; y así vamos, con la presa del Guadiaro como salvadora. Nadie considera, por ejemplo, desalinizar el agua: que los regantes monten una desalinizadora y la paguen, que es uso suyo. Las presas las pagamos nosotros. La directiva marco agua de la UE dice que los costes de las infraestructuras tienen que repercutir en los usuarios así que, si haces una presa para regar, que la paguen los regantes”.

“Siempre ha parecido que todo nuestro problema con el agua se debe a la ausencia de lluvias y a la falta de infraestructuras, y de cara a la opinión pública es muy difícil intentar romper ese concepto cultural, que está muy presente: no hay infraestructuras suficientes para almacenar toda el agua que se está perdiendo, sería necesario enviar el agua a otros territorios, el concepto de autovía del agua... El agua ni sobra, ni falta, lo que no podemos es convertir a Almería en Venecia”, insiste Amarillo.

Todo esto, sin contar con la introducción de nuevos actores en el juego. En la provincia de Cádiz, en las últimas semanas, se han dado varias alegaciones a proyectos de hidrógeno verde –que necesita una gran cantidad de agua para su desarrollo–. A pesar de los golpes de pecho, se apuesta por el intensivo y súper intensivo en vez de por la agricultura tradicional: un gesto que está arruinando a la Sierra y que supone abrazar un “modelo especulativo frente a otro de cohesión territorial”, añade Antonio Amarillo. Por no hablar del crecimiento de la fotovoltaica, o de sorpresas como que los centros de datos parecen necesitar mucha más agua de la que se pensaba; o nuevas excusas, como que la presa de Alcolea en Huelva –respaldada por los intereses de la fresa y del sector minero– “ahora se dice que va a evitar inundaciones en Gibraleón, aprovechando el miedo de lo de Valencia”, indica Amarillo. En la gestión del agua también se ve una voluntad de seguir haciendo del territorio andaluz una tierra de sacrificio, convertida en generadora de energía para uso europeo; o como escenario de dos de los siete proyectos mineros que la UE quiere impulsar.

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