El trabajo de Asuntos Internos
La quinta columna del 'narco'
Historias de Cádiz-Herzegovina (Capítulo 23)
De Los Panchos a Camila, de Camilo Sesto a Ricky Martin y de la ranchera de Vicente Fernández al dúo que conformaron no hace mucho David Bisbal y Greecy. Y sin olvidar por ejemplo a Diana Navarro, a las hermanas mexicanas de Ha*Ash o al tándem que compusieron Nicky Jam y Enrique Iglesias. Todos estos cantantes vienen a demostrar que desde siempre uno de los argumentos estrella a la hora de componer temas musicales ha sido el perdón, las disculpas planteadas por errores o engaños y que llevan al protagonista a un remordimiento de conciencia que se supone sincero.
Pero de todo ese rosario de canciones que tienen el perdón como hilo conductor, quizás la más cantada y escuchada a lo largo de la historia haya sido el mítico Perdóname que el Dúo Dinámico publicara con indudable éxito en 1962. Durante más de 60 años, la pareja artística que aún mantienen viva Ramón Arcusa y Manuel de la Calva ha entonado esta balada romántica en la que se implora perdón a un antiguo amor tras un error, al tiempo que se ruega poder reiniciar esa relación.
La política gaditana también tuvo su particular ‘dúo dinámico’, que fue la pareja conformada por Rafael Román y Francisco González Cabaña, quienes dirigieron al alimón el gobierno de la Diputación de Cádiz durante ocho años (1995-2003) para que luego el segundo de ellos se quedara en solitario en la Presidencia ocho años más (2003-2011). Ni Román ni Cabaña se dedicaron profesionalmente a la canción, al menos hasta la fecha, aunque sí coincidieron con el Dúo Dinámico verdadero en eso de pedir disculpas. Ambos lo hicieron en el mismo lugar (la sala de prensa de la Diputación), siendo los dos presidentes de esa administración provincial y por escándalos relacionados con la gestión de esa institución. Y lo hicieron con un intervalo de menos de seis años entre una disculpa y la otra. Porque, al igual que ocurre con muchas canciones a las que se les van sacando versiones más modernas, también en este caso Cabaña emuló en enero de 2007 las disculpas que su predecesor trasladó a la opinión pública en 2001.
Aquel septiembre Rafael Román no pudo tener un regreso de sus vacaciones más movido. A principios de ese mes Diario de Cádiz se hacía eco de un informe elaborado por un sindicalista de la UGT que, partiendo de datos facilitados por la propia Diputación gaditana, concluía que familiares de sindicalistas, de políticos y de funcionarios de esta institución provincial copaban casi todas las plazas de ofertas públicas de empleo convocadas en esa administración. En concreto, entre los años 1995 y 2000 personas con vínculos en la Diputación se habían hecho con el 85% de las plazas ofertadas para funcionarios del cuerpo de Auxiliares de Servicios Especiales y también para veterinarios, carpinteros, auxiliares sanitarios, etc.
El referido informe no hacía sino corroborar lo que desde hacía muchos años era vox pópuli en la Diputación de Cádiz: que el enchufismo allí estaba a la orden del día. Y esa constatación levantó una enorme polvareda, con el PP hablando de escándalo y pidiendo una comisión de investigación y con la UGT, que usó ese informe como un ariete contra la sección sindical de CCOO, reclamando la suspensión de la bolsa de trabajo a la que se recurría para cubrir las vacantes en los puestos eventuales de trabajadores auxiliares en esta institución.
Ya fuera por la fuerte presión social que hubo o por convencimiento propio, lo cierto es que el gobierno socialista de la Diputación que presidía Román y que tenía a Cabaña de vicepresidente optó por coger el toro con los cuernos. Y lo hizo en primer lugar tomando una serie de medidas –creación de esa comisión de investigación, congelación de las bolsas de trabajo, suspensión de todos los procesos selectivos en curso y compromiso de reforma de las bases de contratación en la comisión de Personal– y luego con la insólita disculpa pública del presidente.
El viernes 7 de septiembre de 2001 Rafael Román hablaba así desde la sala de prensa de la institución provincial: “Me considero el último responsable de lo que ocurre en la Diputación y por tanto asumo los errores y pido públicamente perdón. Vamos a aprender de los errores y vamos a llegar hasta el fondo. Y aunque no tengo relación, ni directa ni personal, con los hechos denunciados por la prensa, estoy absolutamente interesado en aclararlo todo”.
Y tras anunciar que se reducirían a la mitad los 57 puestos de libre designación que había entonces en la Diputación, Román también señaló como impulsores del enchufismo a sindicalistas, políticos de gobiernos anteriores y técnicos de la Diputación. “Ha habido mucha gente que ha intentado aprovecharse de los agujeros en las bases de contratación”, dijo también.
Aquel escándalo se fue difuminado con el tiempo, y ello pese a que el Grupo Popular que encabezaba María José García-Pelayo fue muy beligerante contra el gobierno socialista, acusando a Román y a su equipo de realizar estas prácticas de contratación “de mala fe”.
Y si los casos de enchufismo en una administración pública indignan a la sociedad, qué decir de cualquier aumento de sueldo para los políticos. Ahí las reacciones contrarias se multiplican. Y eso fue exactamente lo que pasó en esta misma institución de Cádiz apenas cinco años y medio después.
El 16 de enero de 2007 de nuevo Diario de Cádiz lanzaba la voz de alarma: “Diputados y altos cargos de la Diputación cobrarán 1.100 euros brutos más al mes”. Y se explicaba que esta subida salarial iba a beneficiar a una treintena de cargos de esta institución, entre diputados con dedicación exclusiva, funcionarios de primer nivel, directores de servicios y, por primera vez, los portavoces de los grupos de la oposición, que hasta entonces no cobraban. Con una retención media de Hacienda de un 30%, la subida neta mensual de cada uno de los afortunados oscilaría entre 700 y 800 euros, sin duda una cifra de todo punto desorbitada.
Cabaña la justificó por la necesidad, decía, de actualizar los sueldos de esos altos cargos, que se aplicaban por un estatuto diferente al convenio colectivo y que permanecían inamovibles desde el año 2001. Y aseguraba que se aprobó la subida, pero desconciendo en todo momento la cuantía. Lo curioso es que ese incremento salarial salió adelante tras aprobarse en un pleno anterior bajo el epígrafe de ‘Modificación de estatutos de altos cargos’ y sin que rechistara ningún partido, ni los de la oposición.
En esta ocasión quienes lideraron el rechazo frontal a la medida aprobada fueron los sindicatos, que no dudaron en movilizarse. Incluso lograron boicotear un pleno de la Diputación, con una manifestación improvisaba por los pasillos del Palacio Provincial al grito de “Sí, sí, sí, yo quiero otros mil” y con interminables y sonoros abucheos a todos los políticos.
Tanta fue la presión que Cabaña no tuvo otra salida que anular una subida salarial en la Diputación que él mismo calificó de “escandalosa”. Lo hizo en una rueda de prensa que tuvo lugar el 18 de enero de 2007: “Pido disculpas a la opinión pública, y en especial a los trabajadores de la Diputación, por el error que hemos cometido. El incremento salarial que aprobamos era escandaloso”, se sinceró.
De esta manera la tabla salarial de los altos cargos de esta institución se desvinculaba desde ese momento de la de los diputados con dedicación exclusiva. Y estos últimos verían subir sus sueldos solamente en el mismo porcentaje aplicado al resto de la plantilla según el convenio colectivo vigente.
Y Cabaña, que dijo que la marcha atrás no había sido ordenada por su partido sino que había sido una decisión suya, también aprovechó para opinar que lo que cobraba como presidente de la Diputación –unos 3.520 euros de entonces limpios al mes– era poco “para alguien que dirige una empresa con unos 1.500 trabajadores”.
La respuesta a Cabaña vino desde las filas del PP y en concreto de Teófila Martínez. La alcaldesa de Cádiz dijo que la anulación de esa subida salarial era “lógica”, consideró “inadmisible” que el presidente de la Diputación rectificara “con cara de corderito” y aseveró que lo sucedido se ajustaba a la forma de gobernar de los socialistas “que primero lo intentan y, si no cuela, dicen después que se equivocaron y que era una barbaridad”.
Han pasado 23 años de aquella histórica rueda de prensa de Román y algo menos, 17 años y medio, de la de Cabaña. En este tiempo han sido varios los cargos públicos y las personalidades que se han disculpado por los errores cometidos, y ahí está el ejemplo del hoy Rey emérito, Juan Carlos I, tras su cacería de elefantes en África. Y surge la duda: ¿Sirve de algo? ¿Esa solicitud de perdón está bien vista por la opinión pública? ¿Se les perdona? Hay una frase anónima que dice que “equivocarse es un defecto de todos y pedir disculpas es una virtud de pocos”. Y otros, como el mago y mentalista hindú Amit Kalantri, defienden que “si una disculpa es seguida por una excusa, significa que van a cometer de nuevo el mismo error por el que se han disculpado”. Aunque también los hay como el gran Woody Allen, que dijo un día: “Lo que más odio es que me pidan perdón antes de pisarme”. Así que decidan ustedes.
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