Visto y Oído
Broncano
Tribunales Cádiz
El sacerdote acusado de violar y abusar sexualmente de la mujer de su amigo íntimo ha aceptado la pena de tres años de prisión y el pago de una multa de 4.320 euros en un acto de conformidad celebrado este martes en la Audiencia Provincial de Cádiz.
El religioso, ex capellán castrense, evitó la celebración del juicio toda vez que admitió ser el autor de los hechos por los que venía siendo acusado y por los que la Fiscalía solicitaba 11 años de cárcel.
A la hora de dictar la condena, el tribunal de la Sección Cuarta ha tenido en cuenta dos atenuantes: las dilaciones indebidas que ha sufrido la causa y la reparación económica del daño, pues el sacerdote ya había abonado a la víctima la cantidad de 12.000 euros en concepto de indemnización por los daños causados.
Asimismo, el tribunal ha impuesto al religioso una medida de libertad vigilada durante cinco años una vez que cumpla la condena. Lo cierto es que aún está por resolver si el cura entrará o no en la cárcel, ya que su abogado ha solicitado a la sala la suspensión de la pena de prisión.
A partir del acuerdo alcanzado entre el fiscal, la acusación particular y la defensa del acusado, ha quedado probado que en el año 2013 el religioso, en aquella fecha capellán de las Fuerzas Armadas en la provincia de Cádiz, entabló una fuerte amistad con un hombre, quien llegó a presentarle a su familia, compuesta por su pareja y su hija menor de edad.
Con el paso del tiempo, la confianza fue creciendo, de manera que el sacerdote acudía “casi a diario” al domicilio de la pareja. Además, le hacía regalos a ella y la intentaba a ayudar a conseguir un trabajo como maestra en un colegio privado. “Llegó a ser considerado un miembro más de la familia”.
En esta situación, sobre el mes de abril de 2015, el entonces capellán comenzó “a piropear” a la mujer de su amigo, “a llamarla por teléfono con una asiduidad superior a la acostumbrada” y “a intentar buscar excusas para quedarse a solas con ella”. “Empezó a sobrepasarse en los abrazos que le daba como muestra de cariño”, un gesto que terminaba “con una palmada en el trasero”. Esta actitud molestaba e incomodaba a la mujer, “que no supo cómo reaccionar”.
El comportamiento descrito fue en aumento hasta el punto que “el ex capellán exigía a la mujer de su amigo que le besara en la boca, le tocaba las nalgas y le decía que se había convertido en una persona muy importante para él”, si bien en todas las ocasiones, la perjudicada le refería que no quería nada con él más allá de una amistad, a lo que el capellán respondía: “Dios nos ha hecho para ser felices, no para ser perfectos. Dios lo perdona todo”.
En el mes de julio de 2015, el cura fue destinado a otra ciudad, hecho que aumentó la presión ejercida sobre la denunciante, ya que le repetía constantemente que era una persona muy importante y que tenía que apoyarlo en esos momentos. Asimismo, la llamaba prácticamente a diario y se enfadaba cuando no le cogía el teléfono.
El 30 de agosto de 2015, la pareja quedó con el sacerdote para ir a misa y después comer juntos en su domicilio. En un momento dado, el religioso le pidió a la mujer que lo acompañase a su habitación para entregarle un libro. La hija pequeña de la pareja fue con ellos, pero salió corriendo para jugar con otros niños, una circunstancia de la que se valió el procesado para agarrar por la cintura a la víctima y besarla. “Ella cayó al suelo de espaldas sin mayores consecuencias, le recriminó sus actos y se marchó de la habitación. La perjudicada no se atrevió a contar los hechos recién ocurridos a su pareja”.
Entre la última semana de septiembre y primeros de octubre de 2015, el sacerdote se desplazó hasta el domicilio de la pareja para cenar y se quedó allí a dormir, algo que ya se había repetido en otras ocasiones habida cuenta la estrecha relación de amistad que mantenían. A la mañana siguiente, el religioso aprovechó que su amigo se había ido a trabajar y que la hija menor se había quedado a dormir en casa de una amiga para entrar en la habitación de matrimonio donde aún dormía la mujer.
Al verlo allí, la perjudicada le pidió que se marchara. Él se negó, razón por la que ella salió corriendo y se encerró en el cuarto de baño al mismo tiempo le rogaba que se fuese de allí. El ex capellán le respondió que “se quedara tranquila, que no iba a pasar nada”.
La mujer decidió confiar en el religioso y le abrió la puerta. Entonces él se abalanzó, comenzó a darle besos en la boca, la abrazó fuerte para impedir sus movimientos y la arrastró hacia el dormitorio mientras ella intentaba resistirse agarrándose a los muebles sin éxito. Finalmente, la tiró sobre la cama y la agredió sexualmente.
Durante el transcurso de los hechos descritos, la damnificada le repitió a su agresor que, por favor, parase, que le estaba haciendo daño, que si la quería de verdad, la dejara tranquila y que eso no se hacía a alguien a quien se quería”. Además, la mujer empezó a respirar con dificultad debido a la presión del cuerpo del cura así como por la situación que soportaba. En tales circunstancias, él se marchó y ella huyó de nuevo al cuarto de baño.
A pesar de ser consciente de la gravedad de los hechos perpetrados contra su persona, la víctima no comunicó esta situación a su pareja “por miedo al rechazo de éste”.
Después de todos estos episodios, el 1 de enero de 2016 la pareja decidió ir a visitar al sacerdote a su casa. En un momento dado, el ex capellán quiso llevarlos a ambos a una habitación para enseñarles unas fotografías. Como quiera que su amigo no tenía interés en el asunto, se marchó. El sacerdote aprovechó entonces para intentar abrazar a la mujer y tocarle las nalgas. Ella lo apartó y, en esta ocasión, su pareja sí se percató de lo que estaba sucediendo con el cura, que intentó disimular al verse sorprendido e hizo caer a la mujer sobre unas maletas. A partir de ahí, la damnificada le contó someramente lo ocurrido a su pareja y ambos abandonaron el lugar.
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