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Las 109 sonrisas de la Yeya Ana

Cumpleaños histórico en San Fernando

Ana María González, vecina de San Fernando, cumple 109 años arropada por su familia

Su estado de salud es óptimo, aunque le han quedado algunos problemas de movilidad tras superar el Covid

El mensaje vitalista de la Yeya Ana

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Yeya Ana cumple 109 años / Julio González

San Fernando/A una sonrisa siempre le sigue otra más grande. Y entre medias, muchos "gracias" que suenan sinceros. Y así, entre sonrisas y gracias, Ana María González no puede disimular su felicidad al estar rodeada de una parte importante de su familia. Sentada en su sillón y arropada con un par de mantas para combatir el frío, mira a su alrededor y saluda a todo el que se le acerca para felicitarla. Porque es su cumpleaños, otro 31 de enero que se ha hecho sitio en el calendario para recordarle que cumple un año más. Y está claro que no son pocos.

"Tú agarra el plato por ahí, pero con fuerza ¿eh?, no se nos vaya a caer". Y tras el consejo de una de ellas las dos hermanas, Silvia y Ana, salen de la cocina en dirección al salón con la tarta en sus manos. La responsabilidad es grande porque le llevan la tarta de cumpleaños a su bisabuela, algo que no todos podemos contar. Y presidiendo la tarta, unas velas rojas en forma de números que impactan al verlas, porque marcan la friolera de 109 años. Y es que, sí, esa es la edad que desde ayer martes ha pasado a tener la que es seguro la abuela de San Fernando y puede que de toda la provincia de Cádiz.

Nacida en Medina Sidonia el 31 de enero de 1914 pero residiendo en San Fernando desde que tenía nueve años de edad, Ana María González Sánchez, conocida por sus familiares como la Yeya Ana, da muestras de un estado de salud que sorprende. Porque desde hace pocos meses ha empezado a tener problemas serios de movilidad pero, salvo alguna laguna puntual, mantiene la cabeza en su sitio, identificando a cualquier persona de su familia que se le acerca. Y su familia incluye dos hijas (Ana y Mari Pepa), sus cinco nietos –con sus parejas respectivas– y sus diez biznietos.

La Yeya Ana, rodeada ayer de parte de su familia. / Julio González

La vivienda de la calle Las Cortes en la que reside junto a sus dos hijas viudas fue ayer una fiesta. La tarta se partiría por la tarde, a eso de las cinco y media, y los familiares y los amigos de la Yeya Ana se van acercando cuando pueden, lo cual no es fácil en una jornada laborable.

Pero este cumpleaños tiene un sabor especial. Y es que en agosto del año pasado su salud, que hasta entonces era de hierro, sufrió su primer revés de consideración. La culpa fue del Covid, que la dejó postrada en el hospital de Chiclana durante aproximadamente un mes. La situación alcanzó unos límites muy preocupantes, tanto que los médicos creían que no podría salvarse... pero la Yeya Ana sacó una vez más fuerzas de flaqueza y remontó ante la sorpresa de todos. Y para casa otra vez. Quién sabe, a lo mejor haber recibido antes todas las vacunas anti-Covid influyeron en esta recuperación milagrosa.

Eso sí, la enfermedad y su avanzada edad terminaron dejando secuelas serias en su movilidad. Porque si antes de la enfermedad podía incluso dar algún paseo por La Isla, ahora sólo puede caminar algo por los pasillos de su casa, y además con ayuda.

Nacida en Medina pero vecina de La Isla desde pequeña, trabajó de delineante en la extinta Fábrica de San Carlos

Quien ayer cumplió 109 años es, en pocas palabras, una heroína. Porque sólo así puede calificarse a una mujer que tuvo que romper varios muros, sobre todo en el mundo laboral. Aunque nació en Medina Sidonia, Ana María González tuvo que abandonar muy pronto su localidad natal. Así, y tras un breve paso por Cádiz capital, recaló con apenas nueve años en San Fernando, donde reside desde entonces.

La muerte temprana de su padre, y el hecho de que fuera la mayor de cinco hermanas, la llevaron a buscar un empleo. Y se convirtió casi en una pionera al colocarse como delineante "en la Fábrica de San Carlos", dice orgullosa la Yeya Ana al repasar someramente su vida laboral. Y aclara que desde su casa en el centro de La Isla a su puesto de trabajo en FSC –lo que en San Fernando se ha conocido toda la vida como la Constructora– tenía que hacerlo a pie "e incluso dos veces, por la mañana y por la tarde", apostilla Ana, la hija mayor de la cumpleañera. Y tras su paso por FSC también trabajó un tiempo en la Compañía Sevillana de Electricidad.

Esta obligación de tener que centrarse en el trabajo puede que fuera la razón por la que Ana María González contrajera matrimonio más tarde de lo que en aquella época era habitual. Esa boda sería en 1940, cuando tenía 26 años de edad. Con los años, ella se convertiría en una gran bordadora y en una buena cocinera, mientras que su marido, José Manuel Silva López, pasó a ser muy conocido en San Fernando por su calidad contrastada como artesano y pintor. Tanto destacó en esta doble faceta que tras su fallecimiento en el año 2000 el Ayuntamiento isleño aprobó dedicarle una calle en la zona de Camposoto.

Ana María González saluda a la cámara con su tarta de cumpleaños delante. / Julio González

La Yeya Ana ya ha soplado las velas –con un poco de ayuda, es verdad–, ha sonreído cuando ha visto a sus bisnietas con la tarta y hasta ha tocado las palmas cuando su familia le ha entonado el Cumpleaños feliz. Antes de eso ha tenido tiempo de saludar a varias amigas que le han felicitado por teléfono. Un educado "muchas gracias por llamar" sale de su boca siempre antes de colgar.

Huele a café, un café que va a acompañar el trozo de tarta que la Yeya Ana por supuesto que no va a desaprovechar. "Es que come de todo, le gusta todo y no le hace ascos a nada", aclara su otra hija, Mari Pepa, cuando se le pregunta por la alimentación de su madre. Y Mila, una de las nietas de la cumpleañera, apostilla entre risas: "Mi abuela se vuelve loca con un sandwich de pollo".

Buena parte de su matrimonio de 60 años Ana María González residió con su marido en un piso de la calle San Cristóbal, una vía perpendicular a la calle Real de La Isla. Pero en 2002 su hija Mari Pepa enviudó y ambas decidieron que lo mejor sería que vivieran juntas en este domicilio de Las Cortes. Y el verano pasado, una vez superado el mal trago del Covid, su otra hija, Ana, también viuda, se trasladó igualmente a este domicilio para estar juntas las tres y ayudarse entre ellas.

"A mí no me duele nada y me siento muy bien. Y si hay que cumplir más años, pues adelante"

Mientras llega el café, la Yeya Ana reflexiona sobre su vida y también sobre el futuro, y lo hace con una pizca de sarcasmo que levanta alguna carcajada. Así, cree que en su vida ha sido feliz porque ha vivido muchos momentos buenos, "aunque también ha habido otros malos, ¿eh?", añade para equilibrar la balanza. Y dice con gracia que hay gente más joven que tiene más arrugas que ella. Y cuando se le pregunta si tiene pensado cumplir muchos años más no lo duda: "Yo estoy bien, no me duele nada. Y si hay que cumplir más años, pues adelante, los cumpliremos", afirma mientras vuelve a mostrar su sonrisa eterna.

Quizás esta tranquilidad interior de la que hace gala Ana María González tenga mucho que ver con la fe tan fuerte de la que siempre ha hecho gala y que le hace aún rezar el rosario de manera diaria. "Mi madre no le tiene miedo a la muerte. Ni lo ha tenido nunca, ni lo tiene ahora", recalca orgullosa su hija Mari Pepa.

La cumpleañera muestra un retrato suyo cuando era joven. / Julio González

Cuando la Yeya Ana vino al mundo en Medina Sidonia aquel 31 de enero de 1914, ni siquiera había estallado aún la Primera Guerra Mundial. Este simple dato vale para que cualquier pueda imaginarse, aunque sea mínimamente, todo lo que ha andado y todo lo que ha vivido esta mujer. Pero, ¿cuál es el secreto de esta longevidad cuando, además, nadie en su familia vivió, ni por asomo, tantos años? Ella dice con rapidez que la clave es "reírse mucho", aunque después precisa que también ha sido esencial no haber sufrido jamás una enfermedad seria. Es más, la primera vez en su vida que estuvo hospitalizada fue precisamente el agosto pasado, cuando enfermó de Covid. Y hoy sigue sin tomar ni una sola pastilla. A cambio de eso, todos los días se toma su copita de fino chiclanero antes de almorzar, una copa que endulza con un pelín de moscatel.

El café llega a la mesa al mismo tiempo que se empieza a repartir las tazas y alguien se prepara para ir partiendo la tarta en porciones. Y en esta casa de la calle Las Cortes en la que el cariño de una familia lo embriaga todo, aún suenan los ecos de ese Cumpleaños feliz cantado hace poco y de su frase final: "Y que cumplas muchos más". Ojo, que la Yeya Ana es capaz de seguir haciéndolo, de seguir cumpliendo años. Porque es una heroína, porque es un ejemplo de vida y porque tiene la fuerza de su sonrisa.

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