Un taxi para un dimitido
Historia de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 12
Manuel Pimentel, criado desde niño en Algodonales, cesó como ministro de Trabajo en el año 2000 por un caso de corrupción de un miembro de su equipo
Relevó a Javier Arenas con apenas 38 años, apenas estuvo 13 meses en el cargo y se fue sin hacer ruido y avisando a un taxista
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Alguna explicación tiene que tener. Científicos, médicos, sociólogos y hasta logopedas deberían investigar las razones por las que a nuestra clase política, de la edad que sea y de toda ideología, le cuesta tanto pronunciar el verbo 'dimitir'. No es un verbo irregular ni reflexivo y tampoco debería influir si es o no un verbo transitivo. Pero la verdad es que muy pocos de nuestros representantes públicos han sabido coger una puerta cuando las cosas, por cuestiones propias o ajenas, venían mal dadas. Pero siempre hay excepciones. Una de ellas es la de un gaditano de crianza que demostró en su día no sólo que sabía pronunciar ese verbo sin trabarse sino que además sabía ponerlo en práctica.
La máquina del tiempo que da sentido a esta sección del periódico, y que va y viene del pasado para recordar momentos insólitos de la política gaditana, nos sitúa hoy a casi 700 kilómetros de esta provincia, en concreto en el centro de Madrid, y 24 años atrás. Estamos en el 19 de febrero de 2000, sábado para ser más precisos, en las inmediaciones del Paseo de la Castellana. A cierta hora de la tarde, un taxista que circulaba por la zona respondía afirmativamente al aviso dado desde la central y se encaminaba raudo hasta la puerta de la sede del Ministerio de Trabajo, en el complejo de Nuevos Ministerios, para recoger a un cliente que había pedido este servicio. Lo que no se podía imaginar este taxista era que a su Peugeot 405 se fuera a subir Manuel Pimentel, conocido por muchos como el ministro de Algodonales y que apenas unos minutos antes había comunicado en rueda de prensa su dimisión irrevocable como titular de la cartera de Trabajo en el Gobierno que presidía José María Aznar.
A originalidad a la hora de dimitir nadie le ha ganado a Pimentel en todos estos años, aunque él, casi un cuarto de siglo después, le quita trascendencia a su forma de decir adiós. "Ya había dimitido, primero a través de un fax que mandé a la Moncloa y media hora después en una rueda de prensa, y no me pareció ético marcharme del Ministerio en el coche oficial", afirma con un sentido común inapelable.
Por eso optó por recurrir al taxi. Bueno, por eso y porque a su original dimisión aún le faltaba un epílogo. Y es que Pimentel consideró fundamental decirle adiós personalmente a quienes habían sido hasta ese momento sus principales interlocutores: los agentes sociales. De ahí que esa misma tarde iniciara un periplo para despedirse como es debido de los principales responsables de la CEOE, de Cepyme, de Comisiones Obreras y de la UGT. "El taxista recuerdo que era educado y no muy hablador, pero era lógico porque entre un viaje y otro hizo una buena carrera de más de dos horas", comenta entre risas.
Antes de analizar las razones que motivaron su repentino adiós al Ministerio de Trabajo conviene recordar cómo llegó a Madrid aquel joven que, aunque es verdad que nació en Sevilla en el verano de 1961, tiene todas sus raíces en la localidad gaditana de Algodonales, de donde eran sus padres y sus abuelos y donde mantiene aún a parte de su familia.
Su padre fue interventor en varios ayuntamientos, hasta que logró plaza en la capital hispalense. Allí asentó su familia y allí se formó académicamente Manuel Pimentel, el mayor de once hermanos. Pero casi todos los fines de semana y casi todas las vacaciones, rumbo a Algodonales, a desconectar, a estar con la familia y a apasionarse con el campo y con todas sus maravillas.
Tras acabar la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla, Pimentel se adentra en la política afiliándose al PP y logrando en 1990, sin tener aún los 30 años de edad, un escaño en el Parlamento andaluz. De la mano de Javier Arenas, su mentor político, Pimentel va escalando peldaños, llegando a ser incluso secretario general del PP andaluz, es decir el número dos del partido, entre 1993 y 1994. Este último año, sin embargo, ensaya su primera dimisión, dejando su escaño en la Cámara andaluza y accediendo a la empresa privada. Pero apenas dos años después, y tras el histórico triunfo de Aznar en las elecciones generales de 1996, Arenas tira de nuevo de Pimentel. Primero lo nombra su mano derecha como secretario general de Empleo y en enero de 1999 convence a Aznar para que, pese a tener apenas 37 años, le nombre como su sustituto al frente del Ministerio de Trabajo.
Como ministro Pimentel apenas duró 13 meses. ¿Y por qué dimitió? La principal razón estuvo en un caso de corrupción que salpicó a uno de sus cargos de confianza, Juan Aycart, a quien el propio Pimentel había nombrado director general de Migraciones. Muy poco después se destapó que una empresa dedicada a dar cursos de formación y cuyos propietarios eran Aycart y su esposa, llevaba tiempo recibiendo subvenciones del Estado. Aycart fue cesado, Pimentel dimitió y hoy afirma que en su decisión influyó mucho este caso "porque el implicado era un colaborador mío" pero también "que mi ambición política era muy limitada, que estaba incómodo con algunas decisiones que se habían tomado desde el Gobierno y que llevaba ya un tiempo pensando en dejarlo". Pero pese a todo dice que siempre le estará muy agradecido a Aznar por darle aquella oportunidad y que los años no han cambiado "la admiración y el cariño que le tengo a Javier Arenas, que fue mi líder y que es mi amigo".
Su dimisión, la única en los ocho años de Aznar como presidente del Gobierno, no gustó nada en el seno del PP, sobre todo porque se produjo apenas 22 días antes de las elecciones generales del 12 de marzo de 2000. Pero la espantada de Pimentel no tuvo repercusión en las urnas, ya que el PP pasó de los 156 escaños que logró en 1996 a 183 sólo cuatro años después, con una mayoría absoluta que propició esa misma noche electoral la dimisión del candidato socialista, Joaquín Almunia, como secretario general del PSOE. Mira, otro que fue capaz de decir 'dimito' sin que se le desencajara la boca.
De aquel primer Gobierno de Aznar (1996-2000) se recuerda sobre todo la creación de empleo y las buenas relaciones con empresarios y sindicatos que desembocaron en el primer Plan de Empleo y en una apuesta decidida por el diálogo social. Buena culpa de aquello recaía en Arenas y Pimentel, de ahí que éste quisiera despedirse de los agentes sociales como se merecían.
A partir de ahí, y ya sin una cartera ministerial que asir, Manuel Pimentel rehizo su vida asentándose en la Sierra de Córdoba, sacándose el título de ingeniero agrónomo, convirtiéndose en doctor en Derecho y en diplomado en Alta Dirección de Empresas, ejerciendo como abogado especialista en resolución de conflictos, impulsando la editorial Almuzara de la que es propietario, publicando un amplio número de novelas de diferente índole y dirigiendo un programa televisivo sobre Arqueología que se sigue emitiendo 13 años después. Como ven, no sólo los niños pueden ser hiperactivos.
Entre medias, su baja en 2003 como militante del PP al estar en desacuerdo con la guerra de Iraq. Y luego una fallida vuelta a la política en el año 2004, cuando se presentó como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía al frente de Foro Andaluz, un partido de ideología andalucista moderada que fracasó al lograr apenas el 1,2% de los votos.
Y todo ello sin olvidar su relación tan estrecha con Algodonales, una localidad que siempre le ha demostrado su cariño nombrándole Hijo Adoptivo en el año 2000, poniéndole su nombre a una de las principales vías de acceso al casco urbano, erigiendo un monumento que lleva su nombre y designándole para que en el año 2010 asumiera el papel de alcalde pedáneo en la recreación histórica del levantamiento del 2 de mayo en Algodonales contra las tropas francesas. "Cada vez viene menos al pueblo, porque le va quedando menos familia, pero la gente siempre le ha mostrado mucho cariño, quizás porque él es una persona muy llana y muy cercana", dice el actual alcalde algodonaleño, Ángel Acuña, de un Manuel Pimentel que puede presumir también de tener una Placa de Oro de la provincia que le otorgó la Diputación de Cádiz en 2002 por su contribución a la creación del programa Rutas Arqueológicas de los Pueblos Blancos.
Reconoce Manuel Pimentel que una de sus pasiones es la arqueología y explica que esa afición le viene de sus estancias infantiles en Algodonales, un municipio donde se han descubierto asentamientos íberos y donde, como ocurre en muchas zonas de la Sierra de Cádiz, hay un sinfín de cuevas, simas y cavidades. En ellas entraba a inspeccionar Pimentel cuando era niño acompañado de primos y amigos "con muy poca luz solar y con ayuda de alguna linterna", recuerda. Pero siempre con la mente puesta en la salida.
Por eso alguien le debería recomendar a Yolanda Díaz que se dé una escapada por Algodonales, sobre todo después de que la aún vicepresidenta del Gobierno haya sorprendido a todos al anunciar esta semana una dimisión que es pero que no es, porque se niega a dejar su puesto en el Ejecutivo pese a los numerosos reveses electorales de su partido, Sumar. En Algodonales Díaz no sólo puede aprender a conjugar el verbo 'dimitir', desde el presente de indicativo hasta el pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo, sino que puede adentrarse en alguna de sus cuevas y buscar la salida. Porque es importante saber salir de los sitios. Que le pregunte si no a Manuel Pimentel, el ministro que dimitió y se fue en un taxi.
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