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–No lo había pensado –ríe–. Pero sí es verdad que con la comedia tenemos el paladar afinado. Esta obra es algo tan en equipo y el montaje es tan petardo, en el buen sentido, que creo que se lo van a pasar muy bien. Es muy carnavalero, fíjate. No vamos al Falla, que ya me gustaría porque es una espina que tengo clavada, pero un día sé que la sacaré. Hay mucho travestismo, cambio de personajes, música y fiesta total. Confío en que van a disfrutarlo e incluso participar. ¡Veremos a ver si no se nos vienen arriba! Para Cádiz el teatro es un poco su casa.
–¿Cómo le llega este proyecto?
–Me llega por Pepón (Nieto), me conocía de antes por otros trabajos, como En tierra extraña. Él vio ese espectáculo en Madrid y al tiempo me llamó, entiendo que porque le gustó mi trabajo –ríe–. También vio que había un cachondo dentro de mí y él tenía ganas de formar una compañía que fuera divertida dentro y fuera del escenario. No fue por vía directa en realidad, sino que me propuso un taller de creación con Andrés Lima, el director de la obra. He flipado con su trabajo.
–¿Qué retos le ha supuesto?
–Por un lado, que es frenética, tiene un ritmo espectacular. Se llama La comedia de los errores porque está llena de tantos errores que hasta nosotros mismos nos acabamos confundiendo con quién es quién. Hacemos de todo en escena, nos falta cosernos una bufanda, lo que sea. Y, por otro lado, el reto cuando uno hace este tipo de farsa, de comedia loca, es mantener la verdad, la profundidad, y seguir viendo el texto de Shakespeare detrás.
–¿Expectativas satisfechas?
–Se están superando. Me duele la boca de dar las gracias por trabajar con un equipo así, es un paso muy importante en mi carrera. Con el espectáculo pensábamos que estábamos haciendo algo divertido y efectivo, pero resulta que está funcionando muy bien, no paran de salir bolos, todo el año que viene seguramente.
–¿Cómo se vive el proceso de crear un montaje tan coral?
–En inglés interpretar se dice play y con Andrés (Lima) está elevado a la máxima potencia. Para cada escena te propone un juego nuevo que explorar. No sé todavía cómo ha conseguido sacar lo mejor de cada uno y, aun así, lograr algo uniforme. Es complicado formar elenco con gente tan distinta y por eso es uno de los mejores de España, lo ha bordado. El trabajo fue arduo pero divertidísimo. Hemos sido compañeros desde el día uno, sin dramas ni pompas. Es lo que hace que estas personas tengan esas trayectorias.
–¿Por qué sigue conectando Shakespeare con el público?
–Porque el tío era mu listo, conoce al ser humano. Cuando lo leo pienso que 500 años no son tantos. En nuestra obra se ve, por ejemplo, la contraposición entre el personaje de Adriana, que reclama unos derechos de la mujer que flipas, tal cual él lo escribió, y la figura de su hermana, con una especie de crítica a la iglesia, con explicaciones muy disparatadas sobre creencias conservadoras de las que puedes permitirte reírte en la comedia pero que, sin embargo, son las creencias de mucha gente.
–¿Qué ha aprendido de la condición humana a través del teatro?
–Que todos tenemos a todo el mundo dentro: a la feminista y a la conservadora, al marichulo, al ladrón, al asesino, al pacifista... El ser humano es muchas cosas a la vez y el teatro te lo humaniza. No lo justifica, sino que eres capaz de ponerte en los zapatos de otro y ver por qué una persona hace eso tan loco e imposible de comprender. Me parece esencial hoy que estamos en un proceso de ver cómo funcionan las redes sociales. No he encontrado otra herramienta mejor para eso que el teatro.
–Estudió biología y acabó sobre el escenario. ¿Acertado error de cálculo o puro azar?
–Con 12 o 13 años ya dije que quería ser actor. Estudié biología porque quise, siempre he sido curioso, era de los pocos en el instituto a los que le interesaba lo que le estaban contando. Hacia la mitad de la carrera empecé a bailar y de ahí acabé en arte dramático. Descubrí que no podía ser feliz trabajando en un laboratorio. Me gusta saber de biología, de física, pero hacerlas es otra cosa. Más que un error de cálculo han sido avatares de la vida.
–Te diría que, a priori , no tiene mucho que ver. Me venía de una necesidad de expresarme, sentía que podía aportar algo a algunos temas. Me sirvió para descubrirme mi propio personaje vital. No es que yo sea Mr. Avelain todo el tiempo porque moriría joven –ríe–, pero me ayudó mucho a aceptarme a mí, la pluma, el ser una persona intensa. Supongo que gané una confianza que luego se reflejará como profesional. A lo mejor me ha dado un temple frente a la cámara y poder ver qué funciona, qué puede atraer, pero no mucho más.
–¿Por qué merece la pena seguir apostando por la cultura?
–La cultura no va a morir nunca. Me parece importante valorarla y ser consciente de lo que tenemos. Hace que la vida sea más plena. Lo que tú eres tiene mucho que ver con cómo te cuentan las cosas.
Con una interesante y ascendente trayectoria teatral desde 2017, Avelino Piedad (Cádiz, 1987) confiesa que “los personajes reivindicativos me ponen mucho, sobre todo si tienen que ver con mi colectivo. Defender a los maricones me parece lo más porque lo vivo en primera persona. Creo que todos los personajes, interpretados de forma honesta, son reivindicativos”. Al respecto, el gaditano ha tenido la oportunidad de meterse en la piel de Rafael de León en la propuesta En tierra extraña, junto a Diana Navarro y Alejandro Vera, papel que lo nombró Mejor Actor en la XIV edición de los Premios del Teatro Musical. Logró también el Premio Nazario por Orgullo S.O.S. en la I Muestra de Teatro con Orgullo en Sevilla y, posteriormente, se enfrentó al monólogo El Gé, sobre la realidad del chemsex. Papeles todos que, desde diferentes perspectivas, dialogan con la diversidad.
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