Los últimos de Bosnia
Fin de la misión en los balcanes Las Fuerzas Armadas, con una mayoría andaluza, dejan el país tras 18 años
La participación de la Infantería de Marina en la misión ha llevado a miles de gaditanos y andaluces al país balcánico en 14 años · A punto de regresar a San Fernando, y desde la base de Camp Butmir en Sarajevo, cuentan su experiencia
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Desde el aeropuerto de Sarajevo hasta Camp Butmir, la base en la que han estado las tropas españolas los últimos años de misión en Bosnia, hay apenas 15 minutos. Poco tiempo para hacerte una idea sobre cómo está un país que ha sufrido una guerra civil hace menos de 18 años. Pero, al menos, ves gente en sus calles. Un hombre paseando a su perro, unos albañiles trabajando, carteles de los candidatos de las últimas elecciones, varias pistas de baloncesto o ropa colgada en los balcones, señal inequívoca de que hay vida.
En la base, los militares que estos días se encuentran recogiendo para volver a casa, cuentan más. Han sido 18 años de misión y a los soldados sí les ha dado tiempo a ver de todo. Y te lo explican además andaluces, el grueso de ellos gaditanos. De Cádiz, Chiclana, Jerez y, cómo no, de San Fernando. De la ciudad isleña han ido partiendo cada cuatro meses desde 1996 cientos de componentes de Infantería de Marina, del Tercio de Armada; y hoy, cuando termina el trabajo, se puede contabilizar en miles los militares gaditanos y andaluces que han pasado en algún momento, en todo este tiempo, por Bosnia-Herzegovina. Algunos han ido hasta tres veces. Su granito de arena han aportado a la estabilidad actual del país balcánico y a que la ministra de Defensa, Carme Chacón, dijera el pasado lunes: misión cumplida.
De 1996 a 2008 Bosnia-Herzegovina ha experimentado un cambio "abismal", hablan ellos. "Entonces estaba todo destruido. Recuerdo haber venido por aquí o por la ciudad de Trebinje -donde en un principio estaban las tropas españolas- y no había nada. Falta de alimentos, los niños con enfermedades, los hospitales sin ninguna medicina... un desastre". Es la experiencia del capitán José Manuel Benítez, de Jerez, que nada más finalizar la guerra trabajó como oficial de enlace en las primeras elecciones que se realizaron tras el conflicto. "Había mucho odio entre las etnias. Teníamos que escoltar a autobuses de desplazados para que fueran a votar. Y en una zona serbia te decían: ¿Pero a quién traéis a votar? Aquí un bosnio no vota".
Nada que ver con las realizadas recientemente. "Han sido una prueba de fuego y no ha habido ningún incidente", añadía Antonio Lois, sevillano y oficial del CIS de la plana mayor del Batallón Multinacional, el batallón al que hasta hace unos días pertenecían las fuerzas españolas junto a otros países de la Unión Europea.
En la charla con estos soldados, en la cafetería donde se reúnen los componentes de la misión de la UE, Eufor, no esconden haber quedado marcados en su día por las imágenes de pobreza, de niños tirados en la carretera, pegándose por un bocadillo. Y por la minas, todo lleno de minas. "Había zonas totalmente pobladas y entonces no te podías ni mover por las carreteras". ¿Y quedan muchas? "Pues sí que quedan -contestan-. Además es un país muy lluvioso y donde antes estaba señalizado como zona minada ahora se han podido mover y no sabes realmente donde están. Es muy costoso desactivarlas".
Son cosas de la guerra. Como lo es que por el sur sólo te encuentres con mujeres. O que en Sarajevo, ciudad sitiada durante el conflicto, te encuentres fachadas aún acribilladas a balazos. O que en Mostar, en la plaza de España, donde acudió el lunes la ministra de Defensa, se vea un edificio totalmente renovado y otro sin levantar. O que una distancia de 60 kilómetros se tarde en recorrer dos horas por carretera.
Pero 2010 es otra historia. Eso aseguran. La cabo sevillana Noelia Romero, destinada en San Fernando desde hace diez años, lo ha visto en fotos. Las fotografías que le muestran compañeros que vinieron en anteriores ocasiones no se parece en nada a lo que ella está viviendo en su misión. "Era deprimente. Aún quedan edificios derrumbados pero junto a ellos hay muchos nuevos. Esto ya no parece un país tercermundista como entonces".
También lo tienen claro por la gente, por la expresión de las caras de los ciudadanos bosnios. "Está totalmente cambiada, no es la que vi en 1999", explica el sargento Javier Mota, de Chiclana. "Ese año, cuando nos acercábamos a la gente, había rechazo. Tenían miedo al verde, a lo militar. Creían que íbamos a hacerle daño. Hoy es totalmente lo contrario", afirma.
Y, no es por echarse flores, pero están orgullosos de su trabajo en un lugar que encontraron destrozado y que ahora, dicen, ha cumplido su mayoría de edad y debe empezar a volar solo. "Ya toca retirarse y que ellos empiecen a andar por sí mismos", dice el sargento Juan Carlos Roldán, de Cádiz. "Aunque ellos tienen pena -añade-. El otro día en la peluquería nos decían que nos van a echar de menos".
Porque una vez ganada la confianza, sobre todo en la zona del sur, casi siempre controlada por los españoles en estos años, España deja buen sabor de boca. Asevera el sargento Mota que en el último viaje a Trebinje entraron en una venta: "¿Cuánto es? Nada. Aquí los españoles no pagan". Y el capitán Benítez insiste: "Ellos dicen que cuando llegamos pudieron salir a la calle, a comprar, a hacer vida". "Lógico -dice el oficial Lois- si saben que un pueblo tiene luz o agua gracias al trabajo realizado por los españoles".
Eso comentan todos allí, la propia la ministra lo dijo, y en algo deben llevar razón cuando 12 ciudades de Bosnia-Herzegovina tiene alguna placa u homenaje a las tropas españolas o cuando la principal plaza de Mostar se llama plaza de España. No es de extrañar que algunos estén preocupados. Las peluqueras, los limpiadores, los intérpretes de la Base. Su trabajo peligra, "pero ellos también quieren salir adelante, entrar en la Unión Europea, sin nadie".
No ha sido todo un camino de rosas. En Bosnia-Herzgovina han perdido la vida 22 militares españoles y un intérprete, la mayoría en accidentes de tráfico. Y aún así, España también debe estar agradecida. Si Bosnia ha cumplido la mayoría de edad, las Fuerzas Armadas han podido soplar las velas por lo mismo. "Hemos ganado fiabilidad. Los soldados de otros países nos miran de otra manera, no como cuando llegamos", comentan.
La contribución de los andaluces y gaditanos ha sido esencial. La Infantería de Marina está en Líbano, ha estado en Haití, pero Bosnia Herzegovina es la que más gente ha acaparado, y decir Infantería de Marina, Tercio de Armada, es hablar de San Fernando. Al ser casi todos de la Brigada de Infantería de Marina la mayoría salieron de La Isla, y si no son de la provincia son adoptados por su pertenencia a la Armada. Por eso el 'hasta luego' del ciudadano local que balbucea español suena con acento andaluz. Por eso, hay más de uno que se ha enamorado en Bosnia y se ha quedado allí.
Desde el aeropuerto de Sarajevo a Camp Butmir hay apenas 15 minutos, pero en ese tiempo pasas por los dos estados en los que se dividió Bosnia-Herzegovina tras la guerra entre las etnias que pueblan el territorio -bosnios, sebios y croatas-, la República Srpska y la Federación de Bosnia y Herzegovina. Si el taxista que te lleva es serbio te llevará por unas carreteras y si es bosnio por otras.
Las huellas de la guerra ahí están. Pero "esto sube", dicen los soldados que quedan en la base y que han visto crecer año tras año el país. "En el día a día se ve. Esto es una ciudad normal". "No nos necesitan para nada, son un país mayor de edad". Sobre el día 13 de noviembre los últimos de Bosnia volverán a La Isla.
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