Acercamiento de las dos orillas
Historias de una tensa vecindad
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 24
Era de Chiclana. Mucha gente sabe lo que pasó, lo que hicieron y cómo se les terminó denominando, pero muy pocos, por no decir casi nadie, saben sus nombres o sus lugares de procedencia. Y resulta que uno de ellos era de Chiclana. Y además no era uno cualquiera sino el mismísimo capitán que les mandaba. Pero pese a ello, pese al papel tan trascendental que le tocó desempeñar, hubo que esperar muchos años para que el Ayuntamiento de su ciudad le rindiera homenaje a Enrique de las Morenas, que ese era el nombre de aquel capitán de Infantería chiclanero que estuvo al mando del batallón que terminó pasando a la historia como ‘los últimos de Filipinas’.
Lo que sucedió es bien conocido. Durante la friolera de 337 días, es decir, casi un año entero, un contingente militar español resistió de manera heroica un asedio de las tropas enemigas encerrados en una iglesia. Aquello se produjo desde el 30 de junio de 1898 al 2 de junio de 1899, hace por tanto un siglo y cuarto, y fue en la otra punta del planeta, en Asia, en un poblado llamado Baler ubicado en la costa oriental de Luzón, la principal isla del archipiélago filipino.
Aquella 4ª Compañía del Batallón de Cazadores Expedicionarios que se hizo fuerte en el llamado Sitio de Baler estaba compuesta inicialmente por 53 militares y tres sacerdotes. Al frente de todos ellos, el capitán De las Morenas, los tenientes Juan Alonso Zayas (natural de San Juan de Puerto Rico) y Saturnino Martín Cerezo (de la localidad cacereña de Miajadas) y el médico marbellí Rogelio Vigil de Quiñones. En ese año de encierro hubo hasta 21 bajas, unas por disparos, otras por deserciones y la mayoría víctimas del beri-beri, una dolencia que surge por la falta de vitamina B1, que causa una severa rigidez de las extremidades y que termina siendo mortal si no se ingieren alimentos frescos. Precisamente una de esas víctimas mortales fue el capitán De las Morenas, que perdía la vida el 22 de noviembre de 1898, a la edad de 43 años, al contraer esta enfermedad.
Pero los últimos de Filipinas terminaron convirtiéndose en héroes no sólo porque supieron resistir aquel asedio durante tanto tiempo sino porque se negaron a rendirse pese a las presiones ejercidas desde el exterior en las que se les informaba que España había capitulado ante los filipinos y ante los estadounidenses, perdiendo todas sus posesiones tanto en Asia como en el Caribe. Hasta que no recibieran una orden expresa de las autoridades españoles seguirían resistiendo, repitieron hasta la saciedad. Y así lo hicieron durante casi un año.
De resistencia también saben mucho en la Sierra de Cádiz. Por ejemplo de resistencia política. Y es que en este apartado esta provincia también ha tenido su propia versión de los últimos de Filipinas, pero en clave serrana y por duplicado. Porque en 1999 decíamos adiós en la localidad de Prado del Rey al último alcalde del CDS que quedaba en Andalucía, y a uno de los últimos de toda España. Y en la actualidad está sucediendo algo similar en otra población de la Sierra como es Benaocaz, donde su alcaldesa es la única que ha tenido y aún tiene Ciudadanos en toda la provincia de Cádiz y una de las últimas que aún mantienen estas siglas en la comunidad andaluza.
El último de Filipinas en Prado del Rey llevaba –y lleva– el nombre de José Luis Mariscal. Funcionario y representante sindical de las extintas Cámaras Agrarias, Mariscal se estrenaba en política en 1987, cuando ni siquiera había cumplido los 40 años de edad. Y lo hacía como candidato a la Alcaldía pradense por el Centro Democrático y Social (CDS), aquel partido que se sacó de la manga el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, con el que intentó reverdecer los viejos laureles de la difunta e histórica Unión de Centro Democrático (UCD) pero que se quedó siempre muy lejos de las expectativas.
Precisamente en esas elecciones municipales de 1987 el CDS vivió en la provincia de Cádiz y en toda España su mejor resultado, aunque sin llegar jamás a poder ser considerada una fuerza mayoritaria. Porque si en su debut en los comicios locales de 1983 estas siglas de centro sólo lograban en la provincia 2.172 votos y cinco concejales, apenas cuatro años después subían a 32.757 votos, con 62 concejales repartidos en varias localidades gaditanas, un diputado provincial precisamente por la comarca de la Sierra y hasta tres alcaldes: el incombustible Antonio Morillo (Vejer), Eulalia Ortega (Villaluenga) y el propio José Luis Mariscal. Por apenas 75 votos de diferencia el candidato del CDS en Prado del Rey superaba al PSOE, se convertía en la fuerza política más votada y gracias al pacto suscrito con el PA lograba recuperar para el centro político esta Alcaldía que presidió Diego Tamayo (UCD) entre 1979 y 1983 y que luego, entre 1983 y 1987, estuvo en manos del socialista Heliodoro Tamayo.
De aquel triunfo electoral han pasado 37 años pero Mariscal lo sigue recordando como si fuera ayer. “Es que era una forma de hacer política totalmente diferente a la actual. En esa época todos los concejales éramos amigotes y todos pensábamos exclusivamente en nuestro pueblo. Al principio estuvimos dos años gobernando con el PA, después ese acuerdo se rompió y entraron en el gobierno los concejales del PSOE y de Alianza Popular (AP). Allí todos teníamos delegaciones y ninguno cobraba nada. No pensábamos en nuestros partidos porque estábamos todos al servicio del ciudadano”, rememora.
Pese a que han pasado tantos años Mariscal sigue aún sin saber definirse políticamente. “Yo es que nunca he sido ni de izquierdas ni de derechas. Esta postura tibia también la tenía cuando era alcalde, por eso quizás nunca me afilié al CDS. No sé, no puedo explicarlo”, reflexiona a sus 77 años.
Curiosamente la etapa de Mariscal como alcalde de Prado del Rey fue creciendo con los años al mismo tiempo que en España, en Andalucía y en la provincia de Cádiz el CDS se iba desmembrando. Porque en Prado del Rey este partido pasó de los cuatro concejales que logró en 1987 a los ocho que sacó tanto en 1991 como en 1995. Era un éxito indiscutible porque eso significaba gobernar con mayoría absoluta en una Corporación de 13 ediles. Pero, en paralelo, el CDS apenas lograba en 1991 en toda la provincia 13 concejales (tres en Vejer, uno en Chiclana, otro en Barbate y los referidos ocho de Prado del Rey), mientras que en 1995 esa representación centrista se limitó a los ocho representantes de la localidad pradense.
En el mandato 1995-1999 la de Prado del Rey era la única Alcaldía del CDS en toda Andalucía “y en España creo que sólo teníamos otra en un pueblo de Ávila”, matiza Mariscal. Eso le llevó a tener que asumir la representación de los alcaldes en actos del partido en Madrid e incluso en Bruselas. “Iba yo pero porque no había otro”, recuerda entre risas. Hasta el mismísimo Adolfo Suárez rindió una visita informal a Prado del Rey a finales de ese mandato, en torno a 1998, para felicitar a Mariscal por sus logros y para agradecerle su fidelidad.
Es evidente que mal no lo tuvo que hacer José Luis Mariscal para lograr el apoyo de sus vecinos durante 12 años en los que la consecución de un polígono industrial puede que fuera el principal éxito de su gestión. Y también es evidente que, como suele pasar de manera cíclica en muchos ayuntamientos, el desgaste le terminó pasando factura. Eso fue lo que sucedió en 1999, cuando la lista del CDS que por cuarta vez consecutiva lideraba Mariscal era derrotada claramente por la del PSOE que estrenaba candidato en la persona de Fernando Pérez Castillo. Arrancaba una etapa de clara hegemonía socialista que duró otros 12 años.
El batacazo electoral de Mariscal en ese 1999 fue duro, al quedarse con apenas tres ediles. Pero ese grupo municipal no renunció a su labor de oposición, manteniéndose en ese sitio durante cuatro años en los que, ahí sí, fueron los últimos concejales del CDS en toda España, hasta que cerraron definitivamente el kiosco en 2003.
Las casualidades de la vida hacen que aquella etapa política de Prado del Rey se esté repitiendo en la actualidad en Benaocaz, donde el poder municipal recae en la persona de Olivia Venegas, la única alcaldesa que ha tenido y tiene en esta provincia el partido que fundara Albert Rivera, Ciudadanos.
Venegas hizo su debut en política en las elecciones municipales de 2019, una cita en la que esta formación naranja logró hasta 37 concejales en toda la provincia, aunque sin lograr ninguna Alcaldía en el inicio de ese mandato corporativo.
En Benaocaz Venegas lograba dos ediles y, tras pactar con el PP, arrebataban el poder al PSOE, que había sido la fuerza más votada. Pero la nueva regidora, la popular Ana Belén García, renunció al cargo a mitad del mandato por cuestiones personales. Ciudadanos apretó fuerte al PP para hacerse con esta Alcaldía y lo terminó logrando. En enero de 2021 Olivia Venegas se convertía en la primera alcaldesa de este partido en toda la provincia, un cargo que reeditó tras las elecciones locales de 2023.
Curiosamente en esos últimos comicios Ciudadanos sólo lograba tres concejales en la provincia, localizándose los tres en Benaocaz, aunque hace escasa fechas uno de ellos ha abandonado las filas del partido y se ha integrado en el grupo de los ediles no adscritos por desavenencias con la alcaldesa, que pese a todo sigue gobernando con mayoría absoluta al mantener vigente su pacto con el PP.
La de Benaocaz es una de las escasas siete alcaldías que Ciudadanos conserva en Andalucía, junto a las de los municipios jiennenses de Porcuna y Arjonilla, la de la población granadina de Quéntar, la de Cumbres Mayores (Huelva) y las de las localidades almerienses de Lúcar y Carboneras. La ausencia de la más mínima estructura de partido deja a todos estos regidores a la intemperie, sin posibilidad alguna de recibir asesoramiento o de ejercer fuerza de manera conjunta.
En cierto modo Olivia Venegas está aislada en la Alcaldía de Benaocaz, como le pasó a José Luis Mariscal en Prado del Rey hace 25 años o como le pasó a nuestros héroes en el Sitio de Baler hace un siglo y cuarto. Estos últimos terminaron saliendo de aquella iglesia con la cabeza alta y con todos los honores por parte de los que habían sido sus enemigos durante todo un año. En política suele pasar algo parecido, que se le terminan reconociendo los logros al adversario, pero, por lo general, para que eso suceda hay que dejar que pasen unos años.
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