Albinoni contra su adagio
Albinoni | 350 años de su nacimiento
En el trescientos cincuenta aniversario de su nacimiento, la fama de Albinoni sigue anclada en una obra que jamás escribió
En 1958, la editorial Ricordi publicó una obra bajo el título de Adagio in Sol minore per archi e organo su due spunti tematici e su un basso numerato di Tomaso Albinoni (Mi 26). El musicólogo Remo Giazotto (1910-1998) decía haberlo reconstruido a partir de un manuscrito mutilado que halló en la Biblioteca de Dresde, adonde habría llegado de las ruinas de la ciudad, destruida en la Segunda Guerra Mundial.
Eran los años en que la música instrumental de Antonio Vivaldi había empezado a difundirse por el mundo, y la presencia de este otro veneciano, contemporáneo del autor de las Cuatro estaciones, animó al sector. El Adagio se hizo tan popular que Karajan vendió millones de copias de discos puestos bajo su reclamo, y se hicieron de él infinidad de versiones (hasta Camilo Sesto grabó la suya).
Cuando el movimiento historicista se hizo fuerte, ya en los años 80, algunos preguntaban por qué nadie grababa el Adagio de Albinoni con instrumentos de época. La respuesta era sencilla: la obra no era de Albinoni ni de ningún compositor barroco. Nadie sabe de dónde sacó la inspiración Giazotto, pues la Biblioteca Estatal de Dresde negó en 1990 estar en posesión del supuesto manuscrito. La paradoja del asunto es que Giazotto ocultó bajo el nombre de Albinoni (de quien fue biógrafo) uno de los mayores éxitos populares de la música clásica del siglo XX.
Pero, ¿quien fue Albinoni? Hijo de un papelero y fabricante de naipes, había nacido en 1671 y tuvo una exquisita formación musical. Estudió violín y canto, pero quiso ser un diletante antes que ponerse al servicio de corte o noble cualesquiera. La fortuna familiar se lo permitía. Es cierto que en sus Sinfonie e concerti a cinque Op.2 (1700) se presentaba como servo del duque de Mantua, pero el término parece más bien una fórmula de dedicatoria. No está acreditado que trabajara para él.
Aunque hizo alguna incursión en la música religiosa (una misa a tres voces es todo lo que ha quedado de esa faceta de su arte), Albinoni destacó sobre todo como operista y, en menor medida, como autor de colecciones de música instrumental. Su primera ópera (Zenobia, regina de ‘Palmireni) se representó en 1694 en el teatro de los SS Giovanni e Paolo de Venecia. Ese mismo año dio a la estampa su Op.1, una colección de 12 sonatas en trío.
El éxito de sus óperas en Venecia hizo que empezaran a representarse en otras ciudades italianas, como Florencia o Milán, a las que viajó de forma regular. Desde aproximadamente 1710 empezó a presentarse como "musico di violino". Hay noticias de que creó una exitosa escuela de canto, pero no han quedado rastros de fechas. En 1721, a la muerte de su padre, se repartió el negocio familiar con sus hermanos, pero las deudas hicieron que la empresa acabase en manos de un acreedor, por lo que Albinoni empezó a vivir exclusivamente de su trabajo musical.
En 1722 su carrera está en el cénit. Nuevas publicaciones de obras instrumentales tienen gran difusión, y sus óperas empiezan a representarse de forma habitual fuera de Italia. Su relación fue especialmente importante con el elector de Baviera en Múnich y con la corte imperial vienesa. Su ritmo de composición fue reduciéndose y parece haberse retirado en 1741. Las noticias confusas de su muerte (en enero de 1750 o 51) hablan de que pasó al menos los dos últimos años de su vida postrado en la cama.
El arte operístico de Albinoni está por descubrir. De sus más de 50 óperas catalogadas, sólo tres han sido representadas en tiempos modernos (Il nascimento dell’Aurora –que es posible que fuera estrenada en 1708 en Barcelona para celebrar la llegada a la ciudad de la esposa del archiduque Carlos, pretendiente al trono español–, Il Concilio de’Pianeti y el intermezzo cómico Pimpinone) y las grabaciones de todo este repetorio (incluso de arias sueltas) son escasísimas. En cambio, sí hay registro completo de su colección de doce cantatas publicada en 1702 como Op.4.
Mejor suerte ha corrido su música instrumental, seis colecciones de música de cámara (sonatas, balletti) y cinco de conciertos, amén de piezas conservadas en manuscrito, aunque su presencia tanto en concierto como en disco dista muchísimo de la que tienen la música de Corelli o de Vivaldi. Acaso sea porque en el terreno sonatístico, Albinoni se muestra como aplicado discípulo de Corelli, y eso que algunas piezas están a cinco partes y a veces el violonchelo se independiza del bajo, creando texturas a seis. Sus conciertos con solista no proporcionan el espectáculo virtuosístico de los de Vivaldi, porque el violín principal suele estar más integrado en la orquesta. Nos queda, eso sí, su Concierto para oboe Op.9 nº2 con su famosísimo Adagio. Este sí, de Albinoni.
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Entre diletantes anda el juego
En las artes el amateurismo no siempre es sinónimo de carencias técnicas o expresivas. A veces responde a otras razones. Por ejemplo, durante siglos no estaba bien visto que los aristócratas se dedicaran profesionalmente a la música. Por eso, el mismísimo Carlo Gesualdo empezó publicando bajo seudónimo (Gioseppe Pilonij), y cuando en 1594 dio a la luz sus dos primeros libros (oficiales) de madrigales, descargó la responsabilidad en un cortesano que supuestamente los habría mandado a la imprenta sin su permiso.
En la Venecia del siglo XVIII el prejuicio seguía activo. A veces resultaba contraproducente, pues nobleza no significaba necesariamente riqueza. Así, los Marcello, una familia de patricios que dio a dos músicos bien dotados, los hermanos Alessando y Benedetto, quienes, a pesar de la precaria situación económica del clan y de su talento, no podían considerar la música su profesión sin sentirse humillados. Por eso, aunque Alessandro tocaba el violín en público, usaba muchas veces el seudónimo de Eterio Stinfálico (que tenía como miembro de la Academia de la Arcadia). Benedetto se ganó la vida como magistrado de la República (el servicio al Estado sí era compatible con la nobleza), mientras su actividad intelectual daba para notables colecciones musicales (que firmaba como Patritius Venetus) o para un divertido opúsculo sarcástico sobre la actividad operística de la ciudad (Il teatro alla moda).
Contemporáneo y vecino de los Marcello, Albinoni fue diletante por elección personal. Prefirió vivir de las rentas de sus negocios familiares (hasta que pudo hacerlo) a cargar con la servidumbre de trabajar para cortes, municipios o iglesias. Otra forma de aristocracia.
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