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Una galería y tres gradas que sostenían la Historia de Cádiz

40 aniversario del Teatro Romano

Los arqueólogos Ramón Corzo y Francisco José Blanco rememoran los 25 primeros años del coliseo gaditano durante la primera de las conferencias que celebran su descubrimiento

Los arqueólogos Ramón Corzo y Francisco Blanco, durante la conferencia. / Jesús Marín

Cádiz/Sin iluminación, con la cabeza, prácticamente, pegada al techo, encogidas las piernas, avanzando y, por delante, una galería que parecía interminable. “Era emocionante, era una sensación... Todavía no sabíamos nada pero sólo al atisbar esa galería interminable nos decía que aquello era algo importante...”. Una galería. Una galería y tres gradas que aparecieron en la primera campaña. Eso fue lo primero que esa mezcla de azar y trabajo que impulsa todo descubrimiento nos dejó ver del Teatro Romano de Cádiz. Era nada y era todo porque, pronto, los arqueólogos Francisco José Blanco, por entonces sólo un estudiante, y Ramón Corzo, director del Museo de Cádiz y de aquella excavación, no sólo vieron el potencial del primer edificio de Gades que volvía a la vida en aquel mágico 1980, sino que simplemente esa galería y las tres gradas, en las que pronto desembocaría, sostenían toda la historia de Cádiz.

“Era viernes. Todo lo importante ocurre un viernes”. Si Blanco, arqueólogo hoy de Procasa, recreaba el momento en el que él y un grupo de privilegiados operarios pusieron por primera vez un pie en el Teatro Romano de Cádiz, Corzo nunca olvidará, cosas de la psique, el día de la semana en el que la vida y la fisonomía del barrio del Pópulo cambiarían para siempre. Era viernes. Como ayer, cuando Corzo y Blanca se volvieron a reunir para hablar de El descubrimiento del Teatro Romano de Cádiz y sus primeros 25 años de excavaciones, la primera de las conferencias del programa de conmemoración del 40 aniversario del Teatro Romano de Cádiz.

Un aniversario que, aunque nadie lo mencionara –ni los que han sido directores del Museo allí presentes como Juan Alonso de la Sierra, Antonio Álvarez, el propio Ramón Corzo, o el actual director Juan Ignacio Vallejo; ni la delegada de Cultura, Mercedes Colombo; ni el director del Teatro Romano, Francisco Alarcón, que hizo las veces de presentador del acto, que se celebró en el Museo de Cádiz–, deja un regusto agridulce ya que se conmemoraba la vuelta a la vida de un monumento silente, muerto, desde el estado de alarma por la emergencia sanitaria de la Covid-19.

Nadie quiso hablar de la cuestión en este inicio del programa de la efemérides –lo que no se nombra no existe, dicen– y se optó por, directamente, emprender un gozoso viaje al pasado donde, como reconocía Blanco, “tampoco todo fue tan fácil”.

“Poquito a poco”. Ese parece el lema de estos primeros 25 años de investigaciones en el Teatro Romano (y, si me apuran, de toda su historia) que dependía, al principio, de “los picotazos” que sacaban de Obras Públicas (una campañita por aquí, un sondeíto por allá) para, después, llegar a su esplendor en los años 90, cuando se empezó a dibujar el Teatro Romano que conocemos hoy, gracias a la inyección económica que supuso los fondos de la Expo 92. “Si no me equivoco fueron 20 millones de la época que daban para mucho. Con ellos hicimos bastantes cosas y fue el momento donde el espacio a intervenir se amplió mucho”.

De un pequeño recoveco a todo el solar que ocupaba la Fundición de Vigorito y la antigua guardería municipal. Las gradas iban surgiendo –primero, la que creían que era la summa cavea “pero que luego se demostró que era la media porque la parte superior del Teatro desapareció por la erosión del mar”– y la galería “con mucho trabajo, con muchas dificultades y mucho cuidado” vaciándoase al tiempo que devolvía la historia de Cádiz en trocitos, en restos islámicos, medievales, romanos... Toda la Historia, todas las culturas, toda la vida de la ciudad colmatando la galería, fraccionándola, a veces, reposando y levantándose sobre el Teatro Romano de Gades.

“Fue complicado extraer la arena a pie de excavación porque había muy poco hueco y porque aquello estaba todo lleno de pilares. Además –explica Blanco que atestigua sus palabras con fotografías de aquellos momentos– la bóveda de prácticamente toda la galería tenía una grieta enorme, que creemos que pudo estar causada por el maremoto de Lisboa, por la que se filtraba el agua y eso creaba muchos problemas de cortes de luz y había que tener cuidado”.

Blanco rememoraba las impresiones a pie de obra en aquellos primeros años y en la fructífera década de los 90; Corzo contextualizaba la búsqueda, el empeño por entonces del Ministerio de Educación de localizar Tartesos, cómo esa idea la aprovechan para localizar el Castillo de la Villa, de época medieval, y cómo buscando un Castillo dan con un Teatro; y, ambos, no disimulan sus “rifirrafes” con el arquitecto, hoy fallecido, José Luis Suárez Cantero, encargado por entonces de la reordenación de un dejado Barrio del Pópulo. “Yo entiendo que también tuvo que ser difícil para él pues tenía un plan de reurbanización en el que para nada se contemplaba una excavación en el subsuelo de tal calibre”, comprende Corzo. “A mí me hizo un par de jugadas... Un vomitorio que tenía que estar abierto me lo tapió y todo”, todavía lamenta Blanco.

Un recuerdo más luminoso es el que ambos tienen de Francisco Sibón, historiador, dueño de la empresa de prospecciones que trabajó en el Teatro Romano de Cádiz y que falleció en 2008. Así, para el Rubio tuvieron sus compañeros buenas y bonitas palabras incluyendo, ambos, en su colección de fotografías una imagen de Sibón para hacerlo presente, de alguna forma, en este aniversario.

Un comienzo de celebración que mira al origen, por supuesto, pero, también, al futuro. Y es que Blanco lanza el guante de la Casa de Estopiñán. “Ahí había una accesoria que conecta con la galería del Teatro Romano y eso está tal cual, ahí no se ha hecho nada, y, no sé, quizás pueda ser una manera de dar una nueva perspectiva a las excavaciones...”, idea.

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