El guiño de María Dueñas al Congreso de la Lengua en Cádiz

71 Cursos de Verano de la UCA

La escritora impartió la conferencia inaugural de la 71 edición del programa de la Universidad gaditana con un paseo por el español de sus cinco novelas

La escritora María Dueñas.
La escritora María Dueñas. / Miguel Gómez

Cádiz/La escritora María Dueñas no puede imaginar “una ciudad mejor que Cádiz” –“asomada al Atlántico”, “la más cercana, quizás, al continente americano”– para acoger el X Congreso Internacional de la Lengua Española. Por ello, como guiño a la candidatura gaditana –y porque “no encuentro otra manera mejor para apoyarla”, asegura– la autora de El tiempo entre costuras decide hablar del español, de todas las vertientes del español que abraza en sus novelas, en la conferencia inaugural de los 71 Cursos de Verano de la UCA que tuvo lugar durante la tarde de este jueves 7 de julio.

Un paseo por la lengua en cinco novelas es el rótulo con el que la literata de Puertollano rotula una disertación donde quedó claro que no ha podido, ni querido, evitar que “la académica y la filóloga que llevo dentro”, confiesa, se vuelque en las páginas de cada una de sus obras; ni que la profesora de la Universidad de Murcia que fue “en una etapa de mi ayer”, dice, se emocione y se sienta tan cercana a las paredes de la institución que la acogía, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz.

Y con esa admiración profunda por la ciudad, ese amor sincero por la enseñanza y ese respeto casi devocional por el idioma enfrentó Dueñas “el honor” de abrir una edición “muy especial” de “la septuagésima primera edición” – “cuesta trabajo decirlo pero merece la pena porque es muy meritorio”, destacó– de los Cursos de Verano de Cádiz.

Un programa que viene tras un año en blanco por los estragos de la pandemia, como recordó el rector de la UCA, Francisco Piniella, con un logrado discurso en el que reconoció el comportamiento “ejemplar” de la comunidad universitaria durante “un tiempo de costuras rotas” en el que se han soltado “todos los hilvanes del tejido social” aunque, afortunadamente, “se ha mantenido la templanza en medio de la tormenta” gracias a dos grandes aliados “la ciencia y el arte”.

Con estas alusiones a dos de sus más populares libros, a María Dueñas se le intuía la sonrisa tras la mascarilla de igual manera que se le pudo dibujar el gesto cuando el vicerrector de Cultura, José María Pérez Monguió, noveló, de alguna forma, tanto su transformación de docente a escritora como su escalada de éxitos con sus novelas.

El mismo recorrido que anda María Dueñas en su conferencia donde parte de El tiempo entre costuras, una obra debut en la que ya se dio cuenta su autora que “además de las peripecias de los personajes, me tenía que preocupar por el plano lingüístico”.

Los campos semánticos, el léxico, la sintaxis... Terrenos por explorar, por afilar y descubrir particularidades de un idioma y de mil formas de hablar. Sira Quiroga, su primera protagonista le propuso investigar “por el vocabulario de la costura”, no de la alta costura, “sino de esa tarea cotidiana y silenciosa” de la que desgajó verbos como “pespuntear, hilvanar”; palabras como “jaretas, frunces...”; tejidos como “muselina, popelín...” Vocablos para convocar “la hermosa riqueza léxica del español”.

Además, El tiempo entre costuras, explicó, también le sirvió para recordar el uso de la jaquetía, si acaso, una de las más singulares formas del español, la que utilizaban los hebreos que llegaron y se instalaron en Marruecos.

Otras huellas del idioma, las que dejó el español en lo que hoy es California, también fue explorada por la escritora en su segunda obra, Misión Olvido, donde recrea El camino real, el conjunto de misiones por el territorio, entonces virreinato de la Nueva España, que llevaron a cabo los monjes franciscanos.

“Si tomas un mapa de California, está repleto de nombres en español, desde las ciudades más importantes de su costa (Los Ángeles, San Francisco, Santa Cruz...) a nombres de sierras, de cordilleras...”, explicaba Dueñas que en esta obra de 2012 no sólo dejó constancia de este gran número de topónimos sino que homenajeó “a los profesores de español como segunda lengua y a sus estudiantes” (hablando de lo que fue la Junta de Ampliación de Estudios, la abuela de los actuales programas de intercambio de estudiantes y profesores) y “la tarea titánica y admirable de los académicos en el exilio por la Guerra Civil”, reconoció.

El desarrollo del español en el continente americano es también tratado en su tercera novela, La templanza, con la que Dueñas recordó que no sólo se esforzó por “recrear con verosimilitud” la forma de hablar de aquel México que acababa de conquistar su independencia pero que ya poseía una manera de hablar con personalidad propia “en los planos de léxico, fonético e incluso en algunos aspectos gramaticales”; sino que además tributaba a ese español caribeño de La Habana, tan cercano al andaluz y al canario, “con sus vocales potentes y sus consonantes flojas” y “su alteración del sujeto/verbo” (¿qué tu piensas?). Y, por supuesto, la obra de 2015 le supuso toda una introspección “en ese rico y hermoso vocabulario de los vinos del marco de Jerez” (solera, albariza...) que tuvo que traer “de cabeza” a los traductores de la novela cuando se publicó en otros países.

Con las hermanas Arenas, con Las hijas del Capitán, Dueñas bebió del periódico de José Camprubí (hermano de Zenobia) y de la vida de la nutrida colonia de españoles en Nueva York durante las primeras décadas del siglo XX para hablarnos de casas regionales donde se bailaban muñeiras o sevillanas y de fábricas de Tabaco donde se leía en español para entretener a los trabajadores españoles que se dejaban el alma liando las hojas.

No quiso terminar Dueñas este paseo por el español en sus obras sin profundizar en la última parada, una última parada que nos lleva al comienzo de todo. Sira. Sira es Sira Quiroga, la modista, la espía, pero a la que ahora veremos como colaboradora de la BBC, esa misma empresa periodística británica que fue la primera en radiar una adaptación de 'El Quijote' en 1947. “Con un Quijote español, un Sancho Panza chileno y un narrador uruguayo... En su momento hubo críticas pero ahora sólo podemos ver la hazaña como un homenaje a la grandeza del español”, acertó.

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