Aída R. Agraso: "De mayor me di cuenta de la diferencia enorme que había entre mi infancia y la del otro lado de la vía"

Literatura

La escritora y periodista gaditana debuta en la novela con ‘Media sangre’, un libro que, tras su presentación en Cádiz hace unos meses, se pone de largo la próxima semana en Jerez y en San Fernando

‘Media sangre’, la nueva novela de Aida R. Agraso, se presenta hoy en el Pay Pay

"No escribo todos los días pero me paso el día imaginando"

La escritora y periodista Aída R. Agraso. / Elisa Sánchez

Cádiz/En el asiento número 37 del tren Cádiz-Sevilla, Aída R. Agraso ha dado vida a todo un micromundo que ha acabado conformando su primera novela. Y es que la periodista y escritora con varios libros de relatos publicados encontró en su trayecto diario al trabajo en el Instituto Andaluz del Flamenco las tres horas diarias que necesitaba para enfrentar su debut en el largo. Es decir, el tiempo para volcar la constancia que le hizo no perder el ritmo, el tono, ni soltar la mano de los personajes, a veces tan rebeldes, de Media sangre, una novela que nos lleva a un tiempo y un lugar que, quizás, sigue existiendo aunque su médula espinal y frontera (que todo es posible en Cádiz) esté muerta bajo tierra. La vía del tren separando mundos y marcando vidas vuelve a la vida desde la magia de la ficción ideada por esta gaditana que sigue teniendo su despacho en el 37 del Media Distancia. “Que también es otro micromundo maravilloso, el de las personas que todos cogen el tren...” Eso tiene otra novela, Aída. “Anda que si la tiene...”

–Me dijo una vez que su intención como escritora de relatos era contar los impulsos de los seres humanos en un mundo insólito. Para su primera novela, ese mundo es Cádiz, ¿por qué?

–Pues porque para mí Cádiz es como Macondo en chico. A mí me maravilla, y me siento muy orgullosa, de ser de un lugar donde, simplemente andando por la calle, recibes un bombardeo de genialidad. Además, desde hace muchísimos años, una barbaridad de años, desde que leí Cien años de soledad, de García Márquez, y El callejón de los milagros, de Naguib Mahfuz, tenía ganas de hacer un micromundo con personajes insólitos pero desde el Cádiz que yo conozco.

–En la novela retrata el Cádiz de los 80, ¿lo pedía la novela o le apetecía esa franja temporal?

–Dicen que la infancia es el territorio mítico, ¿no? Yo vivía en el barrio de San Carlos pero después nos trasladamos a San Severiano, yo vivía frente al cuartel de la Guardia Civil y, separados por la vía del tren que hacía las veces de frontera, pues teníamos Guillén Moreno, el Avecrem, Cerro del Moro... Barrios obreros muy castigados en esa época, pero entonces yo no era consciente de la diferencia tan brutal que había entre mi vida y la vida de la gente del otro lado de la vía. Porque aunque mi barrio fuera también obrero, en ese momento la droga se cebó más con algunos territorios, y no sólo en Cádiz, eso ocurrió en toda España. El caso es que cuando fui mayor y empecé a escuchar historias de los habitantes del otro lado de la vía, me di cuenta de la diferencia enorme que había entre su infancia y la mía, más pegada al cuartel de la Guardia Civil con lo que en mi lado pues no pasaba nada. Así que quería reflexionar sobre cómo puede una vida estar condicionada por el lugar en el que vive ya hasta en la misma ciudad y a 100 metros de distancia... Quizás también era volver a mis tenencias habituales: la investigación sobre la psicología humana, por qué reaccionamos de una manera o de otra, cómo alguien llega a un límite...

–Y lo extrapola a una novela coral, aunque tiene sus vértices...

–En realidad es como un tapiz con hilos. Cada hilo es independiente pero para ver la belleza y lo grande del resultado tienes que verlo al completo. Cada personaje es un hilo del tapiz hecho con historias de lo más surrealista, rocambolesco, variopinto...

–Y con el corazón en un bache, ¿real o ficticio?

–Real, Casa Eusebio, en la novela Casa Eulogio. Un sitio fantástico que es que es para contarlo. La primera vez que fui me dijeron que había un muerto en el bar, las cenizas del Voltereta están en una cajita de caudales con unos cascos, porque siempre iba escuchando a Camarón, un bitter kas que es lo que bebía, y medio porro. Yo me dije, esto lo tengo que contar yo en alguna parte.

–Cristo y Marina, aunque su novela es coral, digamos, que estos son los personajes-motor

–Exacto, son dos supervivientes, son muy pequeños, bueno, Cristo 6 años mayor que ella y ella empieza la novela con 6 años de edad. Él la guía, la protege, ninguno de los dos tienen padre y él ejerce de protector porque, bueno, se da cuenta de lo que es ser niña en aquella época y las cosas que les ocurría, porque entonces, o al menos así lo viví yo, las niñas estábamos expuestas al exhibicionismo, tocamientos... Había cierto descontrol mental sobre ese tema... Y, bueno, él, que sabe caminar por el lado oscuro y se conoce el barrio muy bien, hace ese papel de guía y de abrirle los ojos a la vida y a un mundo muy diferente al que ella creía que le rodeaba. Es que, realmente, lo que yo perseguía con esta novela era contar una historia en el puro, firme, tradicional y estricto sentido de la palabra. Como los cantares de gesta, como el cantar del Mio Cid, como los antiguos trovadores... “escúchame, que te voy a contar una historia...”

–De ahí la atención al lenguaje...

–Al lenguaje coloquial de Cádiz, que eso tiene una trabajera... Porque, con honestidad, juntar palabras cacharreras se hace más fácilmente que esto.

–¿Eso ha sido lo más complicado de encarar su primer ’largo’?

–Creo que encontrar el tono justo. Estoy muy orgullosa de mi tierra y de mi acento porque es fruto de muchísima riqueza cultural y quería exponerlo. Sé que hay muchos maestros que me han antecedido en este cometido, Fernando Quiñones, por supuesto. Pero me ha costado encontrar el tono que fuera coloquial pero con ese mínimo pulimiento para que la traslación de la oralidad al lenguaje escrito fuera creíble, natural , y mantener eso durante toda una novela se me ha hecho complicado. Pero creo que lo he conseguido, estoy muy contenta.

–Tiene una semana cargadita para poder compartir más de esta novela con los lectores. Recuérdeme fechas y lugares.

–Pues este lunes 19 de junio estaremos en la Fundación Caballero Bonald a las ocho de la tarde Téllez, Peyo y yo, que además la Fundación va a poner un vino al final que se llama Mírame cuando te hablo, que me parece estupendo el nombre. Luego, el martes firmo en la Feria del Libro de San Fernando y el miércoles ya la presento con Eduardo Formanti a las 18.30 pero una hora después tengo que estar en Cádiz donde participo en una mesa de Escritores beduinos.

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