La Berlinale celebra los mitos de Llosa y al minimalismo argentino

La directora peruana presentó 'Aloft', protagonizada por Jennifer Connelly y Cillian Murphy

El actor irlandés Cillian Murphy junto a Jennifer Connelly, Claudia Llosa y Melanie Laurent en el pase de 'Aloft'.
Efe Berlín

13 de febrero 2014 - 05:00

La Berlinale vivió ayer una jornada a competición dominada por talentos latinoamericanos, de la mano de la peruana Claudia Llosa y su nueva incursión en el poder de la tierra, mientras la argentina Celina Murga optaba por el minimalismo en torno a esa explosiva etapa llamada adolescencia.

Cinco años después de ganar el Oso de Oro con La teta asustada, Llosa regresó a competición con Aloft, una nueva historia plagada de mitos, trasladados ahora a impresionantes paisajes helados y cielos polares surcados por un halcón. Su colega argentina metió el dedo en la llaga con un adolescente aparentemente tranquilo, en un entorno familiar sin estridencias y donde nada hace presentir que algo va a entrar en erupción, más allá de su mirada eternamente perdida.

"Se trataba de no anunciar nada, dejar fluir, que fuera el espectador quien descubriera que algo anda ahí socavando al personaje", explicaba Murga sobre su filme, segundo representante argentino a competición tras Historia del miedo, de Benjamin Naishat.

La trama discurre alrededor de una familia -en realidad, dos familias paralelas-, en una sociedad marcada por las "hipocresías de los secretos a voces", propia de lo que la cineasta califica de "núcleos cerrados", como el de Entre Ríos, su provincia natal y escenario tanto del mencionado documental como de este filme. El protagonista es una adolescente, pero el conflicto no se cierne en torno a ella, sino que recorre a un padre multiatareado que busca al primogénito sucesor de todo lo que considera su dominio -familia, trabajo, hacienda, prostíbulos y armario donde guarda sus armas-.

Murga debutó en competición con esos "materiales básicos", en sus palabras, mientras Llosa era recibida como una campeona en una Berlinale que en 2009 la descubrió gracias al hermoso cantó quechua que es La teta y a la que ahora regresaba entre estrellas internacionales. Aloft es una película que "arranca de la tierra y queda luego suspendida en el cielo, como el vuelo del halcón", según comentó a Efe, acerca de una coproducción hispano-inglesa-canadiense donde de nuevo indaga en la "relación del ser humano con lo sagrado".

"Lo sagrado, lo primitivo es algo que llevamos en el ADN, no es específico de uno u otro país, en uno u otro continente, sino que está presente en todas las sociedades", añadía la cineasta peruana, quien de los agrestes paisajes de Lima pasa ahora a hielos polares "para seguir hablando de mitos y rituales", admitió.

El peso del filme recae en "una mujer fuerte (Jennifer Connelly) poderosa, que busca alternativas, sus propios canales de conexión, sea en el arte o en las técnicas de curación, frente a un entorno que trata de oprimirla".

En paralelo discurre una historia de abandono y desesperanza, representada por un hijo, ya adulto, en busca de la madre perdida, junto a una reportera empática que trata de resolver su propio enigma.

La Berlinale presentó así dos formas de hacer cine, a millas de distancia entre sí: por un lado, un Aloft, rodado en inglés y con un elenco internacional integrado; por el otro, La tercera orilla, un filme todo sencillez, sin el menor despliegue de medios ni estructurales ni presupuestarios.

La pasada jornada en la Berlinale la completó el filme chino Blanck Cool, Thin Ice, de Diao Yinan, una historia de matones profusa en sangre e imaginativos asesinatos, además de una genial esposa que entierra la urna con las cenizas del marido en el misérrimo jardincito que rodea un árbol ciudadano junto a su tintorería.

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