El latido de Cádiz revive en el FIT con 'Los mapas vivos'
Festival Iberoamericano de Teatro
La memoria sentimental del barrio de la Viña dibuja buena parte del segundo mapa de la Agencia El Solar. Detective de Objetos en el Baluarte de la Candelaria
Cádiz/Con las terrazas ya recogidas, cuando los turistas ya marcharon a sus apartahoteles, cuando la calle de la Palma se queda en silencio, agudizamos el oído y, como en una cinta antigua de Carnaval de Izquierdo, se escuchan voces. Las voces de los que ya no están, el trajín de los negocios que se perdieron, las risas de los niños que crecieron. El latido de Cádiz. El que sonaba desde el patio de Valcárcel hasta la accesoria de Paquita la de Diego; desde la piedra Camello a la peña Macías Rete; el que repicaba en los equipos de tapones, en una vieja lotería, en el levante azotando a las caña del país en los balcones, acompañando una peli en el Cine Caleta o al Super Coco en el vespino del Marcao del Toni... Ese. Ese latido de un Cádiz hoy comatoso revive en el Festival Iberoamericano de Teatro. ¡Qué cosas! Dibujada sus hechuras en Los Mapas Vivos de Agencia El Solar. Detectives de objetos.
Porque la Sala B del Baluarte de la Candelaria –isla en penumbra para perderse sin brújula, sin tiempo– se convirtió en la caja de resonancia perfecta –sí, con calor no apto para claustrofóbicos incluido– de la fuerza de lo común que empuja a este segundo mapa vivo de Cádiz que cartografían Shaday Larios, Jomi Oligor y Xavi Bobés a través de las historias de un grupo de gaditanos, y su círculo íntimo, que ha participado en el laboratorio de teatro de objetos documentales que en septiembre impartió el trío creativo en Cádiz.
Dos de ellos, Inma Maestre y Jesús Bienvenido (sí, el autor carnavalero), llevan el peso escénico del segundo de los cuatro mapas resultantes de un trabajo donde se profundiza en el siempre complejo binomio ciudad-turismo a través del concepto souvenir afectivo.
¿Cuál es tu souvenir –ese objeto que no se da, a todo caso se presta– de tu propia ciudad?, sería la pregunta que provoca una respuesta tan personal como colectiva y que en este mapa vivo, que se puede ver hasta el próximo jueves en la fortificación frente al Carmen, desata un viaje repleto de nostalgias y unas pocas denuncias.
Un periplo en dos partes bien diferenciadas. Una primera donde los tres directores de la compañía comienzan a dibujar el mapa presentando algunos de los objetos queridos de los vecinos de Cádiz que relatan la historia de esa caja de puros, de esa plancha de hierro o de esa caja de música, a través de grabaciones que escuchamos, incluso, superpuestas sin perder el hilo. Además de emocionantes guiños y homenajes como el que encierra el costurero de la recientemente desaparecida Maruja Louro, la gallega, que quiso poner un taller en la plaza de la Catedral y acabó levantando un negocio de empanadas cuyo sabor es ya parte del imaginario del gaditano.
Es en la segunda mitad donde el mapa, hasta el momento sólo trazado con voces y objetos, cobra vida en la palabra. La de los dos alumnos/actores (Maestre y Bienvenido) que se engarzan en una mágica conversación en la que llevan al espectador de paseo por la memoria sentimental de una ciudad y, sobre todo, de un barrio, el barrio de la Viña, que ambos gaditanos conocen muy bien.
Y mientras hablan, y mientras cantan –porque también se canta en Los mapas vivos 2 a golpe de nudillo y corazón–, y mientras manipulan cada objeto/souvenir creando visiones y escenas, visitamos lavaeros y peñas desaparecidas; colegios y patios de vecinos; conocemos a Mujeres de Acero –no pocas entre el público, asintiendo y suspirando a cada envite del tiempo– y a abuelas como la de la actriz Inés Sánchez que pone voz y cuerpo al sentido relato de la suya a través de su tabla de lavar.
Emoción. Y risas, ¿qué no? “Jesús, pues estaría bien que me llevaras a aquel lavaero a escuchar tu comparsa”. “Inma, pues no va poder ser” “¿Por qué?” “Porque han puesto un apartahotel”. El público carnavalero, cómplice del guiño, estalla en risas cada vez que el cruce de recuerdos entre los actores desemboca en la muletilla que el cuarteto ha retorcido hasta la comicidad. ¡Viva la carga! Y no la de Semana Santa, precisamente.
Pero si el texto señala al turismo salvaje como uno de los causantes de la pérdida de la autenticidad, la música nos propone todos los matices, pues al Paseaba apuraíllo de ‘Los llaveros solitarios’ se imponen la visión más desmitificada de La Viña de Mi amigo Paco de ‘Hasta que la muerte nos separe’ o el propio recuerdo del Vaporcito de ‘Los hombres del mar’ (por el que los gaditanos no se han movido ni un milímetro de sus asientos, todo sea dicho) Porque el mapa 2, afortunadamente, no sólo se queda en el plano nostálgico y se oscurece (o se ilumina, según se mire) con ciertos apuntes de autocrítica (no vendría mal alguno más) como esa ocurrente metáfora visual de las pequeñas sillas encerradas en vasos de plásticos para hablar de la desaparición de las charlas a la fresquita en una calle de la Palma cuajada de terrazas...
El ditero y los números volanderos. La piedra corazón y las tardes de café y tortas de Inés Rosales. Los gargajillos. Los papelillos caseros... Si el FIT quería abrazarse con el territorio lo ha hecho con Los mapas vivos. Hora y media, ambos, (todos) en un mismo latido.
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