Wicked | Crítica
Antes de que Dorothy llegara a Oz: la historia de Bruja Mala
Son todos los que están y están todos los que son. La selección de relatos que Rafa Marín presenta en Piel de fantasma (Grupo Ajec), recupera las historias de corte fantástico que el autor ha ido elaborando durante la última década. Una cuerda de diversos hilos que va trenzando, en buena cadencia, juegos de realidad e imposible.
-¿Que se siente más al escribir, médium o demiurgo?
-A veces una cosa y a veces otra. Hay historias que no soy consciente de haberlas escrito, que las haces en una especie de posesión, como por ejemplo me ocurrió con Una canica en la palmera. En otras, quieres ser más o menos consciente y tratas de manipular a los personajes, pero al final siempre terminan rebelándose, porque son más inteligentes que tú, y te piden que la historia llegue a otro lugar distinto.
-En Bibliópolis muestra títulos mentirosos que son realmente evocadores, como un Lancelot y Ginebra o un Falstall shakespeareanos. ¿Qué otra obra luciría bien en otras manos?
-Pues no sé, en un principio, ese era el juego, hay muchos títulos con los que hacer una nueva versión. El relato está escrito después de un sueño mío: no hay influencia de Borges ni nada. Simplemente, me desperté una noche y había soñado con esa ciudad maravillosa.
-¿Y estaba su nombre en los estantes?
-Sí, estaba mi nombre. Recuerdo un título, de hecho, que se llamaba La llamada de Orfeo, que estaría relacionado con Lágrimas de luz... Lo cierto es que tengo tantos libros en el fondo de la cartera y que creo que no voy a escribir, que estoy seguro de que terminaré teniendo allí mi pequeña estantería.
-En Ragnarok en las playas de Itaca presenta a un Odiseo que se dedica a degollar a los dioses.
-Ulises es, ante todo, el hombre. La gracia de la historia estaba en que se rebelara contra los dioses que tan mal lo trataron. Es lo que yo habría hecho, vaya: subir al monte Olimpo y darles un poco de caña. Y enlaza con los cómic de Triada Vértice, donde uno de los malos era precisamente Odiseo. Yo no me creo que Penélope lo esperara, era un desastre.
-En La piel que te hice en el aire hay continuas referencias e inspiración continua en los Costus. De hecho, una de las dedicatorias es "A don José Unzueta, que me enseñó aquel cuaderno". ¿Existió algo parecido al cuaderno del libro?
-Sí, sí, sí, sí... Este cuento sería analizable hasta desde un punto de vista sobrenatural, porque José Unzueta, profesor de inglés en San Felipe antes que yo, un día me enseñó ese cuaderno, que iba a donar a una subasta para que uno de ellos se costeara el tratamiento contra el SIDA. Mezclé también al personaje que inventaron en clase dos amigos míos, y la historia casi estaba hecha. Y toda la complacencia que hay en el cuento con las orlas del colegio, todo es real, está en San Felipe, incluso el momento final, cuando aparece el fantasma... Secretaría y portería no estaban juntos, pero después derribaron el muro y los unieron, continuando con esa extraña sinergia entre realidad y ficción que parece tener esta historia...
-Que es también lo que ocurre en La sed de las panteras...
-Terminé de escribir ese cuento una noche con la escena en la que están embalando las pinturas para sacarlas del Museo del Prado. Me levanté temprano, puse la tele y lo primero que vi fue la escena de cuando retiran las Meninas del Museo, y es que Rafael Alberti había muerto y estaban recordando la evacuación de El Prado... Hacía mucho tiempo que no revisaba Noche de Guerra en el Museo del Prado, y me di cuenta entonces de que el texto comenzaba con dos milicianos, uno de ellos con el brazo en cabestrillo. Y mi personaje tenía un brazo en cabestrillo como excusa para no estar en el frente. Me sirvió para añadir que más tarde, claro, Alberti lo mencionaría.
-Algunos de sus textos están escritos en ambiente y modismos gaditas (como ocurre en El último suspiro). ¿Le resulta extraño escribir así?
-Para nada. Yo escribí una novela que pasó sin pena ni gloria, Detective sin licencia, que está también protagonizada por Torre y que tiene una segunda parte inédita. Sólo es ponerte a escribir y te sale solo, ahí sí que hay elementos sobrenaturales: sale automáticamente tan rápido que da un poco de miedo, no sabes qué estás escribiendo. Parece que si eres gaditano escribir en gaditano es tabú, que no quieren que tengamos una tradición literaria más allá del Carnaval, parece que molesta.
-Cádiz parecen lugar propio a la ocurrencia y el guiño, no para las vueltas de tuerca fantásticas. Pero hay que saber dónde mirar.
- Yo no comprendo cómo no hay una tradición literaria y fantástica más larga, teniendo en cuenta cosas como los 3000 años, las necrópolis, los sacrificios a Baal que se daban en Carnaval, la Catedral levantada donde el templo de Astarté... Hay una especie de extraña sintonía entre lo fantástico y Cádiz, y no se ha explotado, quizá porque el humor nos ha llamado mucho. Pero, más allá del Callejón del Duende, se podrían hacer historias de realismo fantástico extraordinarias. Los relatos de Cádiz están todos interconectados, aparecen, explícita o implícitamente, Torres, la niñas de La canica en la palmera, la bruja de Son de piedra... Forman parte todos de un microcosmos de personajes que se entrecruzan en una especie de Cádiz fantástico pero subterráneo.
-En Llena eres de gracia tres arpías malignas van mutando a través de los siglos. ¿No le caían bien Christy Turlington, Cindy Crawford y Naomi Campbell?
-Me parecen las tres absolutamente maravillosas, pero era jugar con la idea de que el mal es bello. El cuento parece el episodio piloto de una serie y, aunque escribirlo me costó muchísimo trabajo, sigo pensando que quedaría fantástico así. Con Antonio Banderas, Sean Connery y Michelle Pfeiffer como protagonistas. De hecho, si Antonio la pillara, accedería incluso a que Melanie fuera la protagonista, que también es muy buena actriz.
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