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Campo Baeza, esencial y gaditano

El arquitecto inaugura en la sede colegial gaditana 'Casi ná. Una exposición sencilla', que recoge todos sus proyectos realizados en la provincia

Alberto Campo Baeza posa ante los paneles con todos los proyectos realizados en Cádiz.
Virginia León Cádiz

06 de octubre 2015 - 05:00

'Casi ná. Una exposición sencilla'. Paneles, maquetas y audivisual. Sala de exposiciones del Colegio de Arquitectos de Cádiz, (Plaza Mina, 16). Puede verse hasta el 5 de noviembre, de lunes a viernes, de 10:00 a 14:30.

La arquitectura esencial, sencilla y sensible que Alberto Campo Baeza ha inmortalizado en Cádiz recorre las paredes de la sala de exposiciones del Colegio de Arquitectos de Cádiz. La que ha erigido en la que concibe como "la ciudad más bonita del mundo", cuya esencia conoce desde bien pequeñito, y en el resto de esta "privilegiada provincia". Una destacable producción que ahora protagoniza su segunda muestra en Cádiz bajo el título Casi ná, una exposición sencilla, en un paseo cronológico por su arquitectura más gaditana. Esa que integra aquella obra "más radical y fuerte" que hizo en la ciudad como fue el IES Drago, allá por 1992, hasta llegar a su obra más reciente en la provincia, la Casa del Infinito (2014), ubicada en la misma playa de los Alemanes, "como parte de una ruina romana, integrado en el paisaje, y para la que usé travertino romano", explica el arquitecto.

Entre una y otra obra ha regresado numerosas veces con muestras de esa arquitectura tan meditada y razonada. Una arquitectura sostenible, de "sentido común", que bien encaja en el lema bajo el que ayer se celebraba en el Colegio de Arquitectos el Día Mundial de la Arquitectura, Arquitectura, Construcción y clima.

Ha sido esta forma de concebir la arquitectura lo que ahora le trae de nuevo al Colegio de Arquitectos de Cádiz, que en 2012 lo nombró Colegiado de Honor, y que ahora vuelve a exhibir su producción en la ciudad.

La propia sencillez de ideas complejas con que Alberto Campo Baeza proyecta se plasma en Casi ná. Una exposición donde uno encuentra lo esencial de su arquitectura. Por este motivo exhibe su obra a través de paneles colgantes con cada uno de los proyectos. Un sistema que él mismo ha diseñado a través de alas triangulares de acetato que fijan cada panel a la pared, ofreciendo este efecto aéreo de cada pieza.

En total son quince las obras que expone, con varios paneles cada una, en algunas de las cuáles se inserta en cajas negras incrustadas las maquetas del edificio realizado en pequeñas dimensiones. "Son pequeñas maquetas que caben en una mano, porque así se elimina lo superfluo", asevera Alberto Campo Baeza.

El recorrido expositivo oferta así de una forma muy simple cada proyecto en fotografías, planos, bocetos del autor y maqueta. Entre ellos figura su famosa Casa Gaspar, que junto al Drago, "que me encargó Carlos Díaz", fue el edificio con el que se estrenó en la provincia. Una "casa que hice con dos perras y es la que más prestigio me ha dado fuera. Ha sido portada de libros y de revistas, muy analizada. Ha sido incluso utilizada en la escenografía de una obra de teatro. Muchas cosas preciosas me han ocurrido en la Casa Gaspar", cuenta con orgullo de aquella casa levantada en un pequeño terreno en el pinar de San José.

La Casa Guerrero (2005) que construyó junto a ésta para el hermano del anterior propietario; el columbario realizado para las Carmelitas Descalzas de la calle Costa Rica (1998), en el que transformó un lavadero en la azotea; la Casa Asencio (2000) en el Novo Sancti Petri o la Casa DBJC (2005) son algunas de las huellas que ha marcado la arquitectura en la provincia. Otras huellas no dejaron marca, con edificio no construidos, pero cuyos proyectos siguen aguardando su posible materialización. "La virtud más grande de un arquitecto es la paciencia" dice de estos trabajos a los que dedicó tanto tiempo y sabiduría como en el edificio de la única fachada no institucional de la plaza del Falla, para la que colaboró con los arquitectos Ernesto Fernández-Pujol, Fabián Cruz y Luis Pizarro; un proyecto en Montenmedio, "que volvería a hacer una y otra vez", a base de dos tapias paralelas que "empezaban y terminaban en el infinito", o el propio Castillo de San Sebastián, "al que me dediqué en cuerpo y alma".

En Chiclana también trabajó en cuatro torres que completarían una plataforma puente sobre el río Iro, en uno de los proyectos "más hermosos que hecho en mi vida", de la mano del entonces alcalde José María Román.

Y Entre Catedrales, en su día polémica, pero hoy convertido en aquel soñado mirador que levantó entre las dos catedrales de la ciudad. "También fue radical y complicado de hacer, porque se trataba de una pieza moderna en el tejido histórico. Al principio la ciudad se asustó, pero ahora la gente va a hacerse las fotos de boda allí, y también se hacen obras de Cádiz en Danza". Un gesto que enorgullece al arquitecto, que narra la anécdota del día que subió y preguntó a una mujer que amamantaba a su hijo cómo se estaba allí. "En la gloria, me dijo. Me contó que un día pasaba por allí cuando le tocaba tomar el pecho y subió. Y desde entonces siempre lo hace", recuerda tras reconocer que no le dijo que era su autor.

Completa la exposición la proyección Elogio de la luz que RTVE hizo sobre la obra de arquitecto vallisoletano de nacimiento, pero gaditano de sentimiento, así como dos maquetas de mediana dimensión de su último edificio gaditano, La Casa del infinito, y del edificio sin construir en Montenmedio. Una visión completa de la arquitectura más esencial, elemental y sencilla que ha planeado para Cádiz.

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