"El disco es un alegato sobre la importancia de escucharse a uno mismo"
Carlos Cortés Bustamante | Entrevista
El artista gaditano publica ‘Vínculos’, su primer proyecto en solitario el próximo 15 de enero
Se trata de siete pistas de jazz flamenco que se dibujan como un viaje vital y musical
Cádiz/Carlos Cortés Bustamante está profundamente enamorado de la música. La música que se enraíza con el mismo germen de los pueblos, de las culturas, del ser mismo; por eso, no es de extrañar que en su primer gran proyecto en solitario el músico y productor gaditano ponga a dialogar –a encontrar los Vínculos– unos y otros sones atesorados en sus viajes y pulidos desde una exquisita formación. Carlos Cortés Bustamante está profundamente enamorado de la música. De la tradición con vocación de modernidad; por eso, no nos sorprende, que en este disco que sale a la luz el próximo 15 de enero, la convivencia entre la búsqueda creativa y la ortodoxia rompa en una sincera apuesta de jazz flamenco. Carlos Cortés Bustamante está profundamente enamorado de la música. Y como a todo enamorado, se le encienden los ojos hablando de ella.
–En estos tiempos de límites y encierros perimetrales se agradece este viaje musical por tantos lugares y esa posibilidad de tejer ‘vínculos’.
–Pues sí y eso que está hecho antes de la pandemia, que vino un poco a cambiar los planes de todo. En principio íbamos a retrasarlo un poco más para poder presentarlo en directo pero nos hemos lanzado ya porque el disco estaba hecho. Es fruto de un trabajo que he ido haciendo durante mucho tiempo.
–Efectivamente, es un trabajo cocido a fuego lento. ¿Cuál es el germen de ‘Vínculos’?
–Pues creo que nos tendríamos que ir a cuando acabé en la Esmuc (Escuela Superior de Música de Cataluña), donde estudié percusión. Finalicé mis estudios y fui percusionista de multitud de bandas, pero la guitarra seguía siendo mi llanto artístico interno. Por ello, en vez de irme a Brasil, que era mi plan inicial y que, por cierto, espero hacerlo en este año, pues decidí volcar todas mis energías en sacar un proyecto propio con la guitarra. Yo ya había hecho algún disco anterior, pero era más amateur, así que tenía la necesidad de hacer un disco en serio, pensado, con mi visión, con mi lenguaje porque desde los 20 hasta los 30 años he estado tocando profesionalmente para otros artistas y dando mi vida por proyectos de otras personas, también en la producción, que es a lo que me he dedicado en los últimos 5 años y he producido bastantes discos de otros. Así que ya tenía ganas...
–¿Qué tiene como productor en cartera?
–Pues ahora vamos a sacar el disco de Alicia Tamariz, una artista increíble, y el año pasado hice el disco de El Manin, el percusionista del Kanka... Pero es que al final te pones a hacer discos de otros artistas y piensas, ¿y el mío, qué? (ríe)
–Y llegó el suyo y es casi un cuaderno de bitácora: viajes y biografía...
–Sí, hay muchas emociones latentes, mucho de mí, del musicólogo que hay en mí, porque la musicología es lo que me encanta. Realmente, me apasiona comprender los vínculos musicales con otras culturas, las propias músicas de otros lugares y encontrar los vínculos con la nuestra. Así que en este disco están el tiempo que viví en Cuba, mis viajes a Senegal, todos los años que he trabajado como percusionista también, y que han influido muchísimo en mi manera de tocar y de componer música... En realidad, cada tema es un homenaje a algo, a algún lugar, a algún momento vital...
–Déjeme adivinar, ‘Toque de vuelta e ida’ es el homenaje a ese tiempo en La Habana, ¿no?
–Exacto, es mi bulería para los amigos cubanos.
–¿Y por qué ‘de vuelta e ida’ y no ‘de ida y vuelta’?
–Porque parece que hay como una jerarquía histórica que dice que ellos se nutrieron de nuestra música, y me gustaría lanzar el mensaje de que nosotros también nos hemos alimentado de la suya. Así yo cojo ideas mías originales, luego le meto esa canción tradicional española, luego pasamos a bañarnos en la música cubana y, después, nos vamos para los Andes... Es como un juego donde se muestra cómo la guitarra española se ha influenciado de todos los estilos no flamencos y vivencias del otro continente; por lo que el flamenco también ha bebido de otras culturas, y eso es magnífico, y no se dice mucho. De culturas del continente americano pero del que tenemos enfrente también, en Ashila Blues intento hacerlo ver...
–Ese enorme legado andalusí.
–Es impresionante. En su día, hice muchos viajes de investigación musical y uno de ellos fue a Marruecos para entender qué pasó con la música andalusí. Cuando llegué obligué a algunos músicos que conocí allí a que fueran mis maestros (bromea) y me puse a estudiar sus instrumentos para encontrar los vínculos con nuestra música...
–¿Y encontró lo que buscaba?
–Vaya que si lo encontré... Tanto que aquí hay dos temas que lo muestran, el Ashila Blues y Puente a Cádiz, con su tanguillito de en medio... Es que allí tienen muchos estilos que tienen que ver con el tanguillo, con ese compás; también con bulerías y tangos, pero con el tanguillo, con el que más... Puente a Cádiz es una canción que hago en Barcelona, recordando mi amor por Cádiz, mientras que meto en el mundo de las dobles cuerdas, que fue todo un descubrimiento...
–Y, en el fondo, tan desconocido...
–Totalmente. Yo tuve la suerte de conocer a Javier Mas, el padre del guitarrista Mario Mas, un gran amigo, que ha sido guitarrista de Silvia (Pérez Cruz), de Paco Ibáñez... Pues Javier Mas es el que ha hecho toda la última gira de Leonard Cohen con guitarra y laúd y le ha dado un plano internacional a las dobles cuerdas que antes no tenía... Como te digo me enamoré de ese laúd ibérico, de la bandurria... Y, por eso, en este nuevo proyecto he querido reforzar esa tradición y hay dobles cuerdas por todos lados.
–Para tradición, ‘Paseíllo andaluz’. Hay bastante poso de investigación detrás de ese tema
–Esa es la clave de ese tema, la tradición. Yo he estado trabajando en tablaos con otros palos pero con el fandango tenía un trabajo pendiente importante. Así que cuando me acerqué a esa parte más tradicional del flamenco me interesó el fandango porque me di cuenta que es la raíz de todo. Hay un fandango en cada provincia andaluza y si te vas más arriba, a la zona manchega, se llaman seguidillas y si sigues y llegas al norte, tienes la jota. Es alucinante lo que da de sí. Por ello, me propuse hacer un recorrido por fandangos andaluces dotando el título de un juego de palabras con paseíllo, que en las partituras del siglo XIX hacía referencia a un pasaje donde el guitarrista podía improvisar, una especie de, llevándolo al baile flamenco, la pataíta libre (ríe). Así que tomo fandangos tradicionales combinándolos con pasajes completamente inventados, como ese final por verdiales que tiene el aire del estilo pero no tiene la estructura. Y ahí toca el laúd Carlos Fernández, verdialero mayor, alumno mío en Málaga que lo he incorporado al cuarteto porque es un monstruo.
–Hábleme de esa explosión que es ‘Catarsis’.
–Es una canción que tiene una fusión entre el mundo de la bulería y el chachachá y el danzón cubano. Si te fijas, la canción, que es una historia de amor en realidad, se va construyendo hasta que se pone tensa y salta a esa catarsis. Empieza con un zapateado algo más moderno y acaba en esa soleá–chá con los vientos, aunque tiene ese punto de blues, de negrura.
–Un punto bastante presente en su música también, ¿por qué?
–Porque antes de empecinarme con el flamenco, que en los últimos 6 años he estado muy volcado en el estudio de todo lo que hay antes de los años 40, como te decía he estado muy implicado en el estudio de la tradición de otras culturas. Y todo lo que conlleva el blues, la música negra, tiene un peso enorme en mí. Es muy potente. Esas músicas tan libres
–Libertad que se respira también en su disco desde la portada, que es toda una declaración de intenciones.
–De hecho, este disco es un alegato sobre la importancia de escucharse a uno mismo.
–¿Y eso tiene un precio?
–Pues creo que sí. Yo, realmente, podría haber hecho esto hace 10 años, pero ha sido ahora por eso de escucharse a uno mismo, porque en este tiempo he trabajado con muchas bandas y en muchos lugares y he tenido un aprendizaje enorme. Ahora sí porque mi única carta no es mi disco, sino también tengo todo ese trabajo serio como músico profesional que viene de atrás. Un trabajo de 12 horas al día sin sábados ni domingos.
–Le ha dado también más seguridad.
–Y no sólo eso... Es que yo en el arte tengo un compromiso más grande, y cuando digo más grande me refiero a un componente emocional. Por ejemplo, yo estoy muy comprometido con la recuperación de la música folklórica. Eso es un tema importantísimo para mí, al igual que encontrar esos vínculos con diferentes músicas, que nunca lo había hecho en España y que hace 4 años que he empezado. Estoy haciendo un mapa de España con todas las músicas de cada comunidad. Porque al igual que se hacen exposiciones de Goya o Velázquez, hay que hacer exposiciones de las músicas que tenemos y que no están sujetas al mundo comercial. Prueba de ello es un grupo que he hecho en Málaga, que se llama Malagatos que está basado en grabaciones de hombres y mujeres, aunque más de mujeres, de más de 90 años, y nosotros las musicamos.
–¿Y su compromiso con la música cuándo empieza? Y me refiero a cuándo empezó a tomársela como una vocación más que como afición.
–Yo tengo la suerte de que mis padres me obligaron a tomármelo en serio desde el primer momento. Soy hijo de artistas –Hernán Cortes y Carmen Bustamante– y siempre he estado rodeado de arte y he estado educado en una libertad absoluta. Yo me voy con 15 años a Estados Unidos, me compro una guitarra eléctrica y dejo el clarinete, que es lo que yo tocaba aquí en el Conservatorio. Y a la vuelta, en el momento de hacer selectividad estaba entre ingeniería, pintura o música. Y fue en ese momento cuando me tuve que decidir y me decidí, aunque mi padre apretaba para la pintura (ríe) y me dijo que si quería música que me la tenía que tomar muy en serio. Y acepté el reto. Me fui a Londres con 18 años a estudiar guitarra eléctrica y desde entonces me muevo por la música, por países buscando siempre aspiraciones musicales, en escuelas y rodeándome de músicos, porque además de la formación para mí siempre ha sido muy importante lo que se mueve en la calle. Y, bueno, cuando volví a España pues busqué lo mejor que hay, la Esmuc, en Barcelona. Y en Barcelona ya me quedé pues 12 años.
–Las Migas, la propia Silvia Pérez Cruz, Rosalía... ¿Qué tiene la Esmuc?
–Pues que es la primera escuela en España que contempla la música moderna y el flamenco a la misma altura que el clásico, por eso todos vamos para allá. Desde la perspectiva de los estudiantes, es la primera escuela libre de España, luego llegaron más, pero la primera fue la Esmuc. Y desde el punto de vista del profesorado, es que hay muchos que son músicos profesionales que están en activo. La Escuela cuida al profesorado, quieren que sean profesionales para influir a los chavales. Y eso te enriquece muchísimo porque conocen bien la realidad, lo que hay... La docencia de la música moderna no tiene nada que ver con cómo hemos entendido los Conservatorios en España. Pero, vamos, que yo me siento también clásico por dentro, eso creo que se ve en Cimientos, donde pongo a las cuerdas como protagonistas, por ejemplo.
–Sus ‘cimientos’.
–Mis cimientos emocionales. Es un tema que hago para mi niño interior, para quien yo era tocando la guitarrita en Cádiz...
–Ese no podía faltar en ‘Vínculos’.
–Pues sí porque con este disco me tiro de cabeza a hacer lo que me ha dado la gana. Y al que le guste, que lo disfrute y al que no... Pues, nada. Yo seguiré mi camino.
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