Más Carmen Bustamante todavía
Crítica de arte
La artista gaditana Carmen Bustamante vuelve a exponer en otra de sus galerías habituales, la sevillana de Magdalena Haurie, donde presenta la muestra titulada ‘El espejo y el agua’
El año de la medalla de la provincia
No es novedad pensar y verbalizar que lo artístico está pasando por momentos convulsos, por situaciones complejas que piden, a voces, detenidas reflexiones. La ausencia sempiterna de criterios valorativos que pongan orden y desarrollen posiciones, si no inamovibles, si, al menos, que sirvan para establecer asuntos sin tantos desajustes. Se es consciente de que se lleva más de un siglo viendo aparecer circunstancias que hacen dudar y crear malas inquietudes. Tras Marcel Duchamp y su ‘fuente urinario’ todos quieren dejar su ‘novedosa’ propuesta y elevarla al olimpo de la creación. Hay demasiadas ocurrencias que se hacen, por encantación, absolutas obras de arte sin poseer sustancia alguna para ello. Los santones embaucadores del arte siguen estando de moda y continúan haciendo de las suyas y pontificando sobre tonterías faltas de todo. Algunas facultades de Bellas Artes se han convertido en laboratorios de ocurrencias fomentando un arte con escaso apoyo sustentante. Muchos artistas se dejan llevar por esta dinámica donde impera mucha idea y poco desarrollo plástico de verdad. La pintura que trasciende desde las rutas bien concebidas, desde una técnica que desentrañe la auténtica representación –o en su caso, fórmulas no miméticas y no concretas bien establecidas– tiene fuertes competidores en unos modos donde la idea es el propio medio creativo sin argumentos formales que la hagan, más o menos, visible. No obstante, existen artistas verdaderos, que argumentan sus realidades creativas con adecuados desarrollos plásticos y seguros aportes técnicos; son pintores pintores, hacedores de un arte trascendente, sin vuelta de hoja ni ficticios postulados de incomprensibles posiciones. Afortunadamente el criterio moderno sobre una creación ausente de forma al servicio de espurias teorías de mínimos, se encuentra recluido en espacios teóricos donde la palabrería tiene pocos –o de escasa fuerza actuante– oyentes interesados. Se sigue haciendo pintura y existen muy buenos pintores. Carmen Bustamante es ejemplo indiscutible.
El nombre de Carmen Bustamante es garantía de contundencia pictórica, de trascendente pintura, de personalidad y de trabajo poderoso ante la realidad de un arte eterno que aparece y se sucede sin tiempo ni edad. Es pintora de pintores y de unanimidades. Su pintura no ofrece la menor duda; ni en concepto ni en resultado plástico; responde a un ideario bien concebido y absolutamente mejor estructurado en su realidad artística. Además, la pintura de Carmen Bustamante es única, particular, intransferible. Su mirada capta el paisaje y lo transmite envuelto en una fuerte carga de sutil manifestación pictórica. En su obra no hay estridencias; todo es pausado; el tiempo reposa su tránsito en unas obras que atemperan el propio discurrir. Por eso, en la obra de Carmen Bustamante se unifica el valor de la pintura; las experimentaciones conceptuales se tornan en ella solventes y contundentes resultados formales. Su pintura mantiene vivo el argumento de Juan Ramón Jiménez: “Actual; es decir, clásico; es decir, eterno”. Porque su claridad artística, su concepto fundamentado en lo mejor de la pintura de siempre y evolucionado para hacerlo más personal y único, su lenguaje de absolutas claridades y de manifiestas sutilezas, hacen de sus obras un compendio de la gran historia de la pintura realista; una pintura atemporal, vacía de inestables argumentaciones erráticas y llenas de la mayor y de la mejor formulación del arte imperecedero.
Carmen Bustamante vuelve a exponer en otra de sus galerías habituales, la sevillana de Magdalena Haurie. En la calle Guzmán el Bueno, en los medios del Barrio de Santa Cruz, la artista gaditana vuelve a establecer su pulcro credo estético; su inconfundible realidad plástica, su fórmula mágica de plantear un paisaje que ya tiene nombre “a lo Carmen Bustamante” y que posee un absoluto marchamo de calidad.
El paisaje costero de Cádiz, las serenas playas, las dunas mínimamente pobladas de verdes que rompen la calidez de los dorados, los grises patinados de neblina, el sordo discurso susurrante de la playa, las huellas mojadas en la arena, el constante rompeolas de espuma…; en definitiva, la pintura eterna de Carmen Bustamante, ahora más Carmen Bustamante todavía.
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