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Cercano folk pop para empezar

Mirador POP 2011

I am dive y Francisco Nixos inauguraron la segunda edición del Festival Mirador POP, que se presentó con una buena entrada y una magnífica organización

Pablo Bernardo Caveda / El Puerto

12 de junio 2011 - 08:57

Arrancó la segunda edición del Festival Mirador Pop con una asistencia más que aceptable y dos conciertos tan desparejos como apasionados. El poniente refrendó el refranero y el cuarenta de mayo el frío tomó el Baluarte de la Candelaria, donde las faldas y las chanclas suicidas desoyeron la llamada a la cordura de los organizadores del evento desde Facebook: "tráiganse una rebequita".

Importó poco, en realidad. Los rigores del poniente se combatieron buscando compañía, consumiendo bebidas espirituosas y dejándose llevar por las canciones de campamento (y a mucha honra) de Francisco Nixon. Pero vayamos por partes: nada más entrar, tras las consabidas medidas de seguridad y el dispensario de pulseras, la sensación de hallarse en un festival era notoria. Los chicos de Mirador Pop han organizado un festival pequeño pero de verdad, con su inmensa barra partida por una palmera obcecada, una zona para cambiar dinero por "miradores" (ingeniosa y efectiva manera de jugar al Monopoli con nuestros apetitos), una sala interior para ver documentales (de los que hablaremos en otro momento) y dos escenarios: uno pequeño, para la presentación del festival; y otro grande, para las actuaciones del sábado.

I am dive, último proyecto de Esteban Ruiz (The Baltic Sea) y José A. Pérez (Blacanova), se encargó de abrir el episodio musical a las once menos cuarto de la noche, cuando el festival se estaba desperezando y los grupos de asistentes, estratégicamente diseminados por el recinto, no tenían aún el cuerpo hecho a la situación.

Así que empezaron con un extraño vacío frente al escenario que fue desapareciendo a medida que el público se iba enterando a qué jugaba la pareja. Por otra parte, creo que el muy buen concierto del lúgubre dúo sevillano no era el más oportuno para abrir el festival, ya que lo que ellos proponen tiene muy poco que ver con el espíritu festivo que suelen exigir estas ocasiones.

En cualquier caso, hay que felicitar a Esteban y a José por su proyecto, que, a pesar de proceder de dos bandas tan festejadas como The Baltic Sea y Blacanova, posee una personalidad específica absolutamente propia y sugerente.

Lo primero que llama la atención es la voz de Esteban, que pasa de la vehemencia de su banda habitual a un tono intimista que recuerda en ocasiones al tándem Buckley. Mucho falsete bien templado, unos graves clavados y un fraseo folk que parece extraído de los mejores momentos de un Sam Amidon o un José González.

Es más, de no ser por las atmósferas generadas por ordenador o la guitarra de José, podría decirse que nos hallamos ante una revisión del folk mayúsculo de principios de los setenta. Pero no. Las cajas de ritmos, las programaciones y las guitarras etéreas del responsable de Blacanova le cambian la expresión a I am dive, y el mero folk termina por convertirse en un folk-pop más cercano a Radiohead.

Pero hay buenas canciones, muy buen gusto y talento de sobra. Eso es indiscutible. Como pega señalar cierta monotonía en el repertorio (breve, puesto que sólo tienen publicado un ep), que llevó al público a celebrar aquellos momentos en los que las cajas de ritmo se volvían algo discotequeras.

La afluencia de público fue aumentando a medida que se desarrolló el primer concierto, y alcanzó su clímax cuando un risueño Francisco Nixon se personó sobre el escenario guitarra en mano.

Lo de Francisco Javier Fernández Martínez tiene su mérito (sé que para muchos es discutible, pero a mí me lo parece): ha sabido apartarse de la leyenda de los Australian Blonde y generar un nuevo universo musical que no tiene nada que ver con los chu-chu-churu ni con las modas independientes.

Ahora hace pop sin pretensiones (o con una sola pretensión: pasarlo bien y contar historias) y busca la carcajada y la empatía a golpe de letras ingeniosas, referencias kitsch y una espontaneidad impagable.

Sus detractores critican su limitada voz o una presunta falta de seriedad o profesionalidad, pero lo cierto es que después de asistir a su concierto del viernes debo admitir que dichas carencias son parte de un juego en el que se apunta a la esencia del pop, comprendido éste como un género que reivindica el formato canción, el relato de lo cotidiano y la inmediatez.

El gijonés dijo hola y anunció que iba a tocar canciones de La Costa Brava y Francisco Nixon, y a partir de ese instante el concierto fue un no parar de canciones breves y desquiciadas llenas de humor y también de sentimiento. Porque es curioso observar cómo tras el desparpajo de Francisco y sus historias existe un mundo de sentimientos y emociones ordinarias descritas con una gran maestría.

Arrancó con Natalia Verbeke y siguió con Erasmus borrachas y la planetera El cumpleaños de Ronaldo, perteneciente a su trabajo con La Costa Brava, arrancando coros entre el público y un buen número de carcajadas.

Las canciones eran breves y se metían entre los asistentes. Francisco miraba a los espectadores continuamente buscando y encontrando una perfecta empatía, y las carencias vocales e instrumentales importaban muy poco cuando este Jonathan Ritchman gijonés afirmaba que "estás preciosa con brackets" y que "no tendrás que sufrir, verás lo guapa que estás".

Con Me casaré cuando me enamore anunció su retirada y definió a la perfección el espíritu de su música: "si es aburrido yo lo haré divertido". Pero, obviamente, Francisco no pudo escapar del escenario y siguió con un primer bis en el que interpretó su canción a lo José Luis Perales. Pero aquello no bastó, y los bises comenzaron a multiplicarse hasta que el asturiano quiso poner punto y final a la velada con La vida sigue igual, de Julio Iglesias.

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