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El enigmático templo de Melkart, aquel lugar sagrado que arqueólogos e historiadores buscan sin descanso, el mismo en el que Julio César soñó que dominaría el mundo antes de nombrar a todos los gaditanos ciudadanos romanos por nacimiento, y en el que Aníbal ofreció sus votos antes de emprender la conquista de Italia, ha emergido del entorno donde casi todos señalaban.
Tras décadas y siglos de búsqueda del famoso santuario, un nuevo estudio de la Universidad de Sevilla y del Centro de Arqueología Subacuática (CAS) del IAPH de la Junta ha sacado a la luz los restos de un edificio monumental localizado bajo el agua, en la desembocadura del Caño de Sancti Petri, y que podrían corresponder al espacio sagrado fenicio-púnico del Hércules Gaditanus del que ya nos hablaba Estrabón y otros escritores clásicos.
Esta nueva hipótesis con las que se han obtenido modelos digitales del terrenoestá pendiente de una prospección geofísica, pero lanza una descripción que encaja en el espacio donde a lo largo de la historia han aparecido numerosos restos arqueológicos. Pero, ¿qué nuevos datos ofrece las primeras conclusiones de esta investigación?; ¿qué sabemos del aspecto de aquel lugar sagrado?
El estudio presentado este miércoles en la sede del CAS habla de la evidencia bajo el agua de un edificio de 150 metros de ancho por más de 300 metros de largo que aparece a modo de gran estructura portuaria central con amarraderos, a unos 3 o 5 metros de profundidad. Al sur de la misma han aparecido también varias cimentaciones, un puerto interior en forma de dársena cerrada, varios espigones y se ha documentado una zona de villa doméstica relacionada.
Un gran espacio portuario, en definitiva, que se erigió en nombre del dios fenicio, alcanzó su máximo apogeo en tiempos de Trajano y que desapareció por la acción del agua, y la mano del hombre -entre guerras, saqueos y ocupaciones- al que las fuentes grecolatinas se refieren como un gran edificio principal y un patio al que se accedía por una puerta flanqueada por dos grandes columnas.
Las descripciones de los textos clásicos describen que en el frontispicio aparecían los doce trabajos de Hércules labrados en bronce, que no existía ninguna imagen del dios en el interior y que en su altar ardía un fuego perpetuo. En las columnas de la entrada los navegantes hacían sus sacrificios -algunos de los cuáles pueden verse en el Museo de Cádiz- y abundaban en el santuario los altares de bronce con escenas de la vida de Hércules. Además eran famosos los dos pozos de agua dulce que tenían un régimen de crecidas inverso al de las mareas.
Contaba Milagros Alzaga, directora del CAS, que Estrabón “lo situaba en la zona más al este de la isla, por donde la isla se aproxima más al continente”, y que Posidonio mencionó "el efecto de las mareas sobre en el basamento del templo y el dique que protege el puerto".
También ilustró Filóstrato la magnitud de un templo que ocupaba toda la amplitud de la isla, en la que “toda la piedra había adquirido la forma de una plataforma rectangular”, tal y como se percibe en la imagen aérea tratada con tecnología digital que acaba de salir a la luz.
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