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Una cruz en el mapa y en el alma de Cádiz

Concierto Manuel Carrasco

El compositor Manuel Carrasco se entregó al público gaditano en el muelle de Cádiz, que lo arropó en la fría noche de poniente entre los temas de siempre y los de su último disco

Manuel Carrasco en Cádiz. / Julio González.

El frío del poniente arreciaba pero el calor del hogar siempre lo amaina. Porque Cádiz es uno de los hogares del compositor onubense Manuel Carrasco, de la que se enamoró “por culpa de los carnavales”, y a la que regresó anoche para clavar su alma y su cruz en este pedacito del mapa del sur del sur. Desde el muelle gaditano donde ayer se celebró la primera de las citas del ciclo Música del Mar, el aclamado músico lanzó muchos de los temas de La cruz del mapa y otros tantos de siempre.

Un repertorio que lanzó con permiso de su admirado Juan Carlos Aragón, que prologó con el mítico pasodoble de Los inmortales Yo me enamoré de ti, y al que puso punto y final con un popurrí de versos del genial poeta que desgraciadamente se nos fue el viernes.

Manuel Carrasco se entregó de principio a fin en las más de dos horas y media que duró su esperadísimo concierto, al que sus fans aguardaron con largas colas desde bien temprano, y del que disfrutaron niños, jóvenes y mayores, familias enteras saltando bajo “la luz de la luna”, desde el mismo momento en que empezó a entonar el primer tema de su nuevo trabajo: Me dijeron de pequeño. Con esta pieza con la que por fin irrumpió en un escenario dibujado de grandes pantallas con la latitud de Cádiz, empezó la ovación, la música empezó a fluir, y con ella el mágico feedback entre público y artista, que pronto se insufló de toda la energía de su laureado Yo quiero vivir, para pasar a su reciente Los primeros días.

Porque Carrasco hilvanó su completísimo recital entre los grandes éxitos de su carrera y los de su último trabajo grabado en Londres. Entre mensajes de amor por Cádiz, con la que flirteó y a la que finalmente se declaró con un emotivo “te quiero”; mensajes positivos con los que invitó a soñar –No dejes de soñar– y otros más reivindicativos contra el maltrato, el control patriarcal y el acoso, al que rechazó en sus canciones Vete y Mujer de las mil batallas.

También le cantó a su hija –Soy afortunado–, a la vida y al amor –Llámame loco, Te busco en las estrellas, Uno por uno, Dispara lentamente– y, con Tengo un amor, se arrancó de nuevo por Carnaval, que dosificó de principio a fin como muestra de la pasión que profesa el carnavalero de Isla Cristina por nuestra fiesta grande.

Y sacó su guitarra,“con la que todavía no sé qué voy a cantar”, confesó antes de entonar el pasodoble, y después el piano, para cantar de nuevo a su hija –Mi única bandera– y llevar en volandas al público del muelle con su Déjame ser, despojándose de su chaqueta de domador para bailar con las manos sujetas a su camisa blanca. “Mi Cádiz”, decía una y otra vez, para cantarle Bésame otra vez o Tan solo tú. Para cantarle y desgañitarse, alzando su voz y hasta su guitarra, en el guiño final a Aragón.

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