Contador de historias cotidianas
Crítica de arte
El artista linense Pepe Cano expone en la Sala Rivadavia de Cádiz una obra con escenas llenas de infinita simpleza
Las 'Historias cotidianas' de Pepe Cano
Pepe Cano en estado puro
Cuando se anuncia una exposición de Pepe Cano, los muy amantes de lo artístico -quizás, también, cualquier aficionado- saben que se van a encontrar con una pintura planteada con un lenguaje tremendamente personal, con un concepto pictórico único donde se muestra una sociedad mediata argumentada con episodios cargados de finísima ironía. Porque la pintura de Pepe Cano transgrede el formulario de la representación habitual con las imágenes de la figuración planteadas con la exactitud de lo que la mirada capta. En Pepe Cano nada de eso ocurre. A él le interesan otras historias, otros modos y otras formas de manifestar lo real. El pintor de la La Línea es notario de una realidad que él ha tamizado absolutamente. Sus esquemas ilustrativos están menos constreñidos que los que se manifiestan en una pintura con demasiados perfiles igualitarios. Sus figuras, particularísimas, desentrañan posiciones que son modos iconográficos, ya, abiertamente, consolidados en unos esquemas que podríamos decir a lo Pepe Cano. Su pintura transcribe una personal realidad que es intransferible y descubre a un artista con nombre propio. Sus personajes dejan entrever una realidad paralela; presentan unas características físicas muy escuetas, someramente esbozadas, salvo unos ojos determinantes que abren las perspectivas de una existencia simple pero con muchos esquemas comprometidos donde la existencia muestras muchos encuadres jocosos. En eso Pepe Cano es un auténtico maestro; juega con lo real, con una humanidad que manifiesta situaciones casi surreales; donde lo más mínimo se hace grande y se abre a unos horizontes que provocan, al menos, una sonrisa cómplice.
Ficha
Pepe Cano
Sala Rivadavia
Cádiz
La pintura de Pepe Cano ilustra una realidad a contrapelo, no sujeta a posiciones estrictas, que el autor hace cercana. Sus personajes manifiestan desarrollos paralelos a los de la propia sociedad pero dejando constancia que ésta plantea muchos esquemas que rozan lo cáustico existencial. Su mirada está cargada de fina ironía, de gestos sublimes susceptibles de un doble juego, que marcan rutas cómplices, guiños mordaces que acentúan el espíritu abierto de una pintura única e intransferible.
Pepe Cano tiene una larga trayectoria a sus espaldas. No es artista nuevo y ha comparecido en escenarios de absoluta importancia. Además, siempre, ha desarrollado series que nos han hecho vibrar y que han servido para encontrarnos con una pintura solvente, donde nada queda sujeto a esa indiferencia que produce lo que se realiza sin entusiasmo creativo. Son inolvidables aquellas galerías de personajes y acciones que ilustraban series que permanecen vivas. Sus espacios escénicos, sus figuras a contracorriente, los esquemas pararreales sacados de ‘El amor en los tiempos del cólera’, sus camas y cobertores, sus ‘locuras de santidad’ que ilustraban la vida de Simeón el Loco, escrita por el obispo chipriota Leoncio de Neápolis; sus personajes disparatados que protagonizaban una sociedad feliz, llena de vida y con suficientes argumentos para descubrirnos a un pintor que nunca te ha dejado indiferente. Han sido muchas y muy buenas series de las que guardamos un recuerdo eterno. Ahora, llega a la Sala Rivadavia para contarnos ‘Historias cotidianas’, para que la humanidad que él pinta vuelva a producirnos sonrisas festivas y a ilusionarnos con unos personajes que, a fuerza de cercanía, se nos hacen mediatos. Escenas llenas de infinita simpleza, de sabia madurez compositiva, de escuetos relatos que alcanzan máximas posiciones representativas. Porque en la pintura de Pepe Cano, lo más simple juega un papel fundamental. Todo lo que pasa desapercibido para casi todos, por su mínima posición relatora, el artista lo hace sublime, lo maximiza y deja que trascienda sobre lo demás, alcanzando cotas de magnificencia expresiva.
En esta nueva comparecencia el artista linense nos sitúa en un capítulo más de esa historia de imposibles que él nos relata con ese fino pincel donde subyace la ironía, las extravagancias de esta sociedad nuestra sin reservas, los pararreales postulados de sus gentes muestran la fría realidad de un mundo a contracorriente.
Con su obra nos hace creer en un mundo sin dobleces, amable, de fácil manifestación y entrañable cotidianidad. Con muy poco nos cuenta mucho porque en su trabajo predomina una economía de medios que redunda sabiamente en ese bello final que argumentan unos personajes muy a lo Pepe Cano. Y es que, el autor linense es el creador de una iconografía humana de mínimos esquemas compositivos, escuetos aderezos interpretativos y escasas exuberancias representativas; con ello nos muestra un sujeto cercano, de apariencia bobalicona y cortas luces que también protagoniza una existencia sencilla y sin demasiados desajustes. La humanidad de Pepe Cano transita silente por unos escenarios simples, sacados de una historia cotidiana muy bien contada donde todo es susceptible de poder ser llevado a cabo sin extravagancias ni falsedades.
La pintura de Pepe Cano refleja esa realidad tan real que duele, que manifiesta un transcurrir inmediato, sin esquejes de soberbia ni espíritus maledicentes.
De nuevo nos encontramos con la obra de un artista con nombre propio, personal e intransferible. Ese Pepe Cano es estado puro.
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