Contar, cantar y bailar

Rozalén alcanza el éxito en su visita al Concert Music Festival combinando sencillez, sensibilidad y lírica envolvente

Rozalén presentó anoche en Sancti Petri un directo muy enérgico.
Rozalén presentó anoche en Sancti Petri un directo muy enérgico. / Nacho Frade
Julio Sampalo

27 de agosto 2018 - 10:28

CHICLANA/Rozalén tiene tres elementos al menos que la hacen una artista a seguir con curiosidad y fervor y los tres, y alguno que otro más, estuvieron presentes con enorme éxito en la penúltima de las noches del Concert Music Festival de Sancti Petri, que no decayó ni en aplausos ni en poder de convocatoria a pesar de estar ya tomando la recta final de su primera edición.

Rozalén conjuga a la perfección la secuencia “contar, cantar y bailar” como si ella misma la hubiese descubierto para el público. La cantautora albaceteña combina sencillez, sensibilidad y lírica envolvente sin nunca pecar de petulante o soporífera. Al contrario, sus conciertos son lo más parecido a una fiesta de los sentidos y como maestra de ceremonias no tiene precio. Sabe, porque está curtida en mil garitos y escenarios, de qué forma combinar todos los elementos del espectáculo a través de su voz para recorrer a la velocidad del rayo cada vericueto de la anatomía humana y hacerlo vibrar.

Rozalén canta -muy bien, por cierto-, como asegura el tango, con una garganta con arena que desmenuza las estrofas y se mueve entre la dolida desesperación y el angelical susurro de gozo. De esos colores vocales dio muestra en sendas versiones de La belleza, para recordar a Aute, y La llorona. Y del llanto a la alegría que impulsa el alma y el celo de los que tienen la responsabilidad de crear y compartir para que no se quede el hecho en una simple exhibición de aptitudes, ofreció la artista un caramelito final en esa terna de composiciones con Al cantar, una maravillosa opción perdida para representar a España en el Festival de Eurovisión en la bella voz de Amaia Romero y que recuerda agradablemente a aquel La, la, la de Massiel en el año en que se ha cumplido el medio siglo del casi único triunfo patrio en aquel certamen.

Acabado el periplo sentimental por un instante, la cantautora anunció a Chiclana que “a partir de ahora, cachondeo” y se cubrió las espaldas con unos músicos juguetones que, en un divertido pique de aptitudes al acompañamiento, la ayudaron a poner en pie Me arrepiento, el despecho mejor cantado para exorcizar los demonios de la pasión.

Rozalén cuenta historias muy sentidas. La del Amor prohibido hecho carne y pulmón en sus hechuras, la de la borrachera de admiración por el argentino Kevin Johansen con Antes de verte, la del errar y aprender del camino en Asuntos pendientes, la del respiro necesario en Bajar del mundo o la de las veleidades de la inspiración con Será mejor. Cada una de ellas da un repaso a los perfiles sentimentales del ser humano en un intento desaforado por no hallar borrón en el trazo, siendo de por sí imperfecta la materia prima del arte.

Otorgado el beneplácito del respetable, la artista manchega agradeció la acogida de Sancti Petri confesando que “hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto y creo que se me ha notado. Tenía por costumbre cantar ante diez o doce personas pero cada vez que veo a tanta gente enfrente me parece un milagro. Lo más bonito es poder dedicarme a lo que me gusta y deseo que no me falte nunca la inspiración para seguir haciendo canciones que cuenten cosas”.

Rozalén también baila y hace bailar a la audiencia con una facilidad pasmosa, una u 80 veces si es necesario. El roce con su música no es una opción, es evangelio cuando enfila el final de su repertorio con el público metido en el bolsillo y temas como Saltan chispas o Comiéndote a besos. En varias ocasiones la gente reaccionó en pie a la energía de la autora que se guardaba aún varios ases en la manga para volver, como si nada, al repaso de conceptos. El primero, contar de nuevo. Rozalén desvela los oscuros rincones del deseo sin rostro con la letra de Dragón rojo. El segundo, cantar para alegrar los corazones, tantos como caben en un cesto de Girasoles. Tercero, bailar dejando ganas de más. Así se despidió la cantautora junto a sus músicos, montando una verdadera fiesta que enlazó con la que cada noche de show da lustre a la madrugada en el Concert Music Festival.

Rozalén canta, cuenta, baila y se ha convertido por méritos propios en una de esas artistas que desde la intimidad abriga a las audiencias más expresivas. Merecido es su éxito, brillante su trayectoria y portentoso su futuro como nombre de largo recorrido.

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