Dolor en El Puerto por la repentina pérdida del matador Celso Ortega
El diestro, de 45 años, sufrió un fallo cardíaco en la noche del sábado, en su domicilio portuense
Muy temprana fue ayer la dolorosa noticia: el matador de toros portuense Celso Ortega había fallecido pocas horas antes, en la madrugada, de un fallo cardíaco, pérdida que ha conmovido a todos y que era increíble para la familia taurina, sabedora de la vitalidad del diestro portuense.
El alcalde David de la Encina manifestó su condolencia por la muerte de, para el sector, el maestro, para los amigos Celso, para sus íntimos "Campe", de campeón. Fue torero desde niño, cuando comenzó a luchar por sacar adelante una afición que no le cabía en el cuerpo y que además de llevarla en la masa de la sangre, le venía de familia porque su padre, César, fue novillero.
El Puerto, Valladolid y Alicante fueron ejes de su lucha para ser matador. Su toreo dominador, recio y varonil cuajó en un profesional con una línea maestra ante el toro: cada faena tiene un sentido, el de la lidia requerida, con su propio planteamiento, nudo y desenlace.
Fuimos testigos de su esfuerzo campero y aprendimos mucho de aquel serio profesional que revestía su quehacer con madura dignidad. De la generación profesional de Lis Parra hijo, Carmelo, Juan Pedro Galán o Jesulín, tomó la alternativa en El Puerto el 29 de mayo de 1988 de manos de Paco Ojeda, confirmando en Madrid en julio de 1992.
Vivió una época muy difícil en la lidia, de gran competencia, y supo retirarse con discreción, siempre vinculado al toro y sin dejar de hacer campo y de ayudar a los demás. Como hace unos días en AFANAS con Jesulín, sin necesitar vestirse de luces para hacer felices a otros. Nos dijo que se estaba preparando para torear el año que viene algunos festivales, con esa ilusión de siempre que se ha truncado en este desolador noviembre, sin lidia posible, dejándonos dolor y estupor y desconsuelo a su familia.
Adiós Campe. Hoy te despedimos en el Tanatorio de Jerez a las once de la mañana y seguidamente das tu última vuelta al ruedo, en esa Plaza Real que te vuelve a abrir la puerta grande, como en la noche de tu debut en 1984. Que te sea la tierra leve.
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