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"Escribo poemas para poder serenar el ánimo"

Gervasio Hernández Palomeque. Poeta

El histórico político presenta mañana el libro 'Orégano y bronce' en la Biblioteca Pública Provincial

El autor, docente y ex concejal del Ayuntamiento de Cádiz Gervasio Manuel Hernández Palomeque.
Julio Sampalo Cádiz

04 de noviembre 2015 - 05:00

"Soy más auténtico en este libro que en la política. Intento hacer las dos cosas humildemente pero la política no es de los humildes. El cargo, mi personaje público tapa mi auténtica realidad, mi ser", comenta entre risas Gervasio Hernández Palomeque, político histórico de Izquierda Unida, exconcejal del Ayuntamiento de Cádiz y Algeciras, ex presidente de la Diputación Provincial y testigo directo de las Españas, en plural, la que le inculcaron en el colegio y la que hoy aún sigue arrastrando taras políticas y de convivencia que perpetúan la necedad ligada al poder. Las que todavía le preocupan. "Nunca estudié para político. Soy un ciudadano, un educador, que en un momento determinado dio un paso al frente, en un momento importante para la política española. Este libro forma parte de mi faceta profesional", afirma.

El libro al que se refiere, el primero que publica pero no su primera publicación, se presenta mañana, a las 19.00 horas, en la Biblioteca Pública Provincial de Cádiz. El título de este poemario en 3 partes, Orégano y bronce, y editado por la Asociación Cultural Tántalo hace referencia "al pueblo toledano donde yacen mis abuelos, Domingo Pérez. A sus habitantes se les llama oreganeros". Pero también "a mi intimidad, lo más directo y hondo de mi corazón, cómo veo mi ser". El bronce, por otra parte, tiene que ver con "la violencia de los seres humanos, el belicismo, el arrebato. Nací en un bombardeo de Los Nacionales en el año 37", relata el intelectual.

Al tiempo que recita algunos de los versos de La novia de bronce, uno de los bloques en los que se divide el poemario, explica el origen de su lírica en la impresión que le causó la visión de 2 estatuas de bronce, una frente a otra, en la estación de ferrocarril de Tavira (Portugal); un muchacho con uniforme militar y una muchacha en actitud de despedida, con un pañuelo en la mano. El relato pétreo de una ausencia forzada por los avatares de la Historia. "Ese bronce de campana puede ser también de guerra", remata el poeta para recordar que "no son ensoñaciones", que aquellas efigies podían estar también en la España de la Guerra Civil, la Posguerra, las de los corros de niños que cantaban "se va mi amor, se va mi hermano", los de la misma sangre vertida a ambos lados de la contienda.

Un rencor enquistado en una España "escrita por los vencedores, la que estudié -cuenta-, con vocación de imperio, fue un golpe de estado financiado por los grandes capitales, con la retórica de Carlos V", una época en la que las "guerras eran desde arriba, entre hermanos, y en las que el que pagaba el pato era el soldado, que moría al enfrentarse a un supuesto enemigo y dejaba sola a su muchacha, su novia de bronce. La violencia humana no está en nuestros genes. Para mantenernos los seres vivos tenemos que matar a otros, es un mundo bastante imperfecto. Pero los animales sólo matan por necesidad, nosotros lo hacemos por palabras vacuas, vacías de significado, por ambición y por honor".

Con la vista puesta ahora en la literatura, Gervasio Hernández tiene pendientes de publicación el libro Sistema educativo y cultura de masas, obra "basada en mi tesis doctoral", y otro llamado Breve historia de la educación a distancia en España. Y las Memorias de un ingenuo, con "momentos, hechos y personas que viví en la Transición", explica el autor de una obra que remite en su título a "la ingenuidad asociada a la niñez pero también al significado en su génesis de no doblegarse ante nada ni nadie".

Al final, como admitía párrafos antes, "termino haciendo poemas para serenar el ánimo, me hago acreedor de la benevolencia del prójimo al entregarle mi conciencia desnuda, el yo más yo a través de la literatura".

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