FIT de Cádiz: el espectador ante un incómodo espejo
Crítica de teatro
El Centro Dramático Nacional llevó al Falla la obra 'Supernormales'
Parece imposible, salvo corazas particulares de grosor suficiente para no sentirse interpelado por nada, abandonar el teatro donde se ha visto la obra ‘Supernormales’ de una manera normal, por decirlo de alguna forma que casi permite entrar en materia. La producción que el Centro Dramático Nacional ha traído al FIT no deja indiferente. Es una obra dura, con escasos filtros y con un alto contenido en humor negro, píldoras indispensables que permiten tomar aire en medio de un asfixiante planteamiento particular y global en torno a las personas con discapacidad y con diversidad funcional.
Ficha
Supernormales
Texto: Esther F. Carrodeguas. Dirección: Iñaki Rikarte. Reparto: José Manuel Blanco, Elvira Cuadrupani, Emilio Gavira, Natalia Huarte, Jorge Kent, Mónica Lamberti, Anna Marchessi, Gemma Martínez, Marcos Mayo, Inma Nieto. Escenografía: Monica Boromello. Iluminación: Felipe Ramos. Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo. Asesora de inclusión: Inés Enciso. Coaching de interpretación y apoyo en inclusión: Kube Escudero y Andrés Valera Goñi (AMÁS Escena). Producción: Centro Dramático Nacional. Día y lugar: Gran Teatro Falla, 25 de octubre. Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT).
El particular tiene que ver con su sexualidad y con la forma en la que su deseo, su libido, se materializa, o no, en sus relaciones íntimas; y la global muestra con la mirada general hacia un colectivo al que tantas veces se trata con “lástima”, como se dice en la obra, y al que se le niegan como sociedad derechos colectivos a los que no parecen poder aspirar.
El texto -duro, directo y en ocasiones provocativo- de la autora gallega Esther F. Carrodeaguas sitúa a la sociedad, representada por los espectadores que acuden a cada función, frente a un espejo incómodo de asumir. Un espejo que refleja comportamientos y pensamientos muchas veces habituales y que desnudan el utilitarismo de una sociedad construida en torno al valer antes que al ser. Una sociedad que ya no arroja por el precipicio a los débiles como en Esparta pero que cuenta también, a qué negarlo, con determinadas herramientas de deshumanización y de exclusión.
La obra se centra en la búsqueda del placer sexual por parte de este grupo, pero con el desarrollo de las escenas lo que parece demandarse en el fondo es su propia dignidad como personas. Y su sexualidad, muchas veces negada, es una más de las patas sobre la que se construye la dignidad humana: la de los ‘normales’ y la de los ‘supernormales’
Una cama es el único mobiliario que aparece permanentemente en la escena. En torno a ella se suceden distintos cuadros en los que el espléndido elenco, la mitad actores con distintos grados de discapacidad, multiplica sus roles encarnando a distintos personajes en la obra.
Imposible salir indiferente, pero casi imposible también salir con una respuesta concreta. El espectador, más bien, se lleva a casa un saco de interrogantes. Y también un incómodo espejo en el que no es tan difícil verse reflejado en algún momento.
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