Give me pan y tell me tonto

Distintos proyectos desarrollan la influencia cultural de la Base estadounidense y Gibraltar

Vanesa Benítez ultima el rodaje del documental 'Rota´n´Roll'

Give me pan y tell me tonto
Pilar Vera

26 de marzo 2017 - 01:42

Cádiz/Todo empezó una noche en un bar, "como suelen empezar las cosas", cuenta Vanesa: "Mi amiga siempre había tenido un pick-up que me encantaba. Hablando de dónde había salido, me dijo que era de un amigo americano de su padre, y empezó a contarme un poco lo que había sido la Rota de los 60-70".

Vanesa es Vanesa Benítez Zamora que está rondando los últimos cortes de Rota´n ´Roll: un proyecto documental que cuenta con la producción de Manonegra films, Consejería de Cultura y Canal Sur y que se encuentra actualmente en proceso de montaje. "Me di cuenta de que siempre había asociado a Rota y la Base con las marchas antiamericanas y pensé que, al fin y al cabo, había dos comunidades, dos universos distintos, que habían convivido durante mucho tiempo en un mismo territorio". Rota´n ´Roll se ha nutrido de más de 200 testimonios a lo largo de más de cinco años. El impacto de la llegada de la colonia norteamericana en la época fue brutal, un "tsunami", según define uno de los entrevistados: diez mil norteamericanos, entre militares y civiles, desembarcaron en lo que a mediados de los 50 era un pueblecito en situación de subdesarrollo. Si hubiera sido un desembarco alienígena, la brecha cultural hubiera sido idéntica. Bienvenidos a Rota, donde burros y cadillacs conviven plácidamente.

La iniciativa de Benítez Zamora se une a otras voces que han destacado recientemente la peculiaridad de la influencia cultural de la Base. Felipe Benítez Reyes hablaba de ella en El azar y viceversa. E incluso existe un proyecto, a nivel institucional, para aprovechar turísticamente el patrimonio material e inmaterial que ha generado la Base en Rota. El crítico y escritor Fran G. Matute presentaba esta semana en la Fundación Carlos Edmundo de Ory Días de viejo color: un título publicado por el Centro de Estudios Andaluces en el que estudia la eclosión de "lo moderno" en Andalucía, "aunque Andalucía no sea moderna, ni lo haya sido, ni lo sea jamás", afirma el autor, que se centra en los personajes que vivieron "lo distinto" y cinco focos que define como "válvulas de escape": la Costa del Sol, Almería como plató cinematográfico, el Campo de Gibraltar y, por supuesto, las bases de Morón y Rota.

Más allá de las implicaciones políticas, "en general, a nivel social y cultural, los roteños han terminado teniendo una visión bastante positiva de la Base -explica Vanesa-. A ellos les vino bien, los americanos trajeron trabajo y sacaron a mucha gente de la miseria. Si a nivel económico pudo haber un rechazo inicial, poco a poco vieron que generaban empleo y que a su alrededor había cosas fantásticas". "Se indemnizó a quien tenía tierras y, aunque algunos colonos salieron perjudicados, en general fue beneficioso a nivel laboral. Además, quien tuviera cualquier prejuicio político o ideológico no podía ni formularlo", rememoraba al respecto Benítez Reyes.

Cruzar la alambrada americana en los sesenta y setenta era cambiar de universo. Entrar en Dibullywood, "en un mundo fascinante con rodeos, partidos de béisbol, autocine, helados de sabores desconocidos, hamburguesas, Malboro, Converse, Playboy...", explica Vanesa en Días de viejo color. Productos todos que terminaron nutriendo, por supuesto, un suculento mercado negro.

Y la música, claro, la música. Casi todos recuerdan la fascinación que tenía el ir a buscar un disco a la Base. Lo último del boom absoluto del rock: de Chuck Berry, de Deep Purple, de los Rolling, de Jefferson Airplane. "De hecho, la idea, al principio, fue hablar sólo de música -indica Vanesa Benítez Zamora-, pero luego, hablando con la gente, empecé a pensar en esta línea, porque las historias son tremendas y tal y como te las cuentan todas, muy ficcionables, como minipelículas. Así que hemos desarrollado el fenómeno social que se dio y hemos utilizado la música como el lenguaje común de dos comunidades que al principio no se entendían, que estaban a años luz, pero que tenían elementos que sí compartían y en el vínculo que crearon a través del más importante de ellos, la música".

"El roll es un término mucho más amplio, que incluye todo lo otro, todo el American Way of Life -continúa la realizadora-, pero el nexo de unión eran los bares y la música. Tocaban juntos norteamericanos con roteños. Tenían acceso en primicia a a una música que el resto del país no tenía, que la censura impedía llegar o le cambiaba la portada o las letras".

Fran G. Matute apunta también cierta reciprocidad en esa relación, un cante de ida y vuelta: "En Morón, por ejemplo, hubo norteamericanos que tomaron clases de guitarra de Diego de El Gastor. Aquí aprendíamos a Jimi Hendrix y el LSD de California y ellos, el flamenco más puro".

¿El lado oscuro, a nivel social? El tremendo turismo sexual, que las autoridades minimizaban, "aunque había hasta un censo de prostitutas. Cuando llegaba un barco, los roteños cerraban las casas para que sus hijas no salieran". Benítez Zamora cuenta también en Días de viejo color que la caza del espía ruso, por decir, dio lugar a historias que muestran "un aspecto de la Guerra Fría absurdo y cómico, que tenía como escenarios The Crazy Cat, La Costilla o el Kelly´s Bar". Que no lo escuche David Trueba. O que sí.

"Todos señalan que fue la mejor época de su vida -apunta Benítez Zamora respecto a la impresión de los norteamericanos que llegaron entonces a España-. Ten en cuenta que la mayoría eran chicos de pueblos perdidos en Estados Unidos que, por primera vez, estaban fuera de su casa. Alguno no había visto nunca un pollo vivo y, de repente, el vecino degollaba uno y se lo daba. Tenían un sentimiento de libertad absoluta que también dio lugar a una serie de abusos por los que nadie pidió explicaciones. España tenía el encanto exótico de una cultura que no conocían y de una forma de vida diferente. Comentan por ejemplo, que las infraestructuras eran lamentables pero que les encantaba el ambiente y la gente del pueblo, muy amigable. La ropa, la comida... todo era nuevo para ellos también".

"Unos y otros -añade- se consideraban afortunados, y es cierto que este tipo de cultura también les sirvió para abrir la mente".

"Es normal que quien se ha criado en estos territorios liminales termine haciendo cosas diferentes y tenga la cabeza más abierta -indica Fran G. Matute-. Aunque, en esa época, la mayoría de la gente más creativa se tuvo que ir fuera porque aquí nadie los entendía".

Para Fran G. Matute, lo que ocurrió en estos territorios de válvula de escape, como Rota o Gibraltar, fue un "fenómeno sin parangón en ningún otro lugar de España". Como indica Juan José Téllez en Días de viejo color, en el Campo de Gibraltar se pillaban las emisiones de la radio gibraltareña, replica de la BBC, que programaba discos que tardaban en llegar a los mercados y radios españolas, con una media de retraso de seis meses. Una influencia y una dinámica que siguió existiendo más allá del cierre de la frontera, en el año 1969. El primer grupo de rock más o menos oficial surge en La Línea por esta relación inglesa, The Rocking Boys. Y de Gibraltar es Albert Hammon, de los Diamond Boys.

"No deja de resultar curioso que, con estos dos focos tan potentes dentro de la provincia, la capital tardara bastante más tiempo en modernizarse -reflexiona Matute-. El único conato de modernidad durante mucho tiempo fue el Festival de Alcances, que programaba pelis, obras y exposiciones que no hubieran podido verse de otra forma".

Navidad flamenca y norteamericana en un mismo escenario.

Bares y música crearon vínculos entre ambas comunidades.

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