Guille Milkyway (La Casa Azul): "En Cádiz hay como una sensación de libertad y respeto que no hay en otras ciudades"

No Sin Música 2023

El afamado grupo nacional vive las horas previas a estrenar su viaje inmersivo de luces y sonidos en la capital gaditana con desbordante ilusión

Horario de la actuación de La Casa Azul en No Sin Música 2023

No Sin Música 2023 en Cádiz: horarios, cartel, entradas y cómo llegar

Guille Milkyway, líder de La Casa Azul, durante el concierto del año pasado en Concert Music en Chiclana / Jesús Marín
Manuel Galvín Serrano

21 de julio 2023 - 06:00

El compositor y vocalista del grupo que escaló al olimpo de la música nacional con toda una 'Revolución Sexual' aguarda al teléfono desde un idilíco entorno tarraconés de Tamarit. Apenas le quedan unas horas para volver a hacer las maletas, para seguir la gira por donde la dejaron. Su último bolo fue nada menos que el mítico Festival de Benicàssim (FIB). La próxima parada es Cádiz, por primera vez en veinte años de carrera. Allí hay un muelle que explosionar con un pop electrónico adictivo, enemigo de la indiferencia. No bailar será difícil en la noche del viernes al sábado.

-No habíais pisado Cádiz en 20 años y ahora lleváis dos veranos consecutivos tocando en la provincia.

-Me hace ilusión el concierto del viernes porque tengo amigos por allí, ya que veraneo habitualmente en Zahora. Es curioso porque, prácticamente de toda España, Cádiz era un lugar al que no habíamos tenido oportunidad de ir. De hecho ya mis amigos me decían siempre que qué pasaba. Toda Andalucía ha pasado por un proceso de crecimiento paulatino con el indie. Recuerdo que antes Andalucía antes era un lugar complicado. Tuve una etapa viviendo en Sevilla y allí estaba la Fun Club, pero no dejaba de ser un sitio de cosas especializada. Pero ahora es otra cosa, ha costado pero hemos notado mucho el cambio.

Es duro el camino de llegar hasta el punto que uno tiene cierta credibilidad, cuesta mucho. Esto también es aplicable a los festivales. Estuvimos en Lérida y nos comentaron lo que costaba que tirase un concierto. Es cierto que hay sitios en España que hay una cultura musical que, pese a tratarse de sitios pequeños, hay un poso ahí. Es un mérito que festivales como el No Sin Música cumplan nueve años.

Toda la vida he requerido diversos actos de fe y acumulados. Esto es aplicable a los colectivos, cuando hay una creencia colectiva, la cosa funciona de manera natural.

-"En España se baila mal" comentabas en una entrevista. Ahora llegas a Cádiz un lugar donde el flamenco y el carnaval es muy fuerte. ¿Esperas que los gaditanos te desmonten esta teoría?

-(Risas) Eso hay que matizarlo. En aquella entrevista, eso vino porque había en Barcelona un grupo de música disco en los 80 que se quejaban de que los ponían a parir en todas las críticas. Ellos se defendían diciendo que cómo a ellos, con el estilo que tenían, podía criticarlos alguien que no sabe bailar. Por mucho que quiera no va a entender el flow. Es verdad que la crítica artística es difícil hacerla desde un no lugar, es difícil empatizar con lo que no estás viendo, si no formas parte de la euforia colectiva.

Bueno, esta idea (la de bailar mal) en Cataluña quizá podía ser medio verdadera. Tenemos cosas maravillosas pero bailar no es una de nuestras virtudes. En nuestro baile típico apenas te mueves. Esto no es así en Andalucía. No tengo ninguna duda que Cádiz funciona de otra manera. He visto la diferencia entre Cádiz y Sevilla por ejemplo. A Cádiz, la veo 100% más abierta. Tengo la sensación de como que puedes hacer lo que quieras, que poca gente te va a mirar mal un segundo. Hay una sensación como de libertad y de respeto, la considero una de las mejores ciudades en ese sentido. También pasa que, en cierto modo, hubo una época en la que se veía el indie como algo serio y quizá era un estilo que se consideraba que no llamaba al baile.

-¿Y se ha superado esa etapa?

-Totalmente. Ha costado quitar muchos prejuicios de encima tanto a los artistas como a la gente. Personalmente, he basado mi carrera artística en el desprejuicio. En la mayoría de grupos estaba esa losa. Lo cierto es que había muchos dogmas de fe, como que había unos mandamientos para no salirse. Es generacional, estamos viviendo unos momentos buenos. Ya no existe esa barrera, ni prejuicios. Pienso que no hay prejuicios ni entre géneros ni entre generaciones. Por ejemplo, La Z no tiene nada. Quizá la mía (la generación X) y la de los milenials es inevitable que tengan esos choques y se enfrenten, ahí surgieron cambios y movimientos contraculturales. Cada uno se hizo fuerte en lo suyo para diferenciarse. En general, hay un movimiento claro hacia romper esos cubos, esos estancos entre géneros. Esto no puede ser otra cosa que no sea buena.

Hace 20 años fuimos de gira a Japón y dije: "ojalá lleguemos a este punto". Fue un concierto de La Casa Azul con todo tipo de gente. No existía un asistente muy definido por un estilo.

-¿Quizá hizo mucho daño la actitud de los grupos de los 90?

-La pose de los 90 cuando se tomaba en serio era nociva. Pero cierta pose tiene también ese componente teatral, forma parte de la historia de la música pop y rock. El problema era tomarse en serio demasiado unos principios. Mi técnico lo llama hacer misa. Es como si empiezas a construir una especie de dogma religioso. Si todo forma parte de una escenografía, perfecto. Lo ha hecho mucha gente en la historia: Kiss, Nirvana, Elvis...

-¿Hay relevo generacional en el indie? ¿Es prometedor el futuro de este estilo que abarca tanto?

-Escucho mucha música. Lo único malo de mi trabajo, es que mientras la hago yo no puedo escuchar. Todas las noches busco un rato para escuchar. Creo de manera firme y rotunda que es un súper buen momento para la escena indie. En parte es por lo que te decía antes, ya no hay una carga, esa losa pesada de ser serio. Sí que veo que en las generaciones muy jóvenes es cierto que hay cierta esclavitud en los 'likes', son más conscientes del 'business'.

A nosotros nos ha distinguido ser un poco más libres. Una visión menos dependiente de los números. Ahora cuelgas una canción y ya sabes si gusta más que la otra. Eso hace difícil que se exprese de manera natural. Aún así, es un gran momento, no hay la barrera del prejuicio. Hemos superado ese cambio generacional que ha tardado unos años. Hay una mezcla muy guay. Hay retorno del componente melódico en todos los géneros, que para mí es el cordón umbilical que lo une todo.

Lo melódico es nuestro hilo conductor. Te salva de juzgar géneros per se. Para mí es detestable que alguien haga algo para tener éxito. Es fundamental hacer algo que sientes y después trabajar para tener éxito con eso.

-La Casa Azul es un espectáculo visual que engancha combinado con letras profundas. ¿Esa puesta en escena está presente en la composición?

-La puesta en escena es 100% después. No tiendo a pensar en exceso en nada más allá de la canción y de poder expresar lo que siento. Así es como me he sentido realizado. Realmente es un acto muy interior, muy solitario. Lo que también está claro es que desde que pude montar la banda ya le di rienda suelta a ese elemento de fantasía. Y la verdad es que hoy en día ya no está tan separado. Sigo creando de la misma manera pero después ya lo pongo en común con el batería, el teclista para crear cierto elemento visual y escenográfico que acompañe.

Se asume que todo es con carácter muy festivo por estar donde estás. Pero con La Casa Azul sí que hay un viaje emocional, con mucho medio tiempo. No es todo fiesta. Ese viaje cuesta a veces entenderlo. Puedes tener a gente viéndote que está quieta. Aún así, seguramente, estará disfrutando dentro de tu propuesta. Es como entrar en una especie de ensoñación. Tocar tarde en contextos festivaleros puede resultar difícil, aún así nosotros proponemos ese viaje emocional. Lo que sí es cierto es que ayuda la puesta en escena. Aún así está separado de la composición. Eso no quita que todas mis historias sean muy visuales, siempre necesito verlas en mi mente.

-Uno de los últimos singles, 'Prometo no olvidar', nos habla de cuidar al compañero/a de vida que tenemos a nuestro lado, de despertar de cierta ceguera del día a día.

-Todo el mundo que tenga una relación de larga duración, sin final aparente, se puede ver reflejado. El ser humano tiende siempre a desear, somos evasivos, a desear lo que no está, lo ajeno. La verdad que siempre nos dejamos llevar por una trampa. Siempre ese cambio de lugar, de trabajo, como si fuera una aventura. Esto a veces es una especie de esclavitud y de ceguera. De golpe como que nos podemos olvidar el motor real del día a día, que está a nuestro lado. A veces nos olvidamos, entramos en una especie de espiral. La imaginación humana es increíble, crea un mundo que no existe, inalcanzable. Tienes imaginación sin felicidad porque no puedes alcanzar las cosas.

Vivimos en un mundo que nos pone los deseos al alcance de la mano y nos lleva a esto. Una vez en China, me impactó mucho que toda la publicidad que veía eran cosas de lujo: Rolex, coches de alta gama, etc. Son cosas prácticamente inalcanzables, pero allí estaban rodeándolo todo. El mensaje es que tienes los sueños al alcance de tu mano pero no puedes obtenerlos. Y encima si los obtienes, ves que no pasa nada, que nada cambia, que después querrás otra cosa.

Por eso me di cuenta que nos olvidamos a veces de cosas que están a tu lado todo el rato. Nunca había tratado la temática de esta manera. Es más fácil siempre hacerlo desde el desamor o la furia. Es la droga del desahogarte. A veces nos da vergüenza, por no entrar en ese tono de coach barato. Yo utilizo un recurso que para mí es infalible, es mi comodín para no caer en eso: la exageración. "Explota el universo", como dice la canción. Jugar a eso te mantiene a salvo de caer en demasiado en el "logra tus sueños".

-¿Qué crees que transmite en el verano de 2023 los temas de La Casa Azul?

-Obvio que depende del momento y de quién escuche. Por ejemplo, a los festivales y conciertos va mucho acompañante de personas que son fans. Y, por supuesto, gente que viene con ganas pero te ve por primera vez. Para lograr transmitir un mínimo hay dos cosas fundamentales en las que yo le hice hincapié al grupo. La primera, ser muy profesionales en la parte musical, sonar lo mejor posible y muy compactos. Cuando eres muy fan de alguien aunque no toquen muy bien, como te gusta, ya no tienes esa barrera. Para el que no es fan, eso sí es una barrera.

Y otro aspecto fundamental para transmitir es ofrecer visualmente algo evasivo. Quiero proponer que la evasión no es algo mala per se, es algo que nos ayuda en nuestro día a día. Estamos en el mejor momento de la historia de La Casa Azul. Hemos llegado a ese punto de sonar muy compacto, potentes, coherentes, lo levamos muy bien rodado. Podemos expresar de manera evasiva todo el conjunto. Creo que intentamos meter a todo el público dentro de nuestras canciones. Me hace mucha ilusión cuando alguien nos dice que venía de pasadas, acompañando a alguien y le hemos gustado.

-La Casa Azul tiene un pop electrónico, algo de música disco, todo ello integrado en una escena indie, alternativa. Hablar de influencias no siempre es fácil. ¿Cuáles serían las vuestras?

A mí me gustan muchos estilos. Me gusta mucho ese jazz de los 50, pero sé que esto no es una influencia porque no lo llevo a mi música de forma directa. Aún así, aunque sea de fondo, de alguna manera todo se expresa. Hay un elemento claro en La Casa Azul que es la canción melódica en general. Cuando era muy pequeño y todos escuchaban Nirvana, yo a la vez escuchaba Mocedades. Estos me gustaban con la misma intensidad o mayor. Creo que estamos más en Mocedades como en Nirvana.

La música disco es otra influencia clara. Cuando hubo explosión de la cultura de club, creo que la diferencia fue que detrás de lo rítmico había una propuesta bailable, la canción melódica.

-Os estrenáis en Cádiz. ¿Algún bar en vuestro radar? ¿O preferís playa para relajaros antes del concierto?

-No solemos tener demasiado tiempo. Todo el mundo va a piñón. Vamos a llegar el mismo día, haremos la prueba de sonido, nos ducharemos, tocaremos y al día siguiente nos iremos. No da mucho tiempo para hacer nada. A lo que es Cádiz ciudad voy cada año. Pero ya te digo me muevo más por la zona de Zahora, Tarifa. La parte del faro de Trafalgar es mi lugar. Todo el mundo tenemos ese lugar donde decir: "yo soy de aquí". Pues a mí me pasa allí. Me siento en paz en esa zona, me muevo mucho desde hace años por allí.

Me quedo con la manera de funcionar de la gente allí. Te encuentras muchas personas que se han retirado de la vida tal y como nos la quieren hacer ver. De golpe ahí siempre percibo como un lugar, como un refugio, donde la gente funciona por sí misma. Y no tanto una especie de rueda en la que nos meten a todos.

Aunque en la capital he estado menos, también me parece espectacular. Cádiz como ciudad es bastante desconocida, comparada con la fama de otras ciudades del país.

-Para terminar, una pregunta de actualidad. Una vez dijiste "se están cargando el bienestar". Una de tus canciones, pese a no tener matiz político, se titula 'Podría ser peor'. ¿Podría ser peor la situación social y política?

Todo lo del bienestar se está hundiendo de hace muchos años. Hace años sí que hicimos una canción explícita sobre esto, 'Europa Superstar'. Me da la sensación que nos hacemos inmunes al drama. Además, nadie paga el precio político por no salvaguardar el estado bienestar, los derechos. Las políticas deberían estar a las órdenes del pueblo y no están. Es que se asumen como normales ciertas prácticas que no son ni políticas, sino faltas éticas y morales de base

Sí, no tengo ninguna duda de que 'Podría ser peor' y me da pánico lo que pueda pasar a nivel político. Por primera vez, en general, las derechas e izquierdas modernas no se diferencian mucho pero sí lo hace la ultraderecha con el resto. Al final, hay partidos que tienden a implementar políticas de derechos fundamentales para el medio ambiente, para la minoría. Una vez que ya está legislado, las derechas tampoco es que se atrevan a tirarlo todo. Por ejemplo, pasa con los centros de ciudad, hay un consenso de que es necesario tratar estos temas de otra forma.

Es un juego de relato más que de realidad. Sin embargo, con la ultraderecha sí que es diferente. Estos sí quieren acabar con cosas que se han conseguido, y después son cosas que costaría recuperar. A mí me da miedo, la verdad. Soy mu catastrofista también te digo y me pongo en lo peor.

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