Roberto Scholtes
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Inés Joyes y Blake era cualquier cosa menos una mujercilla indefensa. Provenía de una familia irlandesa, con fuertes conexiones en la alta burguesía comercial del XVIII. Hablaba -al menos- inglés, francés y español y tuvo una formación intelectual relevante. Madre de nueve hijos -entre ellos, el general Joaquín Blake-, a la muerte de su esposo, se ocupó de los intereses familiares. Y fue autora, además, de un curioso y moderno ensayo que le pillaba el pulso a los textos sobre igualdad de género que comenzaron a publicar las mujeres ilustradas del XVIII: en Apología de las mujeres, Joyes y Blake denunciaba la pobre educación de las féminas y las limitaciones de un universo confinado a la vida familiar. Pero, también, supuestos en los que ni siquiera indagaron otras intelectuales, como la doble moral sexual.
Lo curioso es que, tras todo esto, apenas quedan rastros de su existencia. Inés Joyes y Blake moriría en Vélez-Málaga sin dejarnos siquiera un retrato que nos recuerde cómo era.
"A mí también me llamó la atención esto, esta aparente paradoja entre su estilo de vida y su pensamiento -comenta la profesora Mónica Bolufer, autora de La vida y la escritura en el siglo XVIII. Inés Joyes: Apología de las mujeres-. Pero, como hemos dicho antes, es un texto que no está solo, que representa una de las corrientes del pensamiento de la época, el de autoras como Josefa Amar o la Wollstonecraft. Es cierto que Joyes y Blake realiza un texto atrevido. Mesurado, pero atrevido. Por una parte, pienso que una vida en provincias, claro está, no negaba la posibilidad de la lectura, y en esa época las publicaciones circulaban ampliamente. Inés vivió su juventud en Madrid, en la corte, tenía una familia bien relacionada, con contactos en la vida política, y se puede pensar que esas relaciones continuaron en la vida adulta: en su texto, por ejemplo, habla de la frustración de una persona que va a parar a una población pequeña, aunque sus lecturas le abrían horizontes muy amplios. Por otro lado, su propia experiencia cotidiana le daría elementos para la reflexión. Que no llevara una vida de grandes episodios novelescos, como Wollstonecraft, no quiere decir que no experimentara algunos de los dilemas que ella denuncia".
Aun así, todo lo que podemos suponer sobre cómo llega a escribir su Apología de las mujeres entra dentro de lo especulativo: "Tenemos una información muy limitada sobre ella -continúa Bolifer-. No sabemos dónde estudió o qué leyó, aunque sí es cierto que, por su origen familiar, podemos sonsacar muchas cosas. Su lengua primera era el inglés, pero su madre (irlandesa) se educó en Francia, con lo que también hablaban francés. Sabemos que tenía contactos y cierta formación, porque para ponerse a escribir es fundamental, no sólo la capacidad y el respaldo de lecturas previas, sino cierta sensación de legitimidad, de conciencia de que lo que se va a publicar es digno, y para eso hace falta cierta seguridad personal. En este sentido, podemos destacar -prosigue la experta- que en su familia tenía como modelos a mujeres fuertes, que ejercían un cierto papel en los negocios y que le pudieron proporcionar modelos de actividad femenina".
"Aunque también es muy difícil reconstruir qué leyó, su texto recoge muchos de los grandes debates de la época sobre educación, matrimonio, hijos... -continúa la autora-. Y eso supone un conocimiento de la literatura española y extranjera de la época. Fue, por ejemplo, la primera en traducir en España a Samuel Johnson".
Inés Joyes realiza en su texto reivindicativo -redactado en un principio, en teoría, para sus hijas- unas afirmaciones que incluso hubieran sido anatema hace unas décadas. Censura la pírrica educación de las mujeres -retomando el análisis de Madame de Lambert, que consideraba que mantener en la ignorancia a las mujeres no era un descuido, sino que escondía una clara voluntad de dominio masculina- y afirma que la familia y el matrimonio no son los ámbitos exclusivos de realización sentimental: un mal matrimonio, ya que era para toda la vida, suponía infelicidad para toda la vida. "Los hombres -indica Bolufer- podían mitigar este fracaso con las compensaciones de la vida profesional, social... pero las mujeres no tenían salida. Por eso las invita a encontrar otro tipo de satisfacciones emocionales con la lectura, el estudio, la conversación racional... ¡incluso con amigos masculinos!".
En este sentido, resalta la crítica que Joyes y Blake realiza de la doble moral sexual de la época. Ese es, de hecho, el tema que la destaca de entre otras coetáneas: "Se trata de una de las cuestiones más espinosas e infrecuentes, que se daba por sentada e inamovible -indica Mónica Bolufer-. Mientras que a los hombres se les disculpaba la promiscuidad, a las mujeres una infidelidad podía envolverlas en temas civiles muy serios, desde el encarcelamiento a la muerte social".
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