Isla Aguilar y Miguel Oyarzun: “El Inaem ha subido su aportación al FIT en un 44% para el año que viene”
Festival Iberoamericano de Teatro
Los directores del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz hacen balance de una edición que califican “de escucha” y “diversidad” y avanzan una cita “muy potente” para 2023 con un aumento de presupuesto
La 37 edición del FIT potencia el apoyo a la creación
Cádiz/Una semana después del cierre del 37 Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, sus directores, Isla Aguilar y Miguel Oyarzun, hacen balance de una edición en la que consideran que se ha asentado su modelo para el FIT que, además, se ha visto reforzado con el anuncio del aumento de un 44% de la aportación del Inaem para el año 2023.
–El año pasado la logística del festival todavía seguía siendo complicada por la situación de la pandemia en Iberoamérica. ¿Esta edición ha sido ya la de la completa normalidad?
–(Miguel Oyarzun): En lo sanitario, sí, aunque hay nuevas coyunturas que tienen que ver con la Guerra de Ucrania, con huelgas de transporte y con la subida de precios generalizada que hacen que haya sido también un festival atípico. Ha habido que hacer ajustes, reordenar, anticipar y repensar algunas cosas. No es como antes de la pandemia, eso seguro.
–(Isla Aguilar): Es que yo creo que ha habido como un punto de inflexión que nos ha dejado unos desafíos ecónomicos que, a muchos niveles, está afectando a cómo nos planteamos la gestión, no sólo desde el FIT, sino desde cualquier institución y desde cualquier festival público.
–Una de las líneas de esta edición ha sido la de trabajar un FIT no sólo como plataforma de exhibición sino como apoyo a la creación y a los creadores, ¿contentos con los resultados de las obras por las que han apostado?
–(M. O.) Decía Luz Arcas algo que me parece clarificador de por dónde tiene que ir el apoyo institucional: “no se trata tanto del resultado sino del apoyo en sí”. Y es que, independientemente de que nos hayan gustado o no, hay veces que el público no valora una pieza como icónica o exitosa de un artista pero, sin embargo, es esa la pieza que hace que el artista evolucione en su creación. Por tanto, desde las instituciones, no tenemos que pensar tanto en el resultado de las piezas, aunque hemos apostado por cuatro artistas con trayectorias consolidadas y en colaboración con otras instituciones, que también avalan a esos artistas, sino en apostar por la creación para permitir que los artistas, en algunos casos, se equivoquen a la hora de abordar la escena, o que en otros se traduzca en una pieza que nos emocione a todos.
–(I. A.) Es que el proceso de acompañamiento desde una plataforma como el FIT tiene todo el sentido. En el caso concreto de Luz, es una coreógrafa andaluza, de aquí de la tierra, que entra en contacto con dos artistas de El Salvador y nos comentan esta idea en el marco del festival del año pasado y, durante el proceso, nos hablaban de cómo ese trabajo les estaba permitiendo crecer como creadoras; o a la Columna Durruti, que nos proponen trabajar con otra persona que también encuentran en este festival... Me parece que el FIT también tiene esa misión de seguir ensanchando las miras de los creadores y de los públicos y yo estoy muy contenta de haberlo hecho este año con cuatro piezas.
–(M. O.) Con cuatro piezas y con el apoyo de residencias de artistas que han pasado por aquí para que desarrollen piezas para ediciones futuras. Hemos apoyado, junto con otras instituciones, residencias en red tanto con Tiziano Cruz como Renata Carvalho, que está haciendo una pieza para 2024 sobre la diáspora de personas trans desde Latinoamérica a Europa. Al final, apoyar seis residencias a lo lago del año y cuatro procesos de producción, para un festival del tamaño del que tenemos, es un desafío y un mérito.
–¿Su FIT también mira a Andalucía? Por cierto, ¿cómo se ha cristalizado el convenio con el Festival de Palma del Río?
–(M. O.) Claro, este año no sólo ha estado Luz, también Alberto Cortés, Jesús Bienvenido, el equipo de Palma del Río ha venido y hemos seguido hablando de cómo seguir realizando acciones concretas. Este año Alberto ha estado en ambos festivales pero con piezas distintas. Presentamos también la Academia de Artes Andaluzas durante las jornadas de profesionales, a las que asistieron más de 60 personas. Así que sí, trabajamos también en esa dirección. Por ejemplo, presentar El Rámper en el FIT tiene el sentido de dar un marco de internacionalización a los artistas locales y andaluces. Jesús no necesita al FIT para presentar su trabajo en Cádiz al público de Cádiz, sino que tiene sentido en la relación de la propia historia de ese espectáculo, pues ha contado con el acompañamiento de Shaday Larios y Jomi Oligor, a los que conoció en 2021 participando en el proyecto de producción del FIT Mapas VivosMapas Vivos, participando en el taller y, después, en una de las obras resultantes. Por lo tanto para el FIT tiene todo el sentido programar ese espectáculo en una semana en la que había más de 30 programadores internacionales y pueda tener una proyección más allá de Cádiz. De hecho, ya hay distribuidores y programadores que han mostrado su interés en el trabajo de Jesús.
–(I. A.) Es que ese también es el trabajo del festival, el apoyo a la internacionalización y a la interterritorialidad. Y volviendo al tema de Palma del Río, nos sentamos con Pepe y con Ramón también para articular de cara al año que viene estrategias para ver cómo podemos fecundar ese proceso de residencias, teniendo en cuenta que cada festival tiene una época distinta del año. Pero hay una voluntad de hacer ese proceso de acompañamiento y de residencias en los dos festivales y apostar también por determinados artistas que tiene coherencia que estén en ambos. Así que estamos muy contentos porque cada vez se están tejiendo más alianzas en Andalucía y también en Latinoamérica y Europa. Felices por seguir ensanchando ese papel emblemático que ha tenido el FIT como puerta de entrada, pero no sólo a la hora de presentar artistas, sino de funcionar como corredores de programación y de acompañar los procesos de los artistas. Yo lo valoro como la continuación, un poquito más allá, de lo que ha venido haciendo el FIT en el pasado.
–¿Cuál es su relación con los profesionales del teatro de Cádiz? ¿Tienen cabida en su proyecto?
–(M. O.) Por supuesto que tienen cabida. Este año hemos hecho dos encuentros profesionales con la participación de artistas en los que se presentaban proyectos. Cada uno de los días se presentaron unos 10-15 proyectos, de los cuales, la mitad eran locales. Eso a nosotros nos sirve para escuchar esos proyectos, ser conscientes de ellos, mapearlos y, por otro lado, es una oportunidad para que estos artistas locales se pongan en contacto con profesionales internacionales. Además de esto, como decíamos, este año ha participado Jesús Bienvenido, el año pasado Eduardo Guerrero, el primer año Emilio Rivas... Siempre está esa vocación de que esté el artista local.
–(I. A.) También hay que tener en cuenta cómo encajan las propuestas en el resto de la programación. El FIT tiene una mirada curatorial y se está intentando generar un relato más amplio de cómo resuenan unas obras con otras buscando amplificar su sentido o provocando que se abran preguntas... Creo que cuando se valora la inclusión o no de una obra hay que tener en cuenta cómo se teje la programación . No es simplemente poner una pieza detrás de otra. Por otro lado, también vamos entendiendo mejor el territorio, por dónde va cada artista, qué tipo de prácticas hacen, cómo son sus trayectorias... Así que poco a poco vamos pisando desde un lugar más seguro a la hora de incorporar esos trabajos.
–(M. O.) El Rámper, por ejemplo, está programado alrededor de obras que están hablando sobre la Memoria de Chile, porque está hablando de la Memoria de España. Y, de repente, los programadores de Chile, que para el año que viene se recuerda los 50 años del golpe de Estado en su país y se programarán muchas actividades alrededor de la Memoria, fue terminar la obra de Jesús y vinieron a hablar con nosotros... Por eso nosotros, como festival, tenemos la obligación de tener una mirada más amplia e ir jugando, y aunque algo te interese, quizás tiene que esperar a otro año donde resuene mejor con el contexto o con el resto de trabajos.
–Defínanme en unas pocas palabras la 37 edición del FIT
–(M. O.) Yo creo que ha sido una edición de escucha, que recoge muchos de los elementos que hemos ido notando que necesitaba el festival. También de escucha hacia realidades que no están presentes. De escucha en el sentido que ha habido un espacio hermoso de encuentros. Por ejemplo, invitamos a centros educativos, alumnos y profesores para escuchar cómo trabajar con ellos en el futuro. De escucha hacia el equipo, también, que el año pasado nos pidieron que hubiese cosas que se hiciesen de algunas maneras. Creo que se ha asentado un modelo a través de la escucha.
–(I. A.) Y desde el punto de vista artístico, hay como unas líneas que han resonado muy fuerte y abrir espacios para acoger esas otras voces disidentes, que en distintas propuestas han generando una mirada distinta, me parece otro sello de esta edición. La edición de la diversidad pero con unas líneas temáticas y de programación. Es decir, cómo unas obras con otras amplifican los sentidos o te generan un contexto para poder profundizar en las realidades que se están viviendo en Chile o en Brasil o las realidades, más allá de países concretos, que atraviesan absolutamente todo un continente pero que encuentran sus reflejos aquí a la hora de plantearnos cómo funcionan las calidades democráticas, a la hora de plantearnos las violencias que se siguen ejerciendo en pos de defender ciertas formas de gobierno, o los márgenes... Hay muchas obras que han permitido generar ese nivel de escucha, que decía Miguel, pero también ese nivel de empatía. Eso es un privilegio absoluto que sigue ofreciendo el FIT, poder traer a gente muy inteligente, que está tocando temas contemporáneos desde distintos lenguajes Porque eso también me ha gustado mucho de esta edición, la riqueza de lenguajes, de poéticas, de propuestas. La diversidad parece que ha sido algo importante y a la vez, la capacidad de generar empatía y puntos de conexión.
–(M. O.) Perdón, que no hemos sido nada escuetos.
–Decía que se ha asentado un modelo. Háblenme de él.
–(M. O.) Es un modelo que se ha modificado con respecto al anterior, un modelo que apuesta por la creación, la producción y la distribución internacional pero también es un modelo que se sitúa en el territorio a través de una labor de mediación. Hay un trabajo muy invisible que tiene que ver con el departamento que hemos creado de mediación y participación para todos los talleres, para todo el trabajo con las asociaciones, todo el trabajo de generar tejido... Y está ocurriendo, está permeando poco a poco. Ver que hay artistas que se están reuniendo con la asociación de jubilados de Airbus y nos mandan una carta maravillosa, ver que se está trabajando con barrios como Puntales de manera consistente... Eso, poco a poco, va calando.
–(I. A.) Es que, por un lado, está la punta del iceberg, que son estas tres semanas de presentaciones, y luego está todo este trabajo por debajo que va nutriendo tejido y va generando desarrollo de audiencias, que pone en contacto a artistas con la realidad del territorio... Lo que ocurre que esas formas culturales no dan resultados inmediatos pero creo que a medio y largo plazo sí se van a notar. Se va a notar todo ese trabajo de fidelización que estamos haciendo con los chavales, pero también ese trabajo que está haciendo Marco Canale con las señoras mayores para un proyecto que va a presentar el año que viene y que este año ha estado trabajando con muchos grupos de gente durante cuatro semanas... Es una forma de cocinar a fuego lento, de ir más despacito, pero de generar otro tipo de actividad que una institución cultural como el FIT tiene toda la obligación de hacer.
–(M. O.) Trabajamos en un modelo que se está asentando tanto en el público como en las instituciones. Prueba de ello es que nos ha subido la nominativa del Inaem en un 44% para la edición de 2023. Para nosotros no ha sido una sorpresa, porque llevamos tres años peleando para ello, pero que el Inaem valore la apuesta de estos años por un modelo con esta subida de 75.000 euros, pasamos de 170.000 a 235.000 euros, pues es un espaldarazo. Es un refuerzo que desde una institución se crea que este es el modelo de los festivales contemporáneos. Esta es la dirección que hay que tomar, y no es nuestra dirección, sino que es una línea de trabajo que está haciendo mucha gente a nivel internacional. Es necesario situar los trabajos para que el teatro tenga futuro, hay que estar con los tiempos y situar los trabajos en el territorio y en la actualidad.
–Me genera intriga, ¿qué es lo que está haciendo Marco Canale?
–(M. O.) Este año presentó su película Noh, que es el proyecto que realizó en paralelo a su proyecto La velocidad de la luz, que ha hecho en Argentina, Japón, Suiza y Alemania y el año que viene lo hará pro primera vez en España, aquí en Cádiz. En un primer momento, lo que hace es adentrase en una zona concreta de la ciudad, en este caso el barrio de Puntales, para entender las historias de las personas mayores, con lo que la primera parte de la obra sucederá en algunas casas de las participantes y, bueno, luego habrá otra segunda parte ya en otro espacio...
–(I. A.) Vendrá dos momentos más a Cádiz en el año y luego presentará la obra . Así que estos procesos necesitan otros tiempos, otros cuidados...
–¿Me avanzan algo más del año que viene?
–(I. A.) Bueno, pues además del aumento del Inaem, que eso te hace sentir muy bien, con el Reina Sofía hemos conseguido unos fondos de la Unión Europea para que parte de la actividad del museo nacional pase aquí en Cádiz en esa línea de acompañamiento de artistas desde dentro del marco del FIT. Se están haciendo muchas cosas pero los frutos en cultura no son inmediatos a no ser que hagas un modelo de champiñones, que es hacer cosas muy vistosas pero que luego desaparecen, y esa no es la forma que tenemos de trabajar.
–(M. O.) Luego también otra cosa que va a suceder el año que viene, y que es fruto del trabajo de dos años, es que el festival va a acoger las jornadas de inclusión del Inaem. Esas jornadas reflexionan sobre el papel de las artes en relación a la diversidad y la inclusión. Traerlas a Cádiz es fantástico porque va a atraer a muchos profesionales y suponen una reflexión de cuál tiene que ser el papel de las artes en este mundo diverso. Y, luego, coincidiendo con la presidencia de España de la Unión Europea, van a venir delegados de toda la UE a hacer dos días de reflexión sobre las políticas de inclusión a nivel europeo. El año que viene va a ser un año potente y eso pues te dan ganas de seguir, a pesar de dos primeros años con un contexto complejo...
–(I. A.) Es que cada vez más hay una mirada que nos indica que los proyectos se tienen que relacionar con el territorio desde otro lugar. Nos pide un cambio de cómo se sitúan, cómo se generan otro tipos de diálogos y también, claro está, de controversia. Pero, muchas veces, gracias a que se abren esos espacios, puedes abrir conversaciones que, a veces, no son fáciles pero que generan luego más cohesión.
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