Las Libreras: Una historia singular escrita en plural

Comercio en Cádiz

Tres asiduos lectores y clientes de Las Libreras, que cerrará sus puertas en Cádiz, repasan la trayectoria de un comercio que se ha sostenido una década más allá de la simple venta de libros

María Isabel Barbosa, Susi y Pati (de pie) Raposo y Juan Bouza, en la planta baja de Las Libreras. / Lourdes De Vicente

“Esta ha sido una historia de éxito”. Así resume Juan Bouza, cliente, lector y ahora también escritor, la década de vida de Las Libreras, el comercio nacido de la arriesgada iniciativa de cinco hermanas y que hace solo unos días anunció su cierre en Cádiz. Por ello, en el sótano de esta librería gaditana, escenario estos años de cientos de actividades literarias y culturales, tres lectores y clientes de Las Libreras se reúnen a petición de este periódico para esbozar, junto a Susi y Pati –dos de las libreras–, las líneas maestras de esta historia singular que, a primera vista todos coinciden, debe parte de su razón de ser a la primacía de lo colectivo sobre lo individual. Las Libreras, en resumen, ha sido, y por tanto será ya para siempre, una historia de participación colectiva, de éxito porque sus objetivos culturales se han cumplido, en la que todos de manera plural han escrito, de una u otra forma, algunas de sus páginas más brillantes.

Al citado Juan Bouza, funcionario municipal, se unen en esta pequeña tertulia Juana Velasco, trabajadora en una clínica dental, y María Isabel Barbosa, abogada. A los tres les une su profunda relación con Las Libreras, más allá del simple, pero desde luego decisivo, hecho de comprar libros y, por tanto, su pasión por la lectura y por el libro físico, por el de papel, el soporte que desde hace siglos ha sostenido la cultura, las ideas, el conocimiento científico y, por extensión, el avance histórico de las distintas sociedades, incluso con sus humanas deficiencias.

Bouza llegó a Las Libreras como cliente, acostumbrado a comprar libros para sí y para sus hijas, y rubricó el vínculo a través de un taller de escritura impartido por el isleño Paco Ramos. María Isabel Barbosa conoció por derecho la librería hace unos cuatro años cuando se enganchó al club de lectura, una iniciativa que Juana Velasco conoce desde sus inicios, casi desde los comienzos de Las Libreras, porque fue una de sus impulsoras y valedoras. Hasta un fin de año ha llegado a compartir con las hermanas Raposo, “como si fuera una más de la familia”.

Porque así nació Las Libreras, como una librería que pretendía ser también “un punto de encuentro”, un lugar en el que las relaciones humanas, siempre con el libro como nexo de unión, fueran una auténtica prioridad. Juana y María Isabel, de hecho, recuerdan que en infinidad de ocasiones se han pasado por la librería con la única intención de hacer una visita, de charlar. Y un lugar, en esto seguro que comparten experiencia con otras librerías, en el que dejarse aconsejar, en el que fiarse de las recomendaciones cuando lo que se busca no es nada concreto o, simplemente, no se tienen las ideas claras.

Visitas, además, que en el caso de Juan se vieron recompensadas con una nueva faceta estrenada recientemente, la de escritor con su novela Independenshia: “Entrar en Las Libreras y ver mi libro en las estanterías ya es los máximo”.

Susi y Pati, dos de las cinco hermanas que asisten a esta sencilla tertulia, confirman todas las impresiones, y Pati sentencia: “Las relaciones humanas han estado en la base de todo”. Susi recuerda la “buena acogida” que desde un principio tuvo una librería en la que “muchos clientes han terminado siendo amigos”.

Y es que desde el principio, el concepto de negocio estuvo “claro” para las cinco hermanas. Pati Raposo explica que ese tipo de librería abierta a múltiples actividades condicionó, por ejemplo, la elección del local, aunque barajaron otros. Y es que el sótano de Las Libreras se ha convertido, en la última década, en escenario de una variada programación cultural, modesta pero valiosa, con presentaciones de libros con charlas y firmas de sus autores, club de lectura, taller de escritura, cuentacuentos infantiles, talleres de baile, catas de vino...

Con muchos llenos en estos actos, y otros por los que el público demostró menos interés, que de todo ha habido como confiesan las libreras, Juan Bouza resume estos diez años con el asentimiento generalizado de todos: “Esta ha sido una historia de éxito”. Porque más allá de la venta de libros, de la cuenta de resultados, que también ha jugado su lógico papel, estas libreras montaron Las Libreras con el deseo de disfrutar en torno al mundo del libro, en un momento, el de hace diez años, en el que se estaba saliendo de la crisis, o al menos eso se creía, y en el que la lectura en España ya arrojaba unos bajos índices que para nada se han recuperado.

Una de las apuestas de Las Libreras fue la de cuidar al primer lector, a los más pequeños. De hecho, el espacioso sótano fue el lugar elegido para los libros infantiles y juveniles. Tanto Juan, María Isabel como Juana lamentan los datos de lectura en nuestro país y, también, miran al sistema educativo. Se insta a leer, piensan, “pero no lo suficiente”. Y recuerdan que muchos trabajos sobre libros que hay que leer en las clases se resuelven “mirando el resumen en internet”.

El otro problema con el que ha tenido que lidiar el mundo del libro es el de la venta online, un sistema que parece estar imponiéndose en las transacciones comerciales y con el que el sector editorial, como otros, está sufriendo: “Los supermercados del libro están haciendo mucho daño”, piensa Bouza.

Susi confirma, eso sí, que la librería como tal negocio “nunca ha despuntado, ha estado cogida con alfileres y la hemos mantenido con mucho sacrificio y por todo ese entramado de actividad cultural alrededor del libro, demás de por la gente”.

Ahora, con el anunciado cierre que se consumará físicamente en las próximas semanas, Las Libreras está recibiendo de nuevo multitud de mensajes de apoyo y reconocimiento a su labor. En las redes sociales, en mensajes a sus móviles, personas que se acercan a la librería para expresar su sentimiento, su pena en muchas ocasiones, ante esta historia singular escrita en plural que afronta su último capítulo con la misma valentía con la que empezó: “Estamos sintiendo el cariño de la gente”, explican reconociendo que también les ha llegado ese aliento moral desde otras librerías gaditanas. Y los contertulios, que son clientes, lectores y amigos, argumentan este último éxito: “Estáis recogiendo lo que habéis sembrado”.

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