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La IA y la humanización
Reúne, acertadamente, la Galería GH40 a tres pintores, Javier Lorente, José Luis Díaz de la Torre y Antonio Vela en una colectiva que por su interés escapa al tipo usual de citas que en estos días suelen promover otras numerosas galerías de arte ofreciendo, dadas las fechas, obras de fácil comercialización. Tres pintores que se inscriben dentro de lo figurativo, atendiendo a unos exigentes criterios de ejecución y pensamiento. Figuración, esa palabra que dentro de la oficialidad artística levanta tantas sospechas, pero que ellos, cada uno según su personal modo, resuelven con depurados oficio y concepto. (El colofón del catálogo editado cita la frase "¡Pero, si es figurativoý!", que los visitantes exclamaban, decepcionados, en la primera exposición de Balthus, en el París de 1934. Y esta cita, que conlleva paradoja e ironía, puede servir ahora de acicate y programa, cuando el nuevo arte, el que empiezan hacer los más jóvenes, vuelve con el ímpetu que aúna pasado y presente, al ordenado camino de lo visible imaginado.
Lorente presenta una serie de acuarelas de vibrante colorido junto a unos paisajes de rotunda pincelada. Las obras de Díaz de la Torre, de minuciosa y contenida factura, pueden inscribirse en los círculos del realismo mágico. Objetos que el artista dispone como naturalezas silentes, en cierta manera des-ubicados de su entorno cotidiano, figurillas que se deslizan por los rincones de un jardín, sueño o paradoja que remiten a un mundo infantil o a unas anotaciones en las que la subjetividad del autor reviste a esos objetos con recuerdos o vivencias personales.
Antonio Vela es sorprendente. Presenta una colección de grafitos sobre estucos de un virtuosismo nada común. Las calidades de los grises conseguidos junto a las deformaciones, podríamos decir humorísticas, con las que trata sus figuras, hacen de ellas estupendas herederas de esa legión de figuras grotescas que han ido surgiendo junto a las grandes obras de empeño de maestros como Hogargth, Ribera, Goya o Leonardo, por citar solo unos cálamo currente. Desde luego el afán deformador de las anatomías es clave en la producción de Vela y su gusto por lo anti-sublime-ridículo le sirve para realizar una mordaz crítica del mundo que le rodea. Mordacidad mas que evidente en ese retrato de jovencita-muñeca de expresión boba y asombrada, y que elude cuando le une al retratado amistad o afecto. Tal es el caso de la efigie emblemática del joven pintor Carlos C. Lainez, en la que el artista, serio, adusto y tocado de gorro de papel, clava su mirada inquisitiva en el espectador, como el loco que todo lo sabe.
m5caballero@hotmail.com
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