Luis García Gil: "En el mundo apresurado en que vivimos, la poesía debería ser el género estrella"
Publicación de 'El pájaro de la soledad'
El gaditano regresa a la poesía con ‘El pájaro de la soledad’, un original libro que abraza dos poemarios, ‘Libro de la melancolía’ y ‘Versos en el alambre’, escritos entre 2014 y 2019
Cádiz/El escritor gaditano Luis García Gil suma un nuevo satélite a su especial universo poético donde la melancolía, la celebración de la vida, el cine, el arte y la paternidad se conjugan en las dos constelaciones, los dos nuevos poemarios, que abraza su último libro El pájaro de la soledad. De esta creación, de su original formato y de poesía, al fin y al cabo, habla el autor de La pared íntima y Al cerrar los ojos.
–Su último poemario, ‘Las gafas de Allen’, vio la luz en 2013. ¿Regresa a la poesía o a la publicación de poesía?
–A la publicación porque la poesía no se deja de escribir, ni de trabajar en ella, aunque e el género que depende más del momento, de las musas, aunque suene antiguo decir eso de las musas (ríe). El poema se escribe todos los días pero el trabajarlo eso es ya diferente. Y, de todas formas, la poesía es de los pocos géneros que no tiene la necesidad de publicar con periodicidad. Es más, hay que dejarla madurar, reposar, que tenga su ritmo...
–El tiempo necesario hasta dar con tu verdad, supongo...
–Exacto, tu verdad y la verdad de los otros. Porque aunque se habla de poeta muy pomposamente, el poeta debería ser un hombre de la calle que está observando la realidad y la contempla y la interpreta. Siempre una realidad limitada, circunscrita al entorno que uno tiene, vive y respira pero que, al fin y al cabo, es con el que se relaciona.
–En esta vuelta a la publicación con ‘El pájaro de la soledad’ apuesta por un curioso formato donde se encuentran dos poemarios diferentes, según por donde empiece el libro. ¿A qué se debe?
–Pues es que tenía tal volumen de poemas escritos entre 2014 y 2019, y escritos en procesos distintos, que hablando con el editor, Paco Mesa, pensamos que era buena idea hacer dos libros en uno, Versos en el alambre y Libro de la melancolía. Se planteó la originalidad de hacer un doble libro, uno más corto, el otro un pelín más extenso, convirtiendo de alguna forma la portada y contraportada en dos portadas. Creo que es interesante esa dualidad. Y bueno estos juegos te los permite la poesía al ser un género más minoritario o, mejor dicho, un género que está menos publicitado que lo que debiera.
–¿Cree que no se anima al ciudadano a consumir poesía?
–Pues tengo esa impresión porque debería ser el género estrella teniendo en cuenta del mundo apresurado en el que vivimos, en el que leer una novela de 600 páginas es complicado por esa misma dinámica del tiempo en la que vivimos... El poema se lee en el autobús, un par de ellos antes de dormir, el poema te permite que cualquier persona en cualquier momento se pueda acercar a ella...
–Sin embargo, ¿se percibe como algo críptico, no apto para todos, todavía?
–Sí como si hubiera que conocer unas claves para acceder a ese mundo complicado. Y hay poetas que son más difíciles de interpretar pero otros, no. Poetas que utilizan más el lenguaje de la calle, que son más claros a la hora de expresarse, y eso no significa que sean fáciles. La difícil de sencillez, de la que hizo gala Antonio Machado.
–¿Y qué opina de esta nueva hornada salida de las redes sociales?
–Es que al igual que hay que desterrar la idea de la poesía encerrada en la torre de marfil, sólo para los escogidos, también pienso que la poesía exige que no se caiga en la tentación de la facilidad o del eslogan o del aforismo, o la ocurrencia, o la cursilería excesiva. La poesía, como todo, exige cierto rigor, cierto conocimiento del género, cierto bagaje de lecturas... Digamos que hay que tener alguna referencia. Mira, también ha ocurrido con el tema de los cantautores, que hay ahora muchos que se dedican a escribir poesía y antes el cantautor tenía un cierto reparo a escribir poesía... Y me parece que está muy bien, porque acerca la poesía a gente que nunca ha tenido oportunidad de leerla pero también la poesía se banaliza. Así que, quizás, habría que tirar por la calle de en medio. No todo es poesía, pero merece la pena que la poesía llegue a otros lugares.
–Vuelvo a sus poemarios, ¿hay algún hilo que los una? Yo detecto que ambos están recorridos por la melancolía...
–Sí, la melancolía es algo que está y que siempre me ha interesado, también la melancolía alegre, que yo reivindico mucho. Ser melancólico no significa ser un amargado. El poeta no debe ser un amargado, ni me gustaría que alguien dijera, uff, qué triste esta poesía... El poeta también celebra la vida en este libro, a pesar del pájaro, de la soledad... (ríe) Pero sí, está muy apegado a la melancolía que responde también a un momento concreto. Y es que creo que eso en mis poemarios se puede ir viendo muy bien, los de los 20, los de los 30, ahora en los 40.... Voy contando en cada época mis soledades, mis sentimientos que me inquietan, lo que me preocupa del mundo que me rodea...
–Y ahora le inquieta más el tiempo
–Sí, cierto. Ahora es una relación más angustiosa. Ya los quebrantos emocionales son también quebrantos físicos, empiezas a perder gente de tu entorno, a darte cuenta que la vida es más frágil, cuando eres padre también empiezas a preocuparte por el futuro de tu hija, a preocuparte no sólo por tu tiempo sino por el tiempo que va a heredar tu hija... La paternidad está muy presente en los poemas, claro... La guerra, como en el poema de Alepo... En realidad, todo lo que me desconcierta está ahí, en la poesía, porque, a veces, o te das dos cabezazos o escribes un poema.
–También están todas sus pasiones, su firme militancia cultural y, sobre todo, cinéfila
–Por supuesto. Habré pasado yo tardes, hace muchos años, discutiendo con algunos escritores sobre cine, pues consideraban que era más entretenimiento que arte, que es lo que yo defiendo. Así, desde mi primer libro de poemas hay cine, cinefilia. Cinefilia como concepto. No es que me guste el cine, es que el cine es una forma de vida.
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