Maika Makovski y Señor Chinarro hacen un festival redondo
Me and the Bees se metieron al público en el bolsillo con un inmenso concierto y Triángulo de Amor Bizarro hicieron reventar el Baluarte a golpe de distorsión
Tras los conciertos de La Habitación Roja y Tanhäuser, cuando el público aún estaba arrancándose el sudor de la frente, los barceloneses Me and the bees asaltaron el escenario principal del Baluarte de la Candelaria para subrayar que este festival entiende poco o nada de géneros.
A título personal, a mí no me molestó en absoluto la heterogeneidad del cartel, pero no fueron pocos los que tuvieron en más de una ocasión la sensación de estar siendo sometidos a una suerte de lobotomía musical, sobre todo teniendo en cuenta que entre concierto de pop y concierto de kraut o folk o shoegaze sólo había un cuarto de hora para tomar conciencia del sentido de cada actuación.
Neuras aparte, el cuarteto catalán Me and the bees ofreció un grandioso concierto en el que destacaron el desparpajo y la simpatía de tres chicas y un chico que te dejan arrobado con su naturalidad. Mención aparte merece la voz de Esther Margarit, que empieza a acercarse extrañamente al prodigio interpretativo de una Cat Power con esos registros entre chillones y roncos, entre el folk y el soul.
Cowboy y It could be real reforzaron el embrujo que rodea a esta banda gracias a esa curiosa mezcla de folk, pop y riot girrrlismo que hacen de Me and the bees un proyecto a seguir con atención.
Con el público aún exhausto y encantado por las conversaciones mantenidas con la batería y la cantante de Barcelona, los backliners comenzaron a disponer sobre el escenario todo el arsenal que Maika Makovski trajo consigo: órgano, guitarras, bajo y batería.
De Makovski poco se puede decir salvo que es, efectivamente, "la musa del underground" (aunque en ocasiones su música sea tan mainstream como "El corro de la patata", todo hay que decirlo). La de Mallorca ofreció el mejor concierto de todo el festival y encandiló a un fascinado público con éxitos como Lava love o Ruled by Mars.
Y es que esta chica lo tiene todo: sabe tocar la guitarra y el piano a la perfección, tiene una voz prodigiosa, compone maravillosamente y además sabe moverse sobre el escenario como pocos. Su directo es potente, sugerente y preciosista, y resulta prácticamente imposible apartar la mirada de ella mientras se contonea para interpretar todas esas historias que lleva dentro.
Por ponerle algún pero, es innegable que basta cerrar los ojos para escuchar, a su espalda, a la mejor P.J. Harvey, a la de To Bring You My Love (no en vano, John Parish produce el disco de la mallorquina); aunque importa bien poco cuando reconoces otras influencias como Nick Cave o los geniales Morphine y entiendes que en esto de la música nadie ha inventado nada.
En cualquier caso, la Makovski se comió el escenario, se merendó al público y de postre se hizo un tiramisú con el festival, dejando a todos los presentes boquiabiertos y con ganas de ponerse algo de P.J. Harvey al llegar a casa.
Entonces empezó a caer la noche, se multiplicó el consumo de alcohol y los Triángulo de Amor Bizarro desarmaron el festival a golpe de distorsión.
A mí, personalmente, desde que la Velvet Underground y Sonic Youth dijeron todo lo que se puede decir a través del ruido, este tipo de música se me antoja cansino y obvio (para gustos…); pero entiendo la valía del trabajo bien hecho por parte de los gallegos, que sumieron el Baluarte de la Candelaria en un caos de pedales, distorsiones y letras incomprensibles. Una voluntad de ruido y de ininteligibilidad que fue perfectamente asumida y festejada por los asistentes.
Finalmente, rondando la medianoche, el Señor Chinarro se encargó de clausurar el Mirador Pop con el concierto más bello de la jornada. El gigante y barbudo sevillano es el mejor letrista que ha parido este país, y aunque en ciertas ocasiones sus composiciones se acercan en exceso a Los Planetas y la producción de Jordi Gil (que se encargó de la guitarra) no termina de convencerme, la verdad es que uno no puede sentir sino escalofríos al escuchar aquello de "qué bonito el campo".
Antonio Luque tiró además de repertorio y supo intercalar entre las canciones de su nuevo trabajo clásicos como Quiromántico y arrancó ovaciones con Dos besugos, la genial Del montón (la sevillana perfecta) y Babieca.
Genio y figura (muy delgada, por cierto) para cerrar un Festival Mirador Pop que ha rozado un nivel sobresaliente, en el que todo ha salido a pedir de boca y del que esperamos futuras y necesarias ediciones.
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