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"Marisol era un personaje muy potente, muy moderno; un icono pop"

luis garcía gil. escritor

El autor publica con Milenio el libro 'Marisol Pepa Flores: Corazón rebelde', un exhaustivo trabajo donde indaga en las claves de su carrera musical sin eludir todo lo que rodeó a la artista

El escritor Luis García Gil con su libro sobre la figura de Marisol. / Lourdes De Vicente
J. A. L.

04 de junio 2018 - 08:18

Cádiz/Luis García Gil (Cádiz, 1974) es poeta, pero también es un escritor que se ha especializado en indagar en la figura de los cantautores. Serrat, Aute, Ruibal y Yupanqui, entre otros, han sido objetivo de su pulcra mirada de analista. Ahora, otra vez con la editorial Milenio, le toca el turno a Marisol, aquella estrella musical a veces vapuleada por la vida y en la que García Gil profundiza sin eludir ninguna arista.

-¿Por qué la figura de Marisol, había algún vacío que llenar?

-A veces las cosas surgen por la maravillosa complicidad con el editor, en este caso Javier de Castro, de Milenio, que es muy marisoliano, muy fan de Marisol y tenía mucho material. Y frente a La Caleta, él me propone hacerle un libro a Marisol, y uno que se ha especializado en el tema musical más en cantautores, recibe la noticia con muchísima alegría. Marisol suponía para mí adentrarme en un territorio pop, música ligera, y me apasionaba mucho el personaje, creo que era un reto tocar un personaje alejado de lo que puede ser la trascendencia de los cantautores, entre comillas, porque Marisol ha tenido una trascendencia como icono pop tan grande como han tenido los cantautores. Así que recibo el encargo con mucha responsabilidad pero también como un reto porque se aleja de otra serie de libros míos que había publicado en esta misma editorial.

-Entonces no conocía a fondo el personaje.

-Marisol era un personaje al que yo he tenido el máximo respeto, lo conocía superficialmente pero sí había escuchado muchas de sus canciones, había visto muchas de sus películas y era un personaje que por personas de mi familia había sido visto en el cine. El personaje de Marisol, quieras o no, está presente aunque uno no lo tenga entre sus referencias.

-¿No tenía ningún disco de Marisol?

-Tenía, tenía, sí; mi discoteca es muy variada. Tenía discos de Marisol, sobre todo de la Marisol crepuscular discográficamente hablando: el último disco que hace con canciones de Aute, el disco Galería de perpetuas, otro disco que hace con el propio Aute y Caco Senante...

-La Marisol niña, menos.

-Sí, menos. Y luego tenía la referencia de Marisol, que es la que reivindico mucho en el libro, de finales de los 60 y principios de los 70 cuando graba el Corazón contento o cuando encuentra a Serrat y graba Tu nombre me sabe a yerba, esa Marisol yo la tenía también muy presente. Digamos que es un personaje que musicalmente me interesaba, pero no estaba entre las preferencias musicales antes del libro.

-¿Y cómo se acerca entonces a la figura de Marisol?

-Lo primero con el máximo respeto. Yo conocía bastante bien su dimensión pública sensacionalista, su vida azarosa, complicada, con muchos avatares, el tema de la familia Goyanes... Todo eso, quieras o no, hasta el que no ha escuchado nada de Marisol sabe que es un personaje con cierto morbo y ha sido muy referenciado en revistas del corazón, en programas de la cochambre televisiva con bastante asiduidad. Su primer matrimonio, de conveniencia con el hijo de Goyanes, su segunda relación con Gades... la Marisol del papel couché sí la conocía. Lo que pasa es que lo primero que tenía muy claro a la hora de enfocar el libro es el respeto a su figura, el rigor a la hora de acercarme a la persona e intentar hacer prevalecer su dimensión musical, incluso por encima de la cinematográfica, más allá de lo sociológico del personaje, su vida, sus avatares tenían que estar presentes pero sin ningún tipo de tendencia escabrosa. El respeto a su figura era fundamental. Y como todo lo que intento emprender, máxima documentación y máximo rigor. Evidentemente tienes que basarte en las fuentes, utilizar las máximas fuentes posibles, son primordiales, pero luego hay que interpretar todo eso, y luego escribir. Y yo me siento escritor, una persona que como poeta le da a la palabra un valor muy importante. Con Marisol se podía construir un ensayo con su punto novelesco, porque el personaje lo tiene, y luego adentrarse también en todas esas canciones de una manera evocadora. Marisol era un personaje potente, un icono pop, un personaje muy moderno como se ve en la foto de la portada del libro.

-¿Ha llegado a contactar con ella?

-El procedimiento ha sido igualmente muy respetuoso. Sabíamos desde el primer momento que está totalmente retirada de cualquier acto público y que agradece cualquier cosa que se escriba sobre ella. Tenía muy claro que hablar con ella iba a ser imposible. Partiendo de esa base, su marido ha estado en contacto con nosotros, con la editorial. Le ha gustado el libro, le ha dado el visto bueno, le ha parecido un trabajo riguroso y que ella agradece muchísimo. También le ha gustado la portada del libro. Es verdad que, a diferencia de otros libros míos, me ha faltado hablar con el personaje retratado. Sí me he acercado al entorno creativo de ella, a los que hemos podido, como Juan Pardo.

-Efectivamente, ese capítulo parece muy periodístico.

-Sí, Juan Pardo es muy importante para ella. Juan Pardo es otro músico de categoría extraordinaria, también muy despreciado en este país. La gente se acuerda de Juan Pardo pero quizás no se le da la importancia que tuvo en los años 60, principios de los 70, no sólo como cantante, como intérprete, como autor de canciones, sino también como productor para otros artistas. Juan Pardo ha sido una figura muy relevante y su generosidad es digna de ser resaltada porque me ayudó mucho, fue muy generoso en la charla que tuvimos para el libro, y lo necesitaba porque Juan Pardo no sólo le hace muchas canciones a Marisol, sino que tiene una amistad muy intensa y luego también conecta Marisol, a través de Juan y Junior, con el mundo pop. De repente aparece el Dúo Dinámico, que es importante en la renovación de la música popular española a la hora de introducir nuevos ritmos, y tenemos una Marisol yeyé que acaba hallando una evolución musical que es la que trata de analizar el libro.

-Nadie puede escapar de la época en la que le toca vivir: ¿cómo ha enfocado la parte política de Marisol, su declarada condición de comunista tras triunfar artísticamente en plena dictadura?

-Importante, claro. El libro, para huir de la mera recopilación de datos e información, trata de analizar a Marisol, y analizar a Marisol es analizar la historia del país. Eso también es muy apasionante. Los cambios de Marisol son los cambios del propio país. Años 60, el desarrollismo, ese franquismo que quiere ser más aperturista, la niña prodigio, luego en el 65-66 la llegada de una canción como El cochecito, y todo eso, esa evolución, se está viendo en el propio cine de Marisol. Se podía juntar un número muy flamenco y, de pronto, entra una canción que podía ser en inglés, de pronto irrumpe de lo pop hasta lo psicodélico. Hay películas de Marisol donde hay dos secuencias que no tienen nada que ver, la que hizo con Palomo Linares es un ejemplo claro. En un determinado momento, y eso se ve mucho en sus entrevistas, ella es un personaje que va en busca de su identidad perdida, que es Pepa Flores, por eso el libro juega con los dos conceptos. Ella realmente no rehúye de Marisol pero, como mujer, cuando se habla de mujer explotada, ella misma ha tratado de quitarle tremendismo a la cosa. Lo pasa mal, pero lo pasa mal porque la infancia se la quitan, porque la adolescencia la pierde. También Umbral fue alguien que se encargó de exagerar mucho, de cargar las tintas, incluso quiso hacerle un libro a Marisol, y Umbral quiere meter demasiado el dedo en la llaga, tampoco conviene convertir a Marisol en un personaje de folletín. Su encuentro con Joan Manuel Serrat creo que es muy importante, porque hay una relación y entra alguien que le puede influir en su toma de conciencia. Luego, por supuesto, Gades, que resulta crucial. Se habla mucho de que Gades la anula, que pasa a ser militante, pero yo creo que esa rebeldía ya está en el personaje, en las entrevistas que hace, en su manera de ver el mundo, en su manera de posicionarse, incluso en los ataques que ella hace a la censura del cine español, es muy valiente. Quiere rodar en Europa, le encantaría hacer películas con Bergman, con Joseph Losey, y ella maneja muy bien las claves del cine europeo aunque al final no se concretiza nada de lo que quiere hacer, termina rodando películas muy malas y no consigue hacer esa películas que ella se merecía. Perdimos a una actriz que podía haber sido estupenda, aunque luego en Los días del pasado con Camus y en Mariana Pineda hace buenos papeles. El personaje toma conciencia y en la transición se convierte en un icono del comunismo recién llegado, ella con el puño en alto. Y para mucha gente eso...

-Como el rifirrafe con Maruja Torres, que aparece en el libro.

-Le atacan mucho cuando la ven con el puño en alto... Pero hay entrevistas del 73, 74, donde el personaje ya aventuraba un cambio claro. Sobre todo ella quiere conquistar su identidad perdida, y al final ella ha sido muy maltratada por el poder omnímodo de la industria del cine, la utilización que se hace de su figura, esa manera de explotarla desde el punto de vista comercial y artístico... Ella al final tendría que tener cuentas pendientes con ese mundo.

-¿Por eso se retira prematuramente?

-Se retira muy prematuramente. El hartazgo tiene parte que ver en su retirada. Ella, por ejemplo, cuando graba un disco como Galería de perpetuas, las críticas no son malas pero tampoco se le valora ese cambio de registro que estaba haciendo. Cuando canta en directo, las críticas son muy hirientes, no se valora tampoco su propuesta musical. Mariana Pineda fue una serie también con mucha controversia, con la propia autora del libro original. Hay una serie de temas que tampoco acaban de colocar al personaje en su justa valoración. Y, sobre todo, la exposición al fuego que ha tenido ella desde pequeñita. Cuando abre una tienda de antigüedades en Málaga, dice que se quiere dedicar a sus hijas, Gades va girando y ella está en un segundo plano: está anunciando su retirada futura. Luego, todos esos enfrentamientos, que si Maruja Torres, que si Umbral contando… termina un poco harta, cansada y se retira en silencio. No ha vuelto a hacer nada, ni entrevistas ni nada.

-Y esa parte gaditana del libro, con los 360 grados de Lazarov, con las magníficas fotos de Fernando Fernández.

-Sí, importante. Fue un programa fundamental en la propia iconografía del personaje. Nos puede dar a entender la Marisol que se reivindica mucho en el libro, una Marisol que empieza a hacer canciones más comprometidas. Ahí está casi una antología de su repertorio, está la capacidad que tenía Lazarov para darle su personalidad a todos los productos que hacía, un poco chocante tanto zoom. Los 360 grados se hicieron de cuatro o cinco artistas, no hubo más, y permitían en una hora y pico dar una dimensión real del personaje que hablaba a la cámara y se reivindicaba. Ella, además, lo hace de una manera muy graciosa porque se hace una especie de alter ego, sale también su veta de actriz. Hay cosas un poco kitsch, como ese Porrompompero nipón que se graba en la Torre de Puntales. Y ahí estaba Fernando Fernández, uno de los mejores fotógrafos que tenemos en Cádiz, el último testigo de los años 60-70 que nos queda con un material fotográfico potente. Para el libro me aporta unas fotos que son únicas, inéditas.

-Una curiosidad: el poema final.

-Bueno, a mí me gusta reivindicarme también como poeta. Siempre en mis libros intento reivindicarme como una persona que su primera vocación es la poética. Y después de haber ahondado dos años en el personaje, de terminar realmente conmocionado por su fuerza, de haberme enamorado incluso de Marisol en sus distintas facetas, porque uno se enamora de los personajes que retrata, pues me salió escribir ese poema y le comenté al editor que podría ser una forma más emotiva de cerrar el libro, de hacer una visión de la Pepa Flores ya en su retiro. Es casi como una liberación final después de tanta documentación. Una mirada personal más lírica, como el último acto de respeto y reverencia que tiene el libro hacia Marisol, Pepa Flores.

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