Aquella Medea de Cádiz
enfoque de domingoEl estado del teatro en la provincia
Miguel Ángel Butler, uno de los fundadores de Carrusel, recuerda aquella compañía puntera de los 70
En 1984 la compañía Carrusel, antes Teatro Estable Gaditano, murió de éxito. "Nos movíamos doce personas por gira y viajábamos por toda España. Compramos furgonetas. Llevábamos la escenografía y el vestuario y la iluminación. Nuestros montajes tenían tanto éxito que el éxito nos afixió. El lado económico para una compañía teatral es brutal y nosotros lo llevábamos todo. No teníamos representante y hacíamos nuestras propias cuentas. Pero lo que queríamos era teatro y teatro".
Habla Miguel Ángel Butler, fundador de Carrusel junto a Jesús Morillo. Butler ha regresado casi veinte años después a Cádiz. Acaba de jubilarse como profesor de Maquinaria Escénica de la Escuela Pública de Formación Cultural de Andalucía, con sede en Granada, y lo dice con alivio. "No quiero volver a ver un escenario en mucho tiempo -bromea-. Tras dejar Carrusel encontré trabajo en la delegación de Cultura de Sanlúcar y luego me surgió la docencia. Han sido más de veinte años haciendo cuatro montajes teatrales diferentes cada curso. Necesito descansar".
En 1973 Butler no se cansaba nunca. "En aquellos días no éramos muy conscientes de lo que estábamos haciendo, pero es cierto que, mirando atrás, fueron años de una absoluta eclosión de creatividad en Cádiz. Estábamos nosotros y Cámara y el Teatro del Mentidero. Había muy buena relación entre nosotros, nos prestábamos los locales donde representar, los actores..." Profesor en el colegio Mirandilla, el rápido crecimiento de Carrusel le permitió abandonar su trabajo para dedicarse en exclusiva al teatro: "No nos planteábamos convertirnos en una compañía comercial, pero la gente tenía sed de teatro".
Arrancaron con Camus, Los justos, siguieron con el gran rebelde, el gran delincuente, Jean Genet, y Jesús Morillo compuso su misa negra y sus balada perdida antes de desencadenar una Divina Comedia de Dante. Y el Marat-Sade de Weiss se estrenó cuando las Cortes franquistas ya se habían suicidado. De aquel Carrusel surgió su más célebre componente, el actor Manuel Morón, que ha triunfado en el cine con El Bola, Smoking Room, Celda 211.
No supieron en Carrusel lo que era una subvención, un millón de pesetas de la época, hasta su última época, cuando ya estaban consagrados. Por eso ahora Butler observa un mundo del teatro muy distinto al que ellos vivieron, que obtuvieron reconocimiento, lo que no impedía que "viajáramos por los pueblos con lo mínimo, giras pagadas por Diputación en la que gastábamos lo justo en comer y beber".
La obra que les llevó a la cúspide, la que les sitúa en el ranking como una de las veinte grandes compañías de teatro independiente de la época, en plena explosión de teatros independientes en toda España, cuando la revolución estaba en el teatro, fue Medea. "Yo todavía sigo sin explicarme lo de Medea -rememora Butler-. Por entonces no había ni internet ni había nada. ¿Cómo narices se enteraron en Pamplona de que nosotros estábamos ensayando en Cádiz una Medea y por qué estaban tan interesados en que la lleváramos allí? Nunca nadie nos lo supo explicar. Lo cierto es que, como no nos había pasado nada parecido, adelantamos su estreno en Cádiz en 1979 y nos fuimos a Navarra. Y luego la hicimos en Sitges y allí estalló todo. De repente éramos una compañía independitente que demandaban en todos lados. Corrió la voz, el boca a boca. Al parecer, era una Medea totalmente diferente, muy moderna y eso. Como te digo, fue eso lo que un poco nos mató. Había un montón de gente trabajando con nosotros a los que había que pagar. Tirar de todo a la vez era un agotamiento, extenuante. El hastío nos pudo más. Hubo un momento en que yo dije: "Es la salud mental lo que me va en esto". Y me bajé del Carrusel. Pero claro que miro hacia atrás y recuerdo esos días con un enorme cariño".
Recuerda Butler que, ya con ellos derrotados, se inició una edad de oro en el teatro andaluz. "La Junta se preocupaba de mover las compañías. De repente, el teatro se convirtió en algo parecido a una prioridad política". Pero no sabría decir si esa época que siguió a los pioneros, a los independientes que hicieron la transición, era mejor o peor que la suya. El teatro fue domesticado bajo el paraguas del dinero público, aunque Butler asegura que eso no significó "ir sobrados económicamente, que el teatro nunca ha ido sobrado".
Aunque ha seguido el FIT a distancia, Butler en su regreso a Cádiz se ha maravillado de reencontrarse con Bablé al frente del festival "y que sigue dando caña. Porque Bablé ya estaba por allí y nos ayudó intercambiándonos escenarios en los 70".
En un tiempo tan distinto, el escritor Juan José Tellez escribía hace unos meses en el digital gaditano El Tercer Puente una necrológica, la de Juan Bellido, un habitual en los montajes de Carrusel y Cámara. Citaba el manifiesto leído semanas antes por Miguel Ángel García Argüez en el Día Mundial del Teatro en la plaza de San Antonio: "La metáfora es la muerte que vive en el teatro a través de los tiempos y su continuo renacer", pero concluía Téllez con menos optimismo: "Un cierto teatro de Cádiz se nos muere. Juan Bellido -que conste- era una de sus principales referentes. Y hoy es una de sus fundamentales ausencias". Bellido encarnaba los tiempos heroicos del teatro, teatro en las cárceles, en los manicomios, en los colegios. Cuando la palabra teatro era saludada con respeto.
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