El Mellizo grabó su malagueña
Hallazgo flamenco
Una pequeña reseña publicada el 19 de enero de 1894 en 'Diario de Cádiz' parece indicar que fue el cantaor gaditano quien "dijo" las "dos sentidas" piezas que el fonógrafo "repitió a la perfección"
Cádiz/En los archivos nos espera la Historia, duerme el pasado y, con él, las respuestas a preguntas que nos obsesionan en el presente. Unas veces es el concienzudo empeño del investigador y otras la caprichosa casualidad las que dan con la llave adecuada para abrir las puertas que se pensaban cerradas o, en el caso que tratamos, entre abiertas. Y es que mucho, y bien, han hablado los expertos sobre la remota, o no tan remota, posibilidad de que el enigmático cantaor Enrique El Mellizo hubiera dejado huella física sonora de alguna de sus creaciones. Ya saben lo que decía con sorna el compositor flamenco gaditano más influyente de nuestra historia... Sí, eso de que ya el arte (en relación al flamenco) estaba tan adelantado que se hacía "en conserva" (en referencia a esas incipientes grabaciones), "como las latas de atún"... Pero, ay la Historia que duerme en el papel, moribundo en este siglo, de las hemerotecas de los periódicos decanos... En la nuestra, en la del centenario Diario de Cádiz, echaba la siesta este recorte que salió publicado ayer 19 de enero en la sección Efemérides con motivo del 125 aniversario de la publicación en el rotativo de un acontecimiento que parece que demuestra que Enrique el Mellizó sí dejó grabada su malagueña en cilindro de cera:
"En el establecimiento del Sr. Quirell se verificó ayer una nueva audición del fonógrafo. El conocido cantador Enrique el Mellizo dijo dos sentidas malagueñas, que repitió a la perfección el aparato, y que desde luego ingresan en el repertorio de éste. El fonógrafo lo anuncia de este modo . “Malagueñas del célebre Enrique el Mellizo, de Cádiz”. Después de las coplas se escuchan los oles con que las celebraron los aficionados y un ‘venga una caña’ que para dar más carácter a la escena, se le ocurrió decir a uno de los oyentes".
Este hallazgo, hijo legítimo del azar y del afán diario de José María Otero, del departamento de Hemeroteca de este periódico, parece, según los expertos en la materia consultados, una prueba "demoledora", tilda el investigador Javier Osuna, de un hecho que él mismo venía olfateando a raíz de otra pieza publicada en este periódico unos días después, el 21 de enero de 1897, y rescatada por Osuna en 2013 para una popular entrada en su blog Los Fardos de Pericón. Un artículo donde se daba cuenta de la inauguración del Salón Edison con una audición fonográfica pública en la que, entre otras piezas, se pudieron escuchar "las célebres malagueñas del Mellizo". Unas malagueñas que ahora, según el nuevo artículo descubierto, podemos decir que se grabaron en Quirell dos días antes.
El artículo, que mañana día 21 se recogerá en la sección Efemérides de este periódico, venía a contar que hace, hoy mismo, 125 años que "quedó inaugurado en la calle Ancha, el Salón Edison, en el que se dan audiciones fonográficas. Su propietario, Hugens, invitó a varias personalidades de nuestra ciudad, entre las que recordamos a Arámburu, Lacave, Viesca, Genovés, Pemán, Milego, Portela y otros. El salón está decorado con muebles de comodidad y capricho, muy elegantes. El fonógrafo está colocado sobre una mesa cubierta con tapete, con su caja de caoba barnizada, abrillantado mecanismo de acero y tubos de goma, todo dispuesto para hacer perfectas las audiciones. El fonógrafo repitió diversas piezas musicales y las malagueñas grabadas por el Mellizo, causando la admiración del distinguido auditorio. Portela pronunció unos discursos que fueron luego perfectamente reproducidos por el fonógrafo. Los concurrentes, que fueron obsequiados con amontillado y habanos, no ocultaron su admiración".
"Si en aquella entrada en el blog yo apuntaba, finalmente, que a pesar de todo había un 50% de posibilidades de que fuera el propio Mellizo quien hubiera grabado esas malagueñas y otro 50% que no, pues con este artículo de unos días antes parece más que probado el hecho de que fue el propio cantaor quien impresionó en cilindro de cera su cante. Vamos, yo lo veo claro", opina Osuna que coincide con el coleccionista y estudioso de la discografía flamenca, especialmente la producida en el periodo del fonógrafo y el gramófono, Carlos Martín Ballester, que no duda en "reconfirmar" el hallazgo que para el madrileño "ya quedaba claro" en la pieza que informaba sobre su audición pública.
"Con todo, efectivamente, este artículo de unos días antes lo reconfirma y es una gran noticia", explica el experto que recuerda que Cádiz fue "una de las principales plazas" en las que se introdujo en España el fonógrafo Edison. "Desde luego, Cádiz fue de las primeras ciudades a las que llegó el fonógrafo y se sabe porque han quedado registradas varias audiciones de ese tipo en la ciudad, de demostraciones públicas, que se decía en el momento. Hay que tener en cuenta -contextualiza Martín Ballester- que era común en los primeros tiempos del fonógrafo, hablamos antes de que se establecieran las casas discográficas que fabricaban los cilindros, los personajes interesados por el fonógrafo iban haciendo demostraciones al público con cilindros únicos que grababan ex profeso con gente interesante del flamenco y de otros ámbitos. Este tipo de grabaciones se hicieron entre 1893-97 ya que a partir de esa fecha empiezan a aparecer las tiendas físicas a las que ya iban los artistas a grabar".
A Guillermo Boto, presidente de la Cátedra de Flamencología, estas líneas que han salido a la luz sobre la grabación del Mellizo le han "descuadrado totalmente" ya que, hasta ahora, opinaba que "realmente el autor de esa grabación era El Mochuelo (Antonio Pozo Millán)" y que es "la primera noticia" que tiene sobre lo acaecido el 18 de enero (Diario de Cádiz lo publicó el 19, al día siguiente) en el salón en el establecimiento de Quirell. "Pero bueno si el periódico recogía este hecho, evidentemente, lo cambia todo", se congratula el investigador que, eso sí, hace hincapié en "la dificultad" de saber "cómo era verdaderamente la malagueña del Mellizo" porque "en los últimos tiempos hay una corriente de opinión que apunta que la que conocemos por Aurelio Sellé (Cádiz, 1887) es, digamos, una malagueña del Mellizo de Aurelio, es decir, que él hizo una pequeña modificación sobre la original" y, por otro lado, "también existe otra versión distinta que venía por línea directa de alguien que conoció al Mellizo directamente y grabó esta versión".
Así, Boto parece referirse a la malagueña del Mellizo que grabó El Niño de la Isla (José López Domínguez, San Fernando, 1871) en 1910 para la casa Zonophone, como recoge Osuna en su blog, y que hasta el momento se tenía por la grabación más antigua de esta pieza. Una grabación que en 2014 fue difundida en la plataforma youtube por otro blog, Callejón del Duende, del investigador Antonio Barberán.
Y, quizás, sólo quizás, sea por ese trabajo concienzudo de los investigadores, sea por el voluble azar, o por el feliz matrimonio entre ambos, algún día aparezca en una fonoteca olvidada el cilindro de cera donde Enrique el Mellizo (Cádiz, 1848), el que cantara sus formas de querer y de odiar, el que lanzara sus quejas y pellizcos a la muralla o a la tapia del manicomio, nos diga de viva voz cómo era su malagueña. La Historia nos aguarda, siempre nos aguarda.
El misterio de La Dolora, la malagueña de su suegra
Y en estas que hablando de El Mellizo, del hallazgo documental sobre la grabación de su malagueña, y de los misterios que rodean al misterioso compositor e intérprete que conmovió con su cante a toda su generación, Guillermo Boto, presidente de la Cátedra de Flamencología de Cádiz, recuerda la, cuanto menos, curiosa historia que Serafín Estébanez Calderón recoge en el capítulo Asamblea general (en este enlace se puede consultar el episodio completo, que aparece al final de la página) de su obra Escenas andaluzas (1846). Un relato en el que aparece Dolores Jacoba Ortega Díaz, la que en el futuro se convertiría en la suegra de Enrique el Mellizo, y la particular malagueña que la joven cantaba y que no se parecía a ninguna otra.
Este fragmento de la obra del escritor costumbrista, flamencólogo y político malagueño, y la extraña casualidad de la que ella se extrae, que suegra y yerno fueran creadores de dos insólitas malagueñas, fue descubierta por el investigador José Manuel Gamboa, dando cuenta de ello en su obra Una historia del flamenco (2005) donde apunta que "de La Dolora de Cádiz parte la concepción" de la malagueña del Mellizo.
Y es que en el capítulo de Estébanez Calderón se precisa que en esta reunión en Triana, donde andaban El Planeta y El Fillo, apareció "la Dolores y su comparsa de Espeletilla, Enriquillo, el Granadino, la Mosca y demás zarandajas" (según Guillermo Boto esta comparsa se trataría "de Francisco Ezpeleta (antecesor de Ignacio), Enrique el Gordo, hermano de Dolores, Tío José El Granaíno y La Mosca, José Díaz, un puntillero y cantaor de Cádiz). Allí y "la gitanilla" cantó una malagueña "por el estilo de la Jabera" aunque los que allí estuvieron, recoge el escritor, "decían y aseguraban que lo que cantó la gitanilla no fue la Malagueña de aquella célebre cantadora, sino otra cosa nueva con diversa entonación, con distinta caída y de mayor dificultad, y que por el nombre de quien con tal gracia la entonaba, pudiera llamársela Dolora".
"La copla -prosigue Estébanez Calderón- tenía principio en un arranque a lo malagueño muy corrido y con mucho estilo, retrayéndose luego y viniendo a dar salida a las desidencias del Polo Tobalo, con mucha hondura y fuerza de pecho, concluyendo con otra subida al primer entono: fue cosa que arrebató siempre que la oyó el concurso".
"¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?", se pregunta Gamboa ante estas líneas escritas en el siglo XIX. "Aquí está expuesto con pelos y señales -resuelve- el nacimiento de la malagueña atribuida al Mellizo: La Dolora".
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