Mozart veranea en Cádiz

Un momento del recital.
José Luis De La Rosa / Cádiz

10 de julio 2014 - 05:00

A beneficio del Banco de Alimentos de Cádiz. In memoriam Jesús García Valvidia. Concierto para violín y orquesta nº5 Turco en La mayor K. 219:Intérpretes: Claudia Sansón, violín. Réquiem en Re menor K.626. Intérpretes: Ana Troncoso, soprano; Carmen Patiño, contralto; Juan Manuel Sancho, tenor; Juan Guerrero, barítono. Orquesta Álvarez Beigbeder de Jerez; Coral Universidad de Cádiz. Director: Juan Manuel Pérez Madueño. Iglesia de San Francisco de Cádiz.

Decía Mozart que él escribía para todo tipo de orejas salvo para las largas. Esta reflexión cargada de ironía define, sin embargo, el carácter de su música: inspirada, directa, sincera, sobrenatural, cuya melodía, lógica y seductora, fluye de manera natural sin necesidad de exhortar significado alguno para poder ser disfrutada y sentida, siendo claramente reconocible aun manteniendo el estilo galante que prevalecía en su época.

El concierto del pasado domingo en la gaditana iglesia de San Francisco dejó de manifiesto una vez más la universalidad mozartiana, revelada en esta ocasión por unos interpretes plenamente entregados a dos obras significativas de su catálogo, como son el quinto y último concierto para violín y su célebre Réquiem.

Compuesto en Salzburgo a finales de 1775, el concierto para violín y orquesta en La mayor K. 219 cierra la serie de los cinco conciertos para violín escritos por su autor en ese mismo año, de los cuales este Türkisch (así conocido por el pasaje en la menor del Rondó final) traspasa la tradición estilística con su equilibrio entre elegancia y exuberancia creativa.

Muy destacable fue la interpretación de la violinista Claudia Sansón, quien dejó de manifiesto claramente su buena formación técnica subyugada al servicio de la obra, propiciando una visión elegante y exenta de virtuosismo vacuo e innecesario, presentando la partitura con sencillez y rotundidad para conferir todo el protagonismo a su autor, algo que no siempre se logra (ni se busca). En definitiva, sales del concierto diciéndote "qué grande es Mozart" en lugar de pensar "que bien toca la violinista". Éste es el verdadero mérito de la artista gaditana a la que auguro un extraordinario futuro si sigue por esos derroteros.

La Orquesta Álvarez Beigbeder de Jerez dirigida por el maestro Juan Manuel Pérez Madueño, supo arropar con solvencia la intervención de Claudia Sansón brindando una lectura enérgica y muy bien fraseada.

Abordar la interpretación del Réquiem de Mozart resulta muy comprometido por razones más que obvias. Es una obra tan maravillosa, tan célebre, de la que existen tantas versiones discográficas que resulta casi imposible que parte del auditorio no caiga en la terrible (de otra parte, nefasta) ocurrencia de compararla con la que tiene en su discoteca. Si se piensa detenidamente nos daremos cuenta de que la escucha de la misma grabación de una obra (cosa, de otra parte, muy normal: siempre se suele tener preferencia por una versión determinada) tergiversa la realidad y condiciona la opinión a la hora de asistir a una interpretación en directo, que, de otro lado, siempre será más real, intuitiva y sobre todo viva. No se olvide que la interpretación de una obra es siempre una recreación de la misma.

Por esta razón y echando mano de la tan deseada objetividad, me atrevo a declarar que la interpretación que brindó el maestro Pérez Madueño, al frente de un más que solvente elenco de la zona, fue destacable, recalcando en el pulso enérgico (no rápido) y fluido que infundió a su lectura y que sirvió para dotar de carácter a una obra que si bien se mira está más cargada de interrogantes y estremecimiento que de resignación.

La Orquesta Álvarez Beigbeder de Jerez siguió demostrando en la postrera obra del salzburgués la viabilidad de un interesante proyecto instrumental que ha alcanzado altas cotas de calidad interpretativa. Muy bien y preciso el cuarteto de solistas, aunque hubiese sido deseable que se situara delante de la orquesta. Con ganas y tremendamente motivados los miembros de la Coral de la Universidad de Cádiz brindaron con su canto un sentido homenaje a su compañero Jesús García Valdivia, recientemente fallecido.

Como me comentaba a la salida Ricardo Olivera, reconocido melómano y compañero en las lides del comentarismo musical, "si hace treinta años nos hubiesen dicho que íbamos a asistir a un concierto de esta categoría, interpretado por músicos de la zona y con esta calidad, no nos lo hubiésemos creído". Algo bueno se debe haber hecho para conseguirlo, es nuestro deber hacer todo lo necesario para mantener su desarrollo.

Enhorabuena, asimismo, al público que copaba todo el aforo de la iglesia porque ha demostrado que no sólo le gusta y apoya la buena música, sino que se solidariza con los más necesitados…

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