Pelayo Quintero Atauri, la huella del primer arqueólogo del siglo XX
El Museo Provincial acoge una exposición por el 70 aniversario de su muerte Abarca su estrecha relación con la pinacoteca y su importante labor en la investigación de la necrópolis
Una fotografía antigua con todo tipo de restos arqueológicos instalados en vitrinas y mobiliario de madera llama la atención durante el recorrido de la exposición que ayer abrió en el Museo Provincial de Cádiz sobre Pelayo Quintero Atauri. Se trata de la colección de importantes piezas que él mismo encontró y atesoró en el denominado Gabinete de Antigüedades que instaló en el Museo de Bellas Artes cuando lo dirigió, ante la imposibilidad de conseguir la dirección del Museo Arqueológico, que era realmente su sueño y es donde realmente tenían que estar. Finalmente tuvo que devolverlas en 1943 por una Orden Real.
Esta licencia un tanto "irregular" que se permitió dice mucho de aquel insigne arqueólogo, de su pasión incondicional por la historia, que tanto tuvo que ver con el nacimiento de nuestro Museo y con la importante labor en el conocimiento de la necrópolis gaditana. De hecho excavó en Punta de Vaca, los Glacis o Santa María ininterrumpidamente durante tres décadas, cuando era el único que lo hacía -salvo Francisco Cervera, director del Museo Arqueológico-, en una época en la que tiraba de sus hilos e influencias en Madrid para alcanzar subvenciones, pues entre sus cargos ostentó el de Delegado de la Junta Superior de Excavaciones de la provincia.
Y es que Pelayo Quintero era todo un erudito del siglo XIX, bibliófilo, fundador de la Academia Hispano Americana y trabajador incansable de y por la cultura gaditana. Una azarosa trayectoria que queda reflejada en la sala multiusos del Museo Provincial, desde donde Juan Alonso de la Sierra, director de la pinacoteca, narra las pinceladas de esta propuesta que llega con motivo del 70 aniversario de su muerte bajo el título Pelayo Quintero y el Museo de Cádiz. "Esta iniciativa surge cuando en 2012 con motivo de unas jornadas sobre su persona me proponen que haga un texto sobre su relación con el Museo de Cádiz. Y encontré tanto que vi la oportunidad de hacer esta exposición algún día". Cumplido este anhelo, el aniversario se rememora no sólo desde los tesoros que localizó, sino a partir de pinturas, documentos y otros objetos que ilustran la vida y carrera profesional de Pelayo Quintero, nacido en Cuenca y trasladado a Cádiz cuando consiguió una plaza como profesor de dibujo de adorno de la Escuela de Artes y Oficios en Granada, recalando definitivamente en la de Cádiz en 1904.
"En 1913 se crearon las Juntas de Patronato para gestionar los museos y él formó parte de la de Cádiz en 1916 por ser miembro de la Academia de Bellas Artes". Tan sólo dos años más tarde fue nombrado director, permaneciendo en el cargo hasta que se murió, pues ni siquiera renunció cuando tuvo que marchar a Marruecos tras la Guerra Civil por sus inclinaciones liberales y pertenencia a la masonería.
De aquellos primeros años se expone el reglamento del Museo de Bellas Artes, en cuya redacción participó y que trata temas tan curiosos como "que estaba prohibido entrar con bastón o reproducir al mismo tamaño las piezas", describe Juan Alonso.
Le acompañan en el recorrido un velón de lucena de la museografía ambiental de la sala de Zurbarán que inauguró en 1921, "en la que trató de recrear el ambiente monástico que se llevaba". A esta sala le siguió la apertura de la sala de retratos, la remodelación del Salón Antiguo y otras salas hasta llegar a seis nuevas salas en ocho años. "En sus memorias reflejó los pocos recursos que tenía el Museo pero, sin embargo, consiguió abrir estas nuevas salas, y la de retratos con dinero de su bolsillo", comenta Alonso de la Sierra del impetuoso trabajo de Quintero Atauri.
Porque aparte de su innegable pasión por la historia de Cádiz, luchó por el enriquecimiento de las colecciones a lo largo, eso sí, de los 28 años que estuvo al frente de su cargo. En esta época adquirió veintidós óleos, treinta y un retratos en miniatura, una acuarela, un dibujo al pastel y piezas de artes decorativas y de mobiliario. Pero también se donaron obras, como la de Felipe Abarzuza de la playa de la Barrosa. Así, también puede verse un retrato firmado por él de Eduardo Chao o una pintura de Mariano Fernández (su antecesor) de Federico Godoy.
También se recoge el impulso a algunas publicaciones periódicas y trabajos científicos y divulgativos de arqueología o la instalación de la Biblioteca del Museo de Bellas Artes. Facetas, quizás, menos conocidas de Pelayo Quintero, porque su nombre aparece históricamente vinculado a la arqueología y a los sarcófagos antropoides, pese a que no descubrió ninguno. "La gente piensa que descubrió el masculino, y no fue así, aunque fue tan impactante el descubrimiento que su carrera sí estuvo marcada por él". De hecho, dicen que estuvo toda su vida obsesionado con localizar el otro sarcófago, el femenino, que apareció debajo de su casa. Esta anécdota no se cuenta, pero "no hacía falta, "su nombre está tan ligadoal Museo que desborda los límites de la sala temporal".
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