Posteguillo vindica el poder de cambio en la literatura
XXIX Feria del Libro de Cádiz
El autor de novela histórica recopiló, en su discurso de inauguración, anécdotas y reflexiones en torno al mundo de las letras y su historia
Una vindicación de la literatura a través de su misma historia. Ese fue el eje que inspiró el discurso de inauguración de Santiago Posteguillo en la XXIX edición de la Feria del Libro: una reflexión en la que fue relatando, al hilo de La noche en que Frankenstein leyó 'El Quijote', algunas de las anécdotas más curiosas de la literatura.
"Tanto Santiago como yo pertenecemos a un mismo humanismo que ha llegado hasta el siglo XXI -apuntaba Jesús Maeso, encargado de presentar al escritor-. Ambos coincidimos, además, en que no queremos saber tanto lo que hicieron nuestros antepasados sino qué sentían y pensaban".
Sobre esa concepción de la letra como transmisora de pulsión bailó el discurso de Posteguillo, calibrado para resaltar el hecho cierto de que hay papeles que son cualquier cosa menos naturaleza muerta. Con recursos de narrador que se sabe, el autor de Circo Máximo habló del discurso Pro Archia: el texto en defensa del poeta griego que realizó Cicerón cuando su viejo maestro de retórica fue utilizado como peón en las guerras internas del Senado romano: "Durante siglos, se creyó que el discurso Pro Archia de Cicerón se había perdido. Hasta que el siglo XIV, revisando los papiros que se estaban utilizando para alimentar el fuego, Petrarca encontró un documento completamente distinto a todos los demás... Pero no sólo fue el Pro Archia: Petrarca salvaría cientos de documentos de la antigüedad clásica".
¿Quiénes podrían ser los Cicerón y Petrarca de hoy en día?, reflexionó Santiago Posteguillo. Para el autor no hay duda: Cicerón estaría encarnado en "los jóvenes a los que intentamos enseñar, para que sepan defendernos cuando los necesitemos. Y los Petrarca del siglo XXI son los libreros -continuó-. Son ellos los que nos salvan de los programas informáticos que marcan en rojo los libros de escasa rotación en ciertas cadenas de librerías. Libros de escasa rotación como El Quijote".
Y, ¿cuál sería -prosiguió Santiago Posteguillo- el Fahrenheit 451 de hoy? ¿Arde el papel hoy día? Según apunta el escritor, ebook y papel "convivirán durante más tiempo del que se pensó, porque no se contó con que las nuevas formas de lectura harían surgir a un nuevo tipo de lector, que combina las ventajas y desventajas de ambos formatos, que pueden ser complementarios".
Aun así, es cierto que el sector vive retos dignos del Fahrenheit distópico: "A aquellos que defienden la piratería como una forma de rebeldía, yo les diría que lo más audaz es ir a una librería y comprar un libro -argumentó Posteguillo-. Eso sí es desafiar, porque cuantos más libros se vendan, más escritores habrá, y cuantos más escritores haya, más masa crítica tendrá una sociedad, lo que sin duda será mejor para esta".
"A los que dicen que no pueden gastarse el dinero en libros, cosa que entiendo -indicó-, les diría que existen estupendas bibliotecas que son, además, casi centros multimedia gratuitos. Luego hay escenarios como los de Francia o Alemania en los que, desde la administración, se subvenciona a los libreros o se da ayudas a quienes demuestran que no tienen recursos para comprar libros".
Para subrayar la fuerza económica que puede llegar a tener la literatura, Posteguillo narró la historia de Walter Scott: "Se puede decir que la popularización de la novela moderna se debe a la polio de un niño, a quien mandaban fuera de la ciudad a recuperarse a cargo de su tía Jenny, que le contaba las leyendas de folklore escocés. Este niño llegaría a ser poeta laureado por la corona británica. Pero el 'mago del Norte' , que tanto gustaba al rey inglés, se ganaba la vida como editor. Cuando llegó la crisis, una de tantas, y el negocio se le hundió, Walter Scott manifestó su intención de saldar las deudas con sus acreedores escribiendo novela histórica. Aunque murió poco después, en diez años, gracias a los derechos de las mismas, la deuda estaba saldada".
"Pero la novela histórica -continuó Santiago Posteguillo-, también puede servir para cambiar la forma de pensar de la gente, y para influir en los acontecimientos del mundo. Que las vidrieras medievales de Notre Dame se hubieran sustituido por láminas de alabastro blanco para dejar pasar la luz, horrorizó de tal manera a Víctor Hugo que decidió hacer llegar su mensaje más allá de los artículos habituales, a los que nadie había hecho caso: lo contó de otra forma, en una novela, transformando a la catedral en un personaje. Una vez fue algo vivo, nadie se atrevió a tocar a Notre Dame, que fue restaurada, al igual que todas las iglesias góticas de Francia".
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