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"Odiseo creó una especie de OTAN en el Mediterráneo"

rafael marín | escritor

El autor recrea los mitos homéricos en ‘Odiseo Rey’, publicada por Dolmen

Su propuesta vindica a Aquiles y presente a las mujeres del ciclo troyano con perfiles muy distintos

Al recrear los viajes de Ulises, el autor cumple con un personaje que siempre ha querido plasmar. / Lourdes De Vicente

En sus últimas historias, estaba muy metido en escenarios muy distintos, en torno al Siglo de Oro. ¿Cómo aterriza en la Grecia de Homero?

–De hecho, estaba escribiendo una novela de ciencia-ficción pero ambientada en la Inglaterra isabelina con Shakespeare y demás. Pero fui a una charla a un instituto de San Fernando y me preguntaron sobre qué personaje me gustaría escribir, y dije que Odiseo. De ahí surgió el por qué no. De hecho, en Lágrimas de luz aparecen las sirenas, en Don Juan hay referencias a Odiseo... Pero nunca me había planteado una novela sobre el tema. Claro, cuando ya sabes qué va a pasar...

–Va de mapa.

–Sí, pero tampoco quise volver a leer ni La Ilíada ni La Odisea, sí algún estudio, como Los mitos griegos, de Graves. Esta reescritura me ha servido para ver lo parecidas que son a nuestros ojos la Guerra de Troya y la I Guerra Mundial: en ambas se termina luchando encarnizadamente por algo que no se sabe muy bien qué es. Y, tras ellas, el mundo cambia para siempre. ¿Troya era por Helena, por las rutas de comercio? También está, desde luego, lo que cuenta la arqueología:un choque semejante puede que estuviera contando lo que significó la preeminencia de los aqueos, o el final de la Edad del Bronce. Narrar esa historia te hace plantear una línea antibélica, con la guerra como horror:y lo peor es que la provoca Odiseo, al hacer jurar a los jefes griegos un voto de fidelidad, una especie de Alianza Atlántico Norte, pero mediterránea. Claro, lo que se cuenta para un público de hace 2.400 años no es creíble para un hombre actual.

–”Cuando los hombres sean como tú –dice una cita del libro– no necesitarán a los dioses”. No sé dónde leí que, desde los primeros mitos griegos, imposibles y orientalizantes, desmbocamos en Ulises, que es ‘unabomber’: el que siembra la duda y el desafío ante lo todopoderoso.

–En el mundo griego, los dioses no se ven y mi Odiseo es moderno. Es descreído, y por eso los dioses lo castigan. De todas formas, quiero pensar que mi Odiseo es listo, pero no insufrible. Su figura no ha sido siempre, además, una figura ejemplar. Durante mucho tiempo, fue detestable:los socráticos lo aborrecían, Dante lo condena al infierno. Odiseo miente, mata, manipula.

–¿Qué puertas abre recontar una historia así?

–Un amigo me preguntaba para qué escribía esto, pero es que creo que los mitos están hechos para que los cuentes muchas veces:de hecho, cada autor, y cada lector, forja una nueva versión de esa historia eterna. Por eso es un mito.

"Escribí el momento de la muerte de Aquiles una noche después de la muerte de Carlos Pacheco"

–Homero somos todos... Y quizá lo era. En esta versión, no sé si reivindica, o traduce, la figura de Aquiles.

–Como decíamos, no puedes contar lo mismo a un publico de hace más de dos milenios que a uno de hoy en día. Por más versiones que lees de los mitos homéricos, siempre dices:“Aquiles es un bestia”. Yo intento explicarlo. En Odiseo Rey la cólera de Aquiles no es porque maten a Patroclo, sino porque matan a un herrero que domina el secreto del acero. Y cuando describo el momento de su muerte fue una noche después de la muerte de Carlos Pacheco.Es un guiño que nos dice que lo terrible del infierno es que estás solo. A este Aquiles muerto, que confía en que sea cierto lo que le ha dicho Tiresias y que si consigue salir del mundo subterráneo puede ser inmortal –y termina siendo Sigfrido–, le quiero dar un final esperanzado, a lo lord Tennyson.

–Incluso en el mito primigenio hay un contraste brutal en Aquiles:vivo es un ser brutal; muerto es el primer existencialista.

–Yo no puedo echarle la pata encima a 3.000 años de cultura:hay infinitas versiones de Odiseo. Pero, en el caso de Aquiles, puede que al vivo y al fantasmal los recrearan autores distintos, quién sabe. Por eso, el mismo Odiseo contempla aquí las muchas versiones que tiene, que puede tener su vida. Esto les ha pasado a todos, dice, pero yo soy el Odiseo que quiero ser.

–Y entre esos muchos caminos, y otros destinos, están los de las mujeres homéricas .

–Evidentemente, como hablábamos, no puedes jugar con los mismos parámetros que hace más de dos mil años:mi Penélope no es un agente pasivo, sino que es al menos tan fértil en ardides como Odiseo. Tiene que defender su reino mientras Odiseo está fuera, no es tan tonta como pueda parecer, no es una mujer con la pata quebrada. Le da pistas a Odiseo y, al final –a diferencia de lo que plantea Homero–, lo reconoce al instante cuando lo ve aparecer. Luego me permito mis licencias, claro: la maga Circe es una lamia;Calipso, una especie de diosa colmena;a Nausicaa se le abre un futuro, en uno de esos muchos futuros que Odiseo sabe que existen, como la mujer de Telémaco...

–Y, ¿qué hay de ese mar que no era azul?

–Pues sigue sin serlo.El azul no aparece como color en toda la novela, ni en el mar ni en ningún sitio, excepto cuando a Odiseo le pegan un golpe en la cabeza y, de repente, empieza percibir un color distinto, el color de los dioses, el color celestial, que por supuesto es el azul.

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