Recreación de la villa marítima romana del Faro de Trafalgar
Así era la residencia marítima de dos plantas en la que había un vivero y una fábrica de salazones
La historia de Trafalgar emerge de sus piedras milenarias
Los romanos sabían elegir el mejor entorno para vivir. Se asentaron en lugares privilegiados de la costa de Cádiz, de Gades a Baelo Claudia, donde levantaron imponentes arquitecturas dignas de cualquier notable urbe del imperio. Un buen ejemplo es la impresionante villa marítima que fue hallada en el Faro de Trafalgar, una enorme casa que no solo miraba de frente al mar, sino que lo integraba en el propio edificio.
Visualizar cómo era el diseño de la importante residencia única en el litoral andaluz es ahora posible gracias a la exposición 'Arqueología azul en Trafalgar. De la investigación al turismo sostenible', en el Museo de Cádiz. En este recorrido se ahonda en los hallazgos que han tenido lugar en esta zona (desde el Faro a la playa de los Caños) y se recrean tridimensionalmente los edificios localizados, al hilo del proyecto Arqueostra que lidera el equipo de Darío Bernal.
Dos plantas y estancias para el ocio
La espectacular casa porticada responde a un modelo que fue importado de las costas del Tirreno en Italia. Contaba con dos plantas y estancias para el recreo y el ocio, y fue construida de forma aterrazada con un total de cuatro terrazas. En los espacios habitacionales localizaron restos de la exquisita ornamentación a base de mosaicos y pinturas en sus paredes y techos. Entre ellos, un capitel corintio en biocalcarenita y más de 200 restos de pintura mural coloreada y con decoración geométrica y vegetal del III estilo pompeyano, procedentes del techo y de la pared de alguna estancias. También aparecieron restos de mosaicos, que verifican que algunas de las habitaciones estuvieron ricamente ornamentadas.
La actividad en la villa romana
Este hogar romano tenía una peculiaridad: contó con un criadero de pescados y moluscos y una fábrica de salazón que la hacen única en toda la bética, pues entre sus paredes y estancias convivían las actividades de acuicultura, producción de garum y salazones de pescado.
En concreto, la fábrica de salazones de la villa marítima se integró en la terraza superior del inmueble, contando con un total de 13 piletas y una volumetría de más de 60 metros cuadrados. Un espacio similar a algunas de las fábricas de salazones de Baelo Claudia.
Durante la excavación se encontraron sedimentos orgánicos vinculados con la degradación del garum, y se le añadieron erizos, por lo que fueron capaces de elaborar un garum hasta ahora único.
Ya en la terraza inferior se localizó una piscina rectangular que funcionó como vivero de 168 metros cuadrados y una profundidad de 25-30 centímetros que debió estar compartimentada en varios espacios. Parece que en su interior se criaron y engordaron ostras y mejillones, aunque los investigadores no descartan el cultivo de pescados.
Junto a la exposición -organizada por la Consejería de Cultura, la UCA y el Museo de Cádiz- se ha editado una monografía bilingüe publicada por la editorial UCA que recoge en diversos capítulos los resultados de la excavación en el entorno del cabo de Trafalgar. Los trabajos han sido dirigidos por Darío Bernal, José Juan Díaz, Eduardo Vijande, José Ángel Expósito y Juan Jesús Cantillo, todos ellos miembros de las áreas de Arqueología y de Prehistoria de la Universidad de Cádiz y miembros del Grupo de Investigación HUM-440 de esta universidad.
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