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Rosario Toledo: "Hacer cosas es mi forma de rebelarme contra la parálisis que hay ahí afuera"

Cortometraje 'Me encuentro'

La creadora gaditana se enfrenta a la pantalla con la realización de su primer cortometraje, 'Me encuentro', una obra de video-danza en la que reflexiona sobre la capacidad de resiliencia del arte

'Me encuentro', de Rosario Toledo.

Cádiz/Rosario Toledo, toda fuerza y desparpajo, muestra carácter y vulnerabilidad en el proyecto "más diferente" de los que se ha enfrentado en su sólida carrera. Me encuentro, un cortometraje sobre la capacidad de resiliencia que posee el arte, un proyecto de video-danza atravesado por una pandemia y un confinamiento, es el espejo donde la gaditana se mira y nos hace mirarnos. Que afuera hace frío pero que no nos cale los huesos...

–‘Me encuentro’, ¿acaso estuvo perdida en el confinamiento?

–Pues mira me sentí más perdida con la movida de la desescalada que en el confinamiento puro y duro. El confinamiento me cogió tan hartita de trabajar que fue hasta necesario poder parar porque con el ritmo revolucionado que llevaba no tenía tiempo ni de descansar. Así que lo abracé bastante bien pero la desescalada... Con tantas normas que cambiaba, con poder salir pero de esa forma tan rara, esos horarios... Fue muy raro. Así que perdida no sé pero que lo llevé mucho peor, pues sí.

–Pero en éste, su primer trabajo de vídeo-danza, vuelca toda una serie de emociones que tienen mucho que ver con el encierro, ¿no?

–Sí, sí. Yo creo que la gente va a ver el imaginario cotidiano que todos hemos sentido, cada uno a su manera, claro, pero que se parece en cierta forma. Todo lo que sucede con la ventana, que no se puede abrir, el juego con los reflejos, el muro, la distancia... Al final es un ejercicio de reflejar ese dentro-fuera que, de alguna forma, todos hemos hecho durante el confinamiento. Ese momento fue una invitación a mirarnos hacia dentro porque estábamos muy pendientes del ritmo fuera, de las expectativas de fuera y, ¿nosotros?, uno mismo, ¿dónde quedábamos? También están reflejadas la soledad, la impotencia, la nostalgia, la pérdida..., pero también ese punto positivo, esa esperanza, incluso, la serenidad que muchos hemos encontrado.

–‘Me encuentro’ es también un reencuentro con alguien muy querido para usted, ¿no?

–Sí, con la que fue mi maestra, Charo Cruz, que dirige un espacio increíble en Vejer, el Espacio de Creación Silvestre donde se ha realizado el proceso de construcción de Me encuentro. Ponerme de nuevo en sus manos, desnudarme ante ella y exponerle mis mil millones de ideas, porque mi cabeza va siempre a mil por hora... Todo el esqueleto primigenio de Me encuentro, se hizo allí y Charo se quedó con la esencia de todolo que le mostré, de todos esos pasos que tenía guardados y esas propuestas que estaban ahí atesoradas desde el confinamiento. Entonces hice un ejercicio de confianza absoluta, de escucha profunda, y Charo me aconsejó sobre lo que veía esencial.

–¿Y eso fue en...?

–Eso fue en septiembre. Antes, ya le había estado yo dando vueltas al proyecto en mi estudio pero la residencia allí la hice en septiembre. Bailé mucho, improvisé mucho, para que luego cuando Ana (Solinís, directora del proyecto audiovisual) me pusiera la cámara delante pues yo fuera totalmente natural porque mi mayor miedo era que se me viera de mentira porque, como le dije a un compañero tuyo, yo no soy Meryl Streep (ríe). Ahí Charo me ayudó mucho a conseguir a base de ese repetir, de ese cansancio, a obtener el baile en su esencia. Ana lo grabó todo de forma elegante, austera, con la velocidad real, no hay nada que sea diferente a lo real, y ella parecía que no estaba allí.

–Pero después está el otro filtro... El de verse desde fuera...

–Exacto. Me costó más verme. Es un trabajo de salirte de ti, de autoanálisis y autoconocimiento, de descifrar en qué movimiento coreográfico está mejor expresado el mensaje que quieres lanzar. Y es costoso porque toda la narrativa se construye a base de impros... Y nada, otra vez allí yo sola en casa cuando nos encerraron otra vez con la pantalla y con Ana y con Ruven al otro lado en sus propias pantallas...

Una imagen de 'Me encuentro¡

–Otro aprendizaje

–Y grande, pero te acostumbras, te adaptas a usarlas y en proceso sale dentro de ti esa resiliencia de nuevo de, dentro de lo malo, aprovechar lo bueno. Aplicar las herramientas tecnológicas, sí, pero también la escucha, el trabajo de equipo, el ejercicio de confianza aun en la distancia... He aprendido mucho en este salto sin red para mí en un lenguaje totalmente nuevo y eso se lo tengo que agradecer al Covid, si no, dudo mucho que lo hubiera hecho, al menos, saliendo de mí.

–Pero ‘hay que hacer cosas’ como se repite en el cortometraje. Es el mensaje realmente de ‘Me encuentro’, ¿no?

–Sí, totalmente, y es un poquito, incluso, rebelde. Hacer cosas es mi manera de rebelarme contra la parálisis que hay ahí afuera, una parálisis brutal, terrible, llena de tristeza y de miedo. Y no hay que dejar que eso te pase por dentro, que te paralice, sobre todo, artísticamente hablando. Porque el arte está justo para eso, para curar las heridas enseñándolas y esto es lo que hago aquí y pienso que es lo más diferente que he hecho hasta ahora. Y eso es importante, es el matiz, porque no es hacer cosas por hacerlas sino con ese sentido, sabiendo muy bien qué te traes y sabiendo que todo no vale, que no es la cantidad que es la calidad.

–Se me ha venido a la mente el tanguillo ese derrotado que hace

–Sí, hasta a mí me dio pena cuando me vi (ríe) Tan malamente cantado, con esa cuerda que se me va de las manos... Pero está buscado así para demostrar esa idea de hacer las cosas pero no por hacerlas.

–Me gusta mucho también ese final más cachondo y ese cante medio susurrado de los colores de la Molinera... ¿Es la Carbonera quien canta ahí?

–Qué va, no te lo vas a creer. Es Ana Solinís, la directora. Yo sabía que ella es muy buena aficionada y que va a clases de canto y como esta escena es ya una especie de coda gamberra pues le dije esta tiene que ser para ti. Es que después de tener números como el de la seguiriya de la Sallago, que la saqué del disco Mujeres de la Bética, que cuando escuché eso de “ni a la esquinita de la calle puedo ir...”, y también después del tanguillo de pena, pues me apeteció ese número de improvisación con mis gamberradas y acompañarlo con ese juguetillo de Cádiz y, claro, la Carbonera la asesoró con la melodía, pero nada está tocado. Se hizo la improvisación, y luego lo cantó y cuadró perfectamente. Toco encajó. Fue mágico.

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